"Cada día que pasa vamos viendo con mayor claridad y
nitidez la dimensión real de la tragedia. (...)
El último dato que hemos
conocido hace apenas unas horas resulta espeluznante. La economía de Alemania, motor de Europa, se hundió un 10,1 por ciento en el segundo trimestre del
año. Es el mayor desastre económico desde que se puso en marcha el registro
histórico, allá por 1970, y por supuesto la peor crisis económica desde el
final de la Segunda Guerra Mundial. Sirva
como ejemplo que la caída del PIB alemán
en 2020 es más del doble de la peor tasa registrada durante la crisis
financiera de 2008.
De inmediato, las Bolsas
europeas se han echado a temblar y el pánico ha vuelto a cundir en los grandes mercados
internacionales. Con la economía de Alemania asfixiada y en la UCI, todo hace
prever que las fichas de dominó irán cayendo una detrás de otra. Primero Francia, después Italia y España, los
florecientes estados nórdicos… Nadie quedará a salvo de la brutal recesión que
se avecina. El sistema capitalista se tambalea por la voracidad y la rapidez de
expansión de un virus que no conoce fronteras y que no se detiene ante nada ni
ante nadie.
Lo que no pudo hacer el bloque comunista con todo su Ejército rojo,
todo su arsenal de misiles y armas nucleares y toda su capacidad de amenaza
contra Occidente –destruir el
sistema de libre mercado–lo está consiguiendo un bicho de origen desconocido que
solo puede verse a través del microscopio. Lo explica a la perfección el
economista del Dekabank Andreas Scheurle:
“Ahora es oficial, estamos ante la recesión del siglo. Lo que no habían logrado
ni los crash bursátiles ni la crisis del petróleo lo ha conseguido un ser
diminuto de 160 nanómetros de tamaño llamado corona”.
Las colas del hambre siguen llenando comedores sociales e
iglesias. La gran pregunta que se hacen ahora los economistas es cuánto tiempo
podrá soportar la Unión Europea un
desastre de tales proporciones. El Plan
Marshall contra el coronavirus –un paquete de ayudas europeas que reportará
a España más de 140.000 millones de euros a fondo perdido y en préstamos a bajo
interés– conseguirá mitigar parte de los daños ocasionados por el terremoto, pero
no dará para mucho más que un año. Si la pandemia se alarga hasta finales de
2021, como auguran los informes de organismos oficiales, hay muchas
posibilidades de que Europa termine cerrando el grifo de las subvenciones.
Los
“países frugales” encabezados por Holanda
no estarán dispuestos a ceder a un segundo rescate y optarán por el repliegue, por
la austeridad y la clausura de fronteras. De hecho, que Pedro Sánchez haya conseguido arañar 140.000 millones para España,
cuando nadie daba un duro por sus negociaciones, puede considerarse un milagro
en toda regla. Pero no habrá una segunda oportunidad. El miedo entre los países
de la Europa rica –siempre reticentes a ser demasiado generosos con los amigos
pobres del Sur– se propagará como un incendio sin control y estará en peligro
la supervivencia misma de la UE.
Así las cosas, todo el mundo mira con desesperación a los
laboratorios médicos y farmacéuticos rezando para que alguno de los 149
prototipos de vacuna que se están probando a fecha de hoy funcione, se
comercialice en tiempo récord y logre frenar el Apocalipsis. En cualquier caso,
no se podrá contar con esta solución al menos antes de un año. Para entonces,
si sigue el actual ritmo de rebrotes en todo el mundo, el virus podría haber
enfermado a buena parte de la población mundial. Será un planeta moribundo por
la contaminación, devastado por los efectos del cambio climático y gobernado
por un bípedo enfermo en decadencia y al borde de su propia extinción, como ya
ocurrió con anteriores dueños y señores que como los dinosaurios fueron
barridos de la faz de la Tierra.
De modo que fracasado el proyecto ultraliberal asentado
en el modelo capitalista –que se ha derrumbado como un castillo de naipes a
causa de la pandemia y también, por qué no decirlo, a causa de siglos de
contradicciones, guerras, imperialismo colonial, sobreexplotación de los
recursos naturales y desigualdad entre clases sociales–, estamos en manos de la
ciencia.
En cierta manera, es el propio capitalismo el que ha provocado esta plaga
al dañar los ecosistemas y crear gigantescas bolsas de pobreza que favorecen el
salto del virus de los animales a las personas. La prueba de la monstruosidad sobre
la que se asienta nuestro modo de vida es que en medio del horror del brote
infeccioso las multinacionales farmacéuticas y los laboratorios que cotizan en Bolsa
han visto cómo se disparaban sus beneficios. Cuando el dinero se alimenta de la
muerte no hay futuro. (...)
Es hora
de que el capitalismo se reinvente y cambie de rumbo. Es hora de que la
humanidad haga un cambio radical de conciencia. La solución debe pasar
necesariamente por reforzar la Sanidad
(la pública, no la privada, para que toda la población tenga acceso a los
mismos tratamientos curativos); por incrementar los recursos para la
investigación médica y científica; y por destinar todas las ayudas posibles a
paliar el hambre de los ciudadanos, los sanos y los enfermos. El tiempo de
desmantelar lo público y de hacer negocio a toda costa ha terminado.
Se ha demostrado que
el gran objetivo del capitalismo, el incremento del beneficio privado a toda
costa y la acumulación incesante de capital, es una barbarie ideológica que conduce
inevitablemente al callejón sin salida en el que se encuentra hoy la humanidad. En tiempo poscovid
la misión debería ser curar a la mayor cantidad de personas posible, cubrir las
necesidades básicas de los ciudadanos y apostar por un medio ambiente limpio.
El tránsito hacia una economía verde y sostenible es el único camino. Se acabó
el “fetichismo mercantilista” que denunciaba Marx.
La recesión ya está aquí, entre nosotros. Es el peligroso
momento de los populismos demagógicos, de los salvapatrias y charlatanes de
todo tipo y de los fascismos de nuevo cuño, siempre atentos a momentos
históricos convulsos para conquistar el poder. Contra eso también deberá luchar
la especie humana, ya que se trata de fuerzas destructivas que alimentan el
odio y el ansia de la guerra. Solo la unidad de todos los pueblos de la Tierra,
los buenos sentimientos y la actuación coordinada nos sacará de este infierno.
Tan fácil de decir y tan utópico en realidad." (José Antequera, Diario16, 31/07/20)
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