"(...) Después de Ucrania
La guerra es la última fuente estocástica de la historia, y una vez que está en marcha no hay límite a las sorpresas que puede traer. Sin embargo, aunque la guerra en Ucrania parece estar lejos de haber terminado en el momento de escribir este artículo, uno puede sentirse justificado al observar que ha puesto fin, al menos en un futuro previsible, a cualquier idea de un sistema estatal independiente, no imperial y cooperativo en Europa. La guerra también parece haber asestado un golpe mortal al sueño francés de convertir el imperio liberal de la Unión Europea en una fuerza mundial estratégicamente soberana que rivalice de forma creíble tanto con una China en ascenso como con unos Estados Unidos en declive.
La guerra es la última fuente estocástica de la historia, y una vez que está en marcha no hay límite a las sorpresas que puede traer. Sin embargo, aunque la guerra en Ucrania parece estar lejos de haber terminado en el momento de escribir este artículo, uno puede sentirse justificado al observar que ha puesto fin, al menos en un futuro previsible, a cualquier idea de un sistema estatal independiente, no imperial y cooperativo en Europa. La guerra también parece haber asestado un golpe mortal al sueño francés de convertir el imperio liberal de la Unión Europea en una fuerza mundial estratégicamente soberana que rivalice de forma creíble tanto con una China en ascenso como con unos Estados Unidos en declive.
La invasión rusa de Ucrania parece haber respondido a la cuestión del orden europeo restableciendo el modelo de la Guerra Fría que durante mucho tiempo se creyó que había pasado a la historia: una Europa unida bajo el liderazgo estadounidense como cabeza de puente transatlántico para Estados Unidos en una alianza contra un enemigo común, entonces la Unión Soviética y ahora Rusia. La inclusión y la subordinación a un “Occidente” resucitado y remilitarizado como subdepartamento europeo de la OTAN parece haber salvado, por el momento, a la Unión Europea de sus fuerzas centrífugas destructivas, sin por ello eliminarlas. Al restaurar a Occidente, la guerra ha neutralizado las diversas discrepancias por las que se estaba desmoronando la UE, algunas más que otras, al tiempo que ha catapultado a Estados Unidos a una posición de renovada hegemonía sobre Europa occidental, incluida su organización regional, la Unión Europea.
Sobre todo, la reintegración de Occidente bajo el liderazgo estadounidense ha zanjado el viejo asunto de la relación entre la OTAN y la UE en favor de una división del trabajo que establecía la primacía de la primera sobre la segunda. Es interesante que esto parece haber puesto fin a la fractura que se había abierto entre la Europa continental y el Reino Unido durante el Brexit. Al igual que la OTAN ha alcanzado la supremacía, el hecho de que incluya al Reino Unido junto con los principales Estados miembros de la UE restituye un papel europeo destacado de Gran Bretaña a través de su relación especial con Estados Unidos.
Sobre todo, la reintegración de Occidente bajo el liderazgo estadounidense ha zanjado el viejo asunto de la relación entre la OTAN y la UE en favor de una división del trabajo que establecía la primacía de la primera sobre la segunda. Es interesante que esto parece haber puesto fin a la fractura que se había abierto entre la Europa continental y el Reino Unido durante el Brexit. Al igual que la OTAN ha alcanzado la supremacía, el hecho de que incluya al Reino Unido junto con los principales Estados miembros de la UE restituye un papel europeo destacado de Gran Bretaña a través de su relación especial con Estados Unidos.
El modo en que esto afecta al estatus internacional de un país como Francia quedó recientemente ilustrado por un acuerdo estratégico –el llamado pacto AUKUS– entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia. En virtud de este pacto, Australia cancelaba un acuerdo de 2016 con Francia sobre submarinos franceses de propulsión diésel y en su lugar se comprometía a desarrollar submarinos de propulsión nuclear junto con Estados Unidos y el Reino Unido, un hecho que mostró a Francia los límites de una potencia mundial como la UE liderada por Francia.
Respecto a la UE, el ascenso de la OTAN supuso su declive hasta convertirla en una asistente civil de la OTAN supeditada a los objetivos estratégicos estadounidenses, sobre todo, aunque no exclusivamente, en Europa. Estados Unidos había considerado durante mucho tiempo a la UE algo así como una antesala o una escuela para futuros miembros de la OTAN, especialmente los vecinos de Rusia, como Georgia y Ucrania, pero también los Balcanes occidentales[20].
Respecto a la UE, el ascenso de la OTAN supuso su declive hasta convertirla en una asistente civil de la OTAN supeditada a los objetivos estratégicos estadounidenses, sobre todo, aunque no exclusivamente, en Europa. Estados Unidos había considerado durante mucho tiempo a la UE algo así como una antesala o una escuela para futuros miembros de la OTAN, especialmente los vecinos de Rusia, como Georgia y Ucrania, pero también los Balcanes occidentales[20].
La UE, por su parte, había insistido en sus propios procedimientos de admisión que incluían largas negociaciones sobre las condiciones institucionales y económicas nacionales que debían cumplirse antes de la adhesión formal. Con ello se pretendía reducir la carga que los nuevos países supondrían para el presupuesto de la UE y garantizar que sus élites políticas fueran lo suficientemente “proeuropeas” como para no agitar las aguas comunes.
Para Estados Unidos, con sus objetivos geoestratégicos, esto solía parecerle excesivamente puntilloso, si no obstruccionista. De hecho, Francia en particular se había resistido, y se sigue resistiendo, a una “ampliación” excesiva de la Unión por temor a que se interponga en su “profundización”. Desde la perspectiva estadounidense, el reparto de la carga con los países europeos significaba que estos se responsabilizaran de proporcionar incentivos económicos a los nuevos Estados para que se unieran a Occidente y de ayudarles a construir la base económica de la occidentalización, por ejemplo, mediante subvenciones financieras que ayudaran a los Estados aspirantes a lograr la estabilidad social en un sentido occidental, liberal y democrático.
Con la guerra de Ucrania, la idea estadounidense de la UE como hogar temporal para los futuros miembros de la OTAN se está haciendo realidad con rapidez. Cualquier solución negociada de la guerra probablemente impedirá la adhesión de Ucrania a la OTAN en un futuro próximo y no tan próximo. Se podría ofrecer el ingreso en la Unión Europea por la vía rápida como compensación, entre otras cosas porque aseguraría fondos para reparar los daños causados por la guerra[21].
Con la guerra de Ucrania, la idea estadounidense de la UE como hogar temporal para los futuros miembros de la OTAN se está haciendo realidad con rapidez. Cualquier solución negociada de la guerra probablemente impedirá la adhesión de Ucrania a la OTAN en un futuro próximo y no tan próximo. Se podría ofrecer el ingreso en la Unión Europea por la vía rápida como compensación, entre otras cosas porque aseguraría fondos para reparar los daños causados por la guerra[21].
También parece probable que no se permita a Francia bloquear la adhesión de países como Albania, Bosnia-Herzegovina (un país), Macedonia del Norte, Montenegro, Kosovo y Serbia (siempre que las subvenciones europeas logren que su élite política cambie de opinión y se vuelva “proeuropea”). Dependiendo de cómo se desarrolle la guerra, puede que para Georgia y Armenia incluso haya algún tipo de afiliación similar a la de los actuales miembros, todo lo cual es probable que suponga importantes demandas en el presupuesto de la UE sin que facilite su gobierno.
Además, durante la guerra, la Comisión Europea estuvo y sigue estando muy solicitada como organismo para planificar, coordinar y supervisar las sanciones económicas europeas contra Rusia y, previsiblemente, contra China. En última instancia, las sanciones implican una profunda reorganización de las extensas cadenas de suministro de la era neoliberal y del Nuevo Orden Mundial, en respuesta al mundo multipolar que está a punto de surgir, con su renovado énfasis en la seguridad económica y la autonomía. Lo que durante algún tiempo ha sido un organismo promotor de la globalización se convertirá, en aspectos importantes, en un organismo dedicado a la desglobalización, que hasta hace unas semanas se consideraba un mero despropósito de izquierdas (o tal vez del populismo).
Además, durante la guerra, la Comisión Europea estuvo y sigue estando muy solicitada como organismo para planificar, coordinar y supervisar las sanciones económicas europeas contra Rusia y, previsiblemente, contra China. En última instancia, las sanciones implican una profunda reorganización de las extensas cadenas de suministro de la era neoliberal y del Nuevo Orden Mundial, en respuesta al mundo multipolar que está a punto de surgir, con su renovado énfasis en la seguridad económica y la autonomía. Lo que durante algún tiempo ha sido un organismo promotor de la globalización se convertirá, en aspectos importantes, en un organismo dedicado a la desglobalización, que hasta hace unas semanas se consideraba un mero despropósito de izquierdas (o tal vez del populismo).
Reducir las cadenas de suministro es una función que depende menos del gobierno que de la pericia tecnocrática, bastante difícil dado el alto nivel de interdependencia económica heredado de la hiperglobalización. Desde el punto de vista político, las sanciones que se impongan y las cadenas de suministro internacionales que se sigan considerando seguras quedan a cargo de los gobiernos nacionales; o más precisamente, a cargo de su ahora principal organización, la OTAN, controlada por su Estado-nación más fuerte, Estados Unidos. Un ejemplo es la disputa sobre las compras alemanas de gas natural ruso y su sustitución por gas natural licuado estadounidense. Puesto que la OTAN no tiene la experiencia necesaria en materia económica para evaluar los efectos de las sanciones sobre Rusia, por un lado, y sobre Europa Occidental por otro, la UE seguirá siendo necesaria como proveedor de servicios administrativos en la gestión de una economía europea recientemente politizada.
Por último, y no debe subestimarse, es probable que la UE desempeñe un papel importante en la generación de dinero público para la reconstrucción de Ucrania una vez que la guerra haya terminado. Lo mismo ocurre con la provisión de ayuda financiera a otros países de la periferia europea que serán candidatos para ingresar en la Unión Europea y, en última instancia, en la OTAN. Es probable que la capacidad de la UE para servir de receptáculo de la deuda pública que es políticamente menos perceptible –como en el caso del Fondo de Recuperación y Resiliencia de Corona, la primera manifestación de la UE de Nueva Generación (NGEU) de la Comisión– se utilice de forma permanente y amplia para movilizar las contribuciones europeas a los costes no militares y a largo plazo de la guerra, que incluye, por ejemplo, el reasentamiento de los refugiados ucranianos[22].
Por último, y no debe subestimarse, es probable que la UE desempeñe un papel importante en la generación de dinero público para la reconstrucción de Ucrania una vez que la guerra haya terminado. Lo mismo ocurre con la provisión de ayuda financiera a otros países de la periferia europea que serán candidatos para ingresar en la Unión Europea y, en última instancia, en la OTAN. Es probable que la capacidad de la UE para servir de receptáculo de la deuda pública que es políticamente menos perceptible –como en el caso del Fondo de Recuperación y Resiliencia de Corona, la primera manifestación de la UE de Nueva Generación (NGEU) de la Comisión– se utilice de forma permanente y amplia para movilizar las contribuciones europeas a los costes no militares y a largo plazo de la guerra, que incluye, por ejemplo, el reasentamiento de los refugiados ucranianos[22].
(La experiencia sugiere que la contribución estadounidense se limitará y terminará con las hostilidades militares)[23]. Para ello, también serán necesarios los servicios especiales del BCE, como lo fueron en la lucha contra el “estancamiento secular” y, posteriormente, la pandemia. La deuda del BNG no aparece en los presupuestos nacionales, y por esta razón es menos controvertida políticamente. Es similar a la compra de deuda pública por parte del BCE como forma de financiación estatal indirecta en el contexto de la flexibilización cuantitativa, que elude las disposiciones de los tratados europeos.
Nuevas y viejas responsabilidades
Las nuevas funciones que ha asumido la UE como consecuencia de la guerra de Ucrania, y en particular durante su supeditación a la OTAN, están lejos de resolver sus viejos problemas; de hecho, a largo plazo pueden verse aumentados y agravados. En el flanco occidental de la UE, el Reino Unido, a través de su estrecha alianza con Estados Unidos en el marco de la OTAN, ha vuelto al rebaño europeo con fuerza, aunque más como teniente que como un soldado raso más.
Nuevas y viejas responsabilidades
Las nuevas funciones que ha asumido la UE como consecuencia de la guerra de Ucrania, y en particular durante su supeditación a la OTAN, están lejos de resolver sus viejos problemas; de hecho, a largo plazo pueden verse aumentados y agravados. En el flanco occidental de la UE, el Reino Unido, a través de su estrecha alianza con Estados Unidos en el marco de la OTAN, ha vuelto al rebaño europeo con fuerza, aunque más como teniente que como un soldado raso más.
En el sur no hay ninguna razón para creer que la supremacía de la OTAN ayude a mejorar la evolución económica de Italia; al contrario, es probable que las sanciones y la reducción de las cadenas de suministro impongan costes adicionales a las economías mediterráneas. Estas seguramente exigirán una compensación, no de Estados Unidos sino de la UE. Sin embargo, sus Estados miembros ricos estarán preocupados por aumentar su gasto en defensa para satisfacer las exigencias de la OTAN, por no hablar de la financiación de la adhesión de más Estados miembros de la UE en su camino hacia la OTAN.
La competencia por las subvenciones de la UE, en particular por el “Fondo de Cohesión” de la UE[24], aumentará aún más debido a las nuevas necesidades relacionadas con la guerra de los Estados miembros del este, por ejemplo la acogida de refugiados ucranianos y, si las sanciones occidentales empiezan a hacer mella, rusos. Los planes del Parlamento de la UE y de la Comisión de recortar la ayuda financiera a países como Polonia o Hungría por deficiencias en el “Estado de derecho” se irán quedando cada vez más obsoletos, ya que los conflictos culturales entre la democracia “liberal” y la “antiliberal” se verán eclipsados por los objetivos geoestratégicos de la OTAN y de Estados Unidos[25].
A medida que aumentan los costes de la “cohesión”, puede que se produzca un cambio inminente en el poder político dentro de la UE a favor de los Estados del frente oriental de la Unión, lo que se traduce en mayores obligaciones financieras para los países del rico noroeste. Al tiempo que las actividades de educación cultural de Europa occidental han empezado a parecer nimias ante la llegada de millones de refugiados ucranianos a un país como Polonia, Estados Unidos tiene pocas razones para obligar a sus aliados del este a satisfacer las sensibilidades liberales alemanas u holandesas. Los esfuerzos por condicionar el apoyo financiero a los países poscomunistas a su adhesión a los “valores democráticos” no servirán de nada mientras Estados Unidos esté satisfecho con su adhesión a la OTAN y su voluntad de librar la buena batalla prooccidental.
A medida que aumentan los costes de la “cohesión”, puede que se produzca un cambio inminente en el poder político dentro de la UE a favor de los Estados del frente oriental de la Unión, lo que se traduce en mayores obligaciones financieras para los países del rico noroeste. Al tiempo que las actividades de educación cultural de Europa occidental han empezado a parecer nimias ante la llegada de millones de refugiados ucranianos a un país como Polonia, Estados Unidos tiene pocas razones para obligar a sus aliados del este a satisfacer las sensibilidades liberales alemanas u holandesas. Los esfuerzos por condicionar el apoyo financiero a los países poscomunistas a su adhesión a los “valores democráticos” no servirán de nada mientras Estados Unidos esté satisfecho con su adhesión a la OTAN y su voluntad de librar la buena batalla prooccidental.
Puesto que Estados Unidos, en palabras de su propia administración en el momento de escribir estas líneas, se está preparando para una guerra que durará varios años –lo cual es lógico si el objetivo es el cambio de régimen en Rusia–, la disposición de un país a acoger tropas, aviones y misiles estadounidenses debe tener prioridad sobre la letra pequeña de los tratados de la UE (o del TJCE) en cuanto a las condiciones democráticas. Con la Unión Europea enfrentándose a una guerra que durará un número incierto de años es probable que sus Estados del frente oriental dominen la agenda política común. En esto contarán con el apoyo de Estados Unidos y su interés geoestratégico en mantener a Rusia controlada política, económica y militarmente. En última instancia, esto puede dar lugar a que Estados Unidos, actuando a través de sus aliados de Europa del Este y de la OTAN, ocupe el lugar del doble liderazgo de la UE, el demasiado a menudo dividido tándem franco-alemán.
Los sueños americanos
Uno de los muchos acontecimientos notables en torno a la guerra de Ucrania es el modo en que el funesto historial de las recientes intervenciones militares estadounidenses ha desaparecido casi por completo de la memoria pública europea. Hasta hace solo unos meses, el desastroso final de la construcción de la nación estadounidense en Afganistán era un tema frecuente entre los comentaristas europeos. También estaban presentes, aunque más en un segundo plano, Siria, con las “líneas rojas” de Obama primero marcadas y luego olvidadas; Libia, que fue abandonada tras convertirse en un infierno; e Irak, donde los cálculos a la baja hablan de doscientos mil civiles muertos desde la invasión estadounidense. Nada de esto se menciona estos días en la bondadosa sociedad europea, y si se menciona fuera de ella, se tacha inmediatamente de distracción antiamericana para obviar las maldades cometidas por Putin y su ejército.
A medida que aumentaban las tensiones en torno a Ucrania, visibles en la concentración de tropas rusas en las fronteras ucranianas, los países europeos occidentales entregaron a Estados Unidos, aparentemente como algo natural, un poder notarial que le permitía, a través de la OTAN, actuar en su nombre y representación. Ahora, con la guerra que se prolonga, Europa, organizada en una Unión Europea supeditada a la OTAN, se verá sometida a las bizarrías de la política interna de Estados Unidos, una gran potencia en declive que se prepara para un conflicto global con una gran potencia en ascenso, China.
Los sueños americanos
Uno de los muchos acontecimientos notables en torno a la guerra de Ucrania es el modo en que el funesto historial de las recientes intervenciones militares estadounidenses ha desaparecido casi por completo de la memoria pública europea. Hasta hace solo unos meses, el desastroso final de la construcción de la nación estadounidense en Afganistán era un tema frecuente entre los comentaristas europeos. También estaban presentes, aunque más en un segundo plano, Siria, con las “líneas rojas” de Obama primero marcadas y luego olvidadas; Libia, que fue abandonada tras convertirse en un infierno; e Irak, donde los cálculos a la baja hablan de doscientos mil civiles muertos desde la invasión estadounidense. Nada de esto se menciona estos días en la bondadosa sociedad europea, y si se menciona fuera de ella, se tacha inmediatamente de distracción antiamericana para obviar las maldades cometidas por Putin y su ejército.
A medida que aumentaban las tensiones en torno a Ucrania, visibles en la concentración de tropas rusas en las fronteras ucranianas, los países europeos occidentales entregaron a Estados Unidos, aparentemente como algo natural, un poder notarial que le permitía, a través de la OTAN, actuar en su nombre y representación. Ahora, con la guerra que se prolonga, Europa, organizada en una Unión Europea supeditada a la OTAN, se verá sometida a las bizarrías de la política interna de Estados Unidos, una gran potencia en declive que se prepara para un conflicto global con una gran potencia en ascenso, China.
Irak, Libia, Siria y Afganistán deberían haber documentado ampliamente la tendencia estadounidense a marcharse si sus esfuerzos en otras partes del mundo, siempre y por definición bien intencionados, fracasan por cualquier razón, dejando tras de sí un caos letal que otros deberán limpiar si necesitan un mínimo de orden internacional a sus puertas. Sorprendentemente, en ningún lugar de Europa occidental se plantea la cuestión de qué ocurrirá si, en 2024, Trump es reelegido –lo que no parece en absoluto imposible– o algún sucedáneo de Trump es elegido en su lugar. Pero incluso con Biden o algún republicano moderado, el manifiesto déficit de atención de la política imperial estadounidense debería, aunque no lo parece, entrar en los cálculos estratégicos, si es que los hay, de los gobiernos europeos.
Una explicación que rara vez se aduce para explicar la imprudencia con la que Estados Unidos entra y sale con demasiada frecuencia de aventuras militares remotas es su ubicación en una isla del tamaño de un continente, lejos de aquellos lugares en los que podría sentir la necesidad de proporcionar lo que considera estabilidad política. Lo que haga o deje de hacer Estados Unidos en el extranjero tiene pocas o ninguna consecuencia para sus ciudadanos en casa. (Las tropas iraquíes nunca marcharán hacia Washington, D.C. ni arrestarán a George Bush para entregarlo al Tribunal Penal Internacional de La Haya).
Una explicación que rara vez se aduce para explicar la imprudencia con la que Estados Unidos entra y sale con demasiada frecuencia de aventuras militares remotas es su ubicación en una isla del tamaño de un continente, lejos de aquellos lugares en los que podría sentir la necesidad de proporcionar lo que considera estabilidad política. Lo que haga o deje de hacer Estados Unidos en el extranjero tiene pocas o ninguna consecuencia para sus ciudadanos en casa. (Las tropas iraquíes nunca marcharán hacia Washington, D.C. ni arrestarán a George Bush para entregarlo al Tribunal Penal Internacional de La Haya).
Cuando las cosas van mal, los estadounidenses pueden retirarse al lugar del cual vinieron, donde nadie puede seguirlos. Existe, aunque sólo sea por esta razón, una tentación permanente en la política exterior estadounidense de guiarse por ilusiones, una inteligencia deficiente, una planificación chapucera y una adaptación voluble de las políticas internacionales al sentimiento público nacional. Por eso resulta aún más sorprendente que los países europeos, aparentemente sin debate, hayan dejado la gestión de Ucrania en manos de Estados Unidos. En efecto, esto representa que un director entrega la gestión de sus intereses vitales a un representante con un reciente historial público de incompetencia e irresponsabilidad.
¿Cuáles serán los objetivos bélicos de Estados Unidos al actuar para Europa y junto a ella a través de la OTAN? Al dejar que Biden decida en su nombre, el destino de Europa dependerá del destino de Biden, es decir, de las decisiones, o indecisiones, del gobierno de Estados Unidos. A falta de lo que los alemanes de la Primera Guerra Mundial llamaban Siegfrieden –una paz victoriosa impuesta a un enemigo derrotado, como probablemente sueñan en Estados Unidos tanto los neoconservadores como los imperialistas liberales de la escuela de Hillary Clinton– Biden puede apostar, o incluso preferir, un prolongado estancamiento, una guerra de desgaste que mantenga enfrentados tanto a Rusia como a Europa occidental, en particular a Alemania.
¿Cuáles serán los objetivos bélicos de Estados Unidos al actuar para Europa y junto a ella a través de la OTAN? Al dejar que Biden decida en su nombre, el destino de Europa dependerá del destino de Biden, es decir, de las decisiones, o indecisiones, del gobierno de Estados Unidos. A falta de lo que los alemanes de la Primera Guerra Mundial llamaban Siegfrieden –una paz victoriosa impuesta a un enemigo derrotado, como probablemente sueñan en Estados Unidos tanto los neoconservadores como los imperialistas liberales de la escuela de Hillary Clinton– Biden puede apostar, o incluso preferir, un prolongado estancamiento, una guerra de desgaste que mantenga enfrentados tanto a Rusia como a Europa occidental, en particular a Alemania.
Un enfrentamiento duradero entre los ejércitos ruso y ucraniano, u “occidental”, en suelo ucraniano uniría a Europa bajo el mando de la OTAN y obligaría convenientemente a los países europeos a mantener altos niveles de gasto militar. También obligaría a Europa a continuar con sanciones económicas de amplio alcance, incluso paralizantes, contra Rusia, cuyo efecto secundario sería una intensificación de la posición de Estados Unidos como proveedor a Europa de energía y materias primas de diversa índole. Además, una guerra, o casi guerra, impediría que Europa desarrollara una estructura de seguridad euroasiática propia que incluyera a Rusia. Consolidaría el control estadounidense sobre Europa occidental y descartaría las ideas francesas de “soberanía estratégica europea”, así como las esperanzas alemanas de distensión, dos conceptos que presuponen algún tipo de acuerdo con Rusia. Y no menos importante, Rusia estaría ocupada con los preparativos para las intervenciones militares occidentales, por debajo del umbral nuclear, en su extensa periferia.
Muy probablemente, un enfrentamiento prolongado con Ucrania obligaría a Rusia a establecer una estrecha relación de dependencia con China, lo que aseguraría a esta un aliado euroasiático cautivo y le proporcionaría un acceso seguro a los recursos rusos a precios de ganga, ya que Occidente ya no competiría por ellos. Rusia, a su vez, podría beneficiarse de la tecnología china en la medida en que estuviera disponible. A primera vista, una alianza como esta podría parecer contraria a los intereses de Estados Unidos.
Muy probablemente, un enfrentamiento prolongado con Ucrania obligaría a Rusia a establecer una estrecha relación de dependencia con China, lo que aseguraría a esta un aliado euroasiático cautivo y le proporcionaría un acceso seguro a los recursos rusos a precios de ganga, ya que Occidente ya no competiría por ellos. Rusia, a su vez, podría beneficiarse de la tecnología china en la medida en que estuviera disponible. A primera vista, una alianza como esta podría parecer contraria a los intereses de Estados Unidos.
Sin embargo, vendría acompañada de una alianza igualmente estrecha, e igualmente asimétrica, entre Estados Unidos y Europa occidental, en la que lo que Europa puede ofrecer a Estados Unidos superaría claramente lo que Rusia puede ofrecer a China. Algo así como una falsa guerra estancada en Ucrania podría ser del interés de un Estados Unidos que busca construir alianzas globales para una inminente batalla con China por el próximo Nuevo Orden Mundial, monopolar o bipolar a la nueva o vieja usanza, que se libraría en los próximos años, después del fin del fin de la historia."
(American Affairs Volume VI, Number 2 (Summer 2022): 107–24. ), CTXT, , 12/06/22, ) ,
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