24.8.25

Israel abre la puerta del infierno en Gaza... Con el arranque de la segunda fase de la operación Carros de Gedeón, con Ciudad de Gaza, Deir al Balah y Nuseirat como objetivos principales, resulta ya imposible ocultar el objetivo final: la limpieza étnica de la Franja... La operación sigue el patrón marcado por el llamado Plan de los Generales, ideado por el general Giora Eiland, que consiste en sellar la zona a arrasar, para impedir las entradas y salidas, al tiempo que se emiten órdenes de evacuación forzosa para la población civil (los que decidan quedarse pasan a ser considerados terroristas y, por tanto, objetivos a eliminar); a continuación comienza el bombardeo masivo, por tierra, mar y aire, con la intención de destruir sus infraestructuras críticas, al tiempo que se corta todo suministro desde el exterior de agua, alimentos y medicamentos; posteriormente se desencadenan acciones terrestres, calle por calle, que buscan eliminar toda resistencia y; por último, se lleva a cabo una sistemática destrucción de todo tipo de viviendas, cultivos y vías de tránsito con el fin de que los sobrevivientes no tengan la tentación de regresar a unos hogares que ya no existen... El problema principal es que la resistencia palestina (liderada hoy por Hamás y mañana por quienes sobrevivan a este castigo) es una idea... Peor aún, tras diecinueve meses de ataques diarios- el ejército israelí “tan solo” habrían logrado eliminar 8.900 yihadistas palestinos... cuando las estimaciones más bajas de Tel Aviv respecto a los efectivos con los que contaba Hamás, se movían en torno a los 25.000, con varios miles más de la Yihad Islámica Palestina, dicho resultado solo puede calificarse de sonoro fracaso para una maquinaria militar tan sofisticada como la israelí... En definitiva, vencida la inicial resistencia del Jefe de Estado Mayor, Eyal Zamir, al entender que la operación no va a servir para eliminar a Hamás, va a producir muchas bajas propias al entrar en combate calle por calle y va a colocar a las FDI al límite de sus capacidades para atender tantos frentes simultáneamente (Cisjordania, Líbano, Siria, Irán, Yemen…), los Carros de Gedeón avanzan desbocados hacia ninguna parte (Jesús A. Núñez )

 "Con el arranque de la segunda fase de la operación Carros de Gedeón, con Ciudad de Gaza, Deir al Balah y Nuseirat como objetivos principales, resulta ya imposible ocultar el objetivo final: la limpieza étnica de la Franja

Netanyahu necesita más soldados para la toma de Ciudad de Gaza ante el cansancio y el rechazo crecientes de las tropas

Eso es lo que ha anunciado el ministro de Defensa, Israel Katz, en el arranque de la segunda fase de la operación Carros de Gedeón, con Ciudad de Gaza, Deir al Balah y Nuseirat como objetivos principales. Una operación en la que resulta ya imposible ocultar el objetivo final: la limpieza étnica de la Franja. Y por si eso no fuera suficiente, la reciente aprobación para la construcción de 22 nuevos asentamientos en Cisjordania (tan ilegales como los centenares que ya albergan a unos 700.000 colonos), deja claro, como ha remarcado el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, que también se trata de impedir por todos los medios la existencia de un Estado palestino viable.

La operación sigue el patrón marcado por el llamado Plan de los Generales, ideado por el general Giora Eiland, ya ejecutado a finales del pasado año en la zona norte de Gaza. En esencia, comprende una primera fase que consiste en sellar la zona a arrasar, para impedir las entradas y salidas, al tiempo que se emiten órdenes de evacuación forzosa para la población civil (los que decidan quedarse pasan a ser considerados terroristas y, por tanto, objetivos a eliminar); a continuación comienza el bombardeo masivo, por tierra, mar y aire, con la intención de destruir sus infraestructuras críticas, al tiempo que se corta todo suministro desde el exterior de agua, alimentos y medicamentos; posteriormente se desencadenan acciones terrestres, calle por calle, que buscan eliminar toda resistencia y; por último, se lleva a cabo una sistemática destrucción de todo tipo de viviendas, cultivos y vías de tránsito con el fin de que los sobrevivientes no tengan la tentación de regresar a unos hogares que ya no existen.

Eso significa, en otras palabras, que Benjamin Netanyahu no solo no está pensando en la liberación de las alrededor de cincuenta personas que Hamás y la Yihad Islámica Palestina todavía retienen, sino que asume que la nueva ofensiva puede acelerar el asesinato de los que todavía están vivos (en torno a la mitad). Son muchas ya las ocasiones en las que ha preferido rechazar las propuestas de Hamás, a través de Qatar, Egipto y EEUU, de proceder a su completa entrega a cambio del cese de hostilidades, la entrada ilimitada de ayuda humanitaria y la retirada de las fuerzas israelíes de toda la Franja, insistiendo falsamente en que su objetivo es eliminar totalmente a los grupos yihadistas activos en su interior. Un argumento que tampoco se sostiene veintidós meses después de ordenar una masacre y que solo trata de ocultar que la continuación de la barbarie se ha convertido hace tiempo en su principal palanca de supervivencia política ante la acción de la justicia y las crecientes críticas que su deriva antidemocrática está provocando entre la ciudadanía israelí.

Tampoco resulta creíble su discurso militarista, sosteniendo que las operaciones militares buscan terminar con Hamás. No cabe olvidar que desde su arranque, en 1987, el Movimiento de Resistencia Islámica ha sido instrumental para Netanyahu y los suyos, en la medida en que ha servido para fracturar la resistencia palestina a la ocupación israelí y para mantener mínimamente cohesionada a la muy diversa sociedad israelí frente al enemigo común. El problema principal de ese enfoque es que, como se ha demostrado en las cinco operaciones de castigo que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) han llevado a cabo en la Franja en lo que llevamos de siglo, la resistencia palestina (liderada hoy por Hamás y mañana por quienes sobrevivan a este castigo) es mucho más que un grupo más o menos iluminado por sueños imposibles; es una idea. Y, como le recuerdan insistentemente los altos mandos militares a su primer ministro, no es posible eliminar esa idea y esa resistencia por la vía de las armas.

Peor aún. La filtración de los datos que parece manejar la inteligencia militar israelí da a entender que a finales del pasado mes de mayo- es decir, tras diecinueve meses de ataques diarios- las FDI “tan solo” habrían logrado eliminar 8.900 yihadistas palestinos. Si las estimaciones más bajas de Tel Aviv respecto a los efectivos con los que contaba Hamás tras el 7 de octubre de 2023 se movían en torno a los 25.000, con varios miles más de la Yihad Islámica Palestina, dicho resultado solo puede calificarse de sonoro fracaso para una maquinaria militar tan sofisticada como la israelí.

Y si a eso se le añade que, según las mismas fuentes israelíes, esa cifra solo representa el 17% de todas las muertes violentas registradas en Gaza desde el inicio de la masacre, la conclusión es todavía más abominable. Es un hecho que desde hace décadas en todas las guerras se producen más muertes de civiles que de combatientes; pero solo en los casos de Ruanda (1994) y Srebrenica se ha registrado un desequilibrio tan escandaloso como el que ahora se produce en Gaza. Y si entonces la comunidad internacional no tuvo duda alguna en calificar aquellos dos episodios como genocidio, lo mismo cabe concluir a la hora de nombrar lo que Israel está haciendo contra los palestinos.

En definitiva, vencida la inicial resistencia del Jefe de Estado Mayor, Eyal Zamir, al entender que la operación no va a servir para eliminar a Hamás, va a producir muchas bajas propias al entrar en combate calle por calle y va a colocar a las FDI al límite de sus capacidades para atender tantos frentes simultáneamente (Cisjordania, Líbano, Siria, Irán, Yemen…), los Carros de Gedeón avanzan desbocados hacia ninguna parte."

(Jesús A. Núñez , eldiario.es, 23/08/25) 

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