"Las armas han hablado. También ha hablado el momento de la verdad. La contraofensiva de Kiev ha fracasado de manera lamentable. Los enormes volúmenes de armamento enviados por los miembros de la OTAN han resultado inútiles. El campo de batalla se ha cubierto de cadáveres de soldados ucranianos enviados a morir inútilmente. Los territorios cuyas poblaciones decidieron por vía de referéndum unirse a la Federación Rusa seguirán siendo rusos.
Este “jaque mate” no sólo marca el fin de la Ucrania que alguna vez conocimos. También significa el fin de la dominación occidental, de un Occidente que apostó por la mentira.
El nacimiento del mundo multipolar puede llegar a concretarse durante este verano, en el marco de varias cumbres internacionales. Se impone una manera de pensar que no reconoce la fuerza como fuente del derecho. (...)
Las tropas de Kiev arremetieron contra una docena de puntos con la esperanza de recuperar el territorio «ocupado». Sus blindados no lograron atravesar la primera línea defensiva rusa, se amontonaron frente a ella y allí fueron destruidos uno por uno por la artillería y los drones rusos.
Antes del inicio de la contraofensiva de Kiev, el ejército ruso había destruido centros de mando y arsenales de las fuerzas armadas ucranianas mediante ataques con misiles. Gran parte de la defensa antiaérea recién instalada había sido igualmente destruida con misiles hipersónicos. Al carecer de los medios antiaéreos destruidos, las fuerzas ucranianas no pudieron llevar a cabo las acciones que la OTAN había planificado. (...)
Los estados mayores de Estados Unidos, de la OTAN y de Ucrania se acusan entre sí de este histórico desastre. Nadie quiere cargar con la responsabilidad de la derrota. Varios miles de militares ucranianos han muerto inútilmente y 500 000 millones de dólares se han perdido en un gasto igualmente inútil. Las armas occidentales que hacían temblar el mundo en los años 1990 no han servido de nada ante el arsenal ruso de hoy. La fuerza ha cambiado de bando. (...)
La Ucrania que alguna vez conocimos ya no existe
Lo que hoy queda de Ucrania es sobre todo un poder de comunicación. Kiev ha logrado hacer creer que el golpe de Estado de 2014, el derrocamiento de un presidente democráticamente electo para poner en el poder a los «nacionalistas integristas», fue una «revolución». También ha logrado disimular el hecho que el régimen nacido de aquel golpe de Estado reprimió a los ucranianos del Donbass, les negó el acceso a los servicios públicos, negó el pago de los salarios a los funcionarios en aquella región, negó el pago de las jubilaciones y acabo bombardeando las ciudades del Donbass. Y también ha logrado hacer creer en Occidente que Ucrania era un país homogéneo donde un solo grupo poblacional siempre vivió una historia común.
Como en la mayoría de las guerras, existe en Ucrania el factor «guerra civil» [2]. Todos pueden comprobar ahora que –a pesar de todo lo que se ha hecho para tratar de negarlo– el análisis que Vladimir Putin publicó en su momento no es una “reconstrucción” de la historia sino una verdad acorde con los hechos. El pueblo del Donbass es profundamente ruso. (...)
Técnicamente, la guerra puede considerarse terminada. Ninguna ofensiva de Kiev podrá modificar las nuevas fronteras surgidas del conflicto. Es cierto que los combates pueden prolongarse por mucho tiempo y que las partes están lejos de concluir un tratado de paz.
Pero también es cierto que las armas han hablado y que la suerte está echada. Y que también queda un problema en Ucrania, así como en Moldavia: la región de Odesa y la de Transnistria todavía no han pasado a ser rusas. (...)" (THIERRY MEYSSAN, Geopolítico francés, Observatorio de la crisis, 13/06/23)
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