"La versión europea de ‘America First’ es pagar por ser el segundo plato (El Tábano Economista)
La imagen era tan elocuente como calculada: el presidente estadounidense y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sellando su acuerdo comercial en el campo de golf de propiedad de Donal Trump en Escocia. La escena, digna de un spot publicitario para exaltar el poder unilateral, mostraba más que una negociación entre iguales, parecía el tributo de un vasallo a su señor feudal. Detrás de la cordialidad fotográfica, sin embargo, se esconde un terremoto económico cuyas réplicas afectarán a mercados, industrias y equilibrios geopolíticos durante años.
El núcleo del acuerdo es un régimen arancelario que, lejos de corregir los desequilibrios comerciales, los bendice. Estados Unidos, con un déficit comercial global de 1.2 billones de dólares — el 44% concentrado en China (295,512 millones) y la UE (236,000 millones) —, ha logrado imponer condiciones que magnifican su ventaja estructural. Si añadimos a Japón (70,000 millones), Vietnam (123,000 millones), México (171,000 millones) y Canadá (61,970 millones), estos seis socios explican el 80% del déficit. La paradoja es reveladora: quienes más exportan a EE.UU. son también quienes tienen mayor capacidad de negociación, pero la UE ha optado por ceder en lugar de ejercerla.
El nuevo arancel base del 15% para bienes europeos supone un salto mortal respecto al histórico 1-2%. Aunque se vende como una concesión (frente a la amenaza inicial del 30%), en realidad es un tributo encubierto. Peor aún, los aranceles del 50% sobre acero y aluminio siguen intactos, mientras las exenciones «estratégicas» (aeronáutica, químicos, lácteos) benefician casi exclusivamente a conglomerados con lobby en Washington.
A cambio de esta tregua arancelaria, Bruselas ha firmado tres cheques en blanco que reconfigurarán su economía:
- Energía: 750,000 millones de dólares en compras de GNL, petróleo y reactores nucleares estadounidenses hasta 2028. Detrás de esta cláusula —diseñada para «reducir la dependencia de Rusia»— se esconde un triunfo de los lobbies energéticos texanos. Empresas como Cheniere Energy (accionista mayoritario: BlackRock) ya han cerrado contratos de 20 años con europeas como Eni (Italia) y SEFE (Alemania).
- Inversiones: 600,000 millones adicionales en infraestructura crítica estadounidense, desde semiconductores hasta energías limpias. Un estímulo para la industria de EE.UU., financiado con capital europeo.
- Defensa: «Cientos de miles de millones» en compras de armamento a Lockheed Martin y Raytheon. Aquí, la ironía es cruel: el plan ReArm Europe, que relaja las reglas fiscales para gastar 650,000 millones de euros en defensa, terminará engrosando las cuentas de los mismos contratistas que dominan el Pentágono.
Los perdedores silenciosos (y los ganadores estridentes)
El coste sectorial es devastador:
- Automotriz: el arancel del 15% costará a Alemania «miles de millones al año». Volkswagen ya reporta pérdidas de 1,300 millones; BMW y Mercedes, pese a ganar 4,000 millones por la rebaja desde el 27.5%, enfrentan presiones para trasladar producción a EE.UU.
- Farmacéuticos: con un 60% de las importaciones estadounidenses, Europa asumirá entre 13,000 y 19,000 millones en costes adicionales.
- Química y acero: la industria germana (VCI) tilda el 15% de «inaceptable»; el 50% en metales sigue inamovible.
Mientras, los ganadores son obvios:
- El complejo militar-industrial: el mercado global de defensa, que alcanzará 2.4 billones en 2033, tiene en Lockheed Martin a su principal beneficiario.
- El shale gas texano: los contratos a largo plazo aseguran demanda para la próxima década.
- Las élites tecnocráticas: el acuerdo fue negociado por y para las corporaciones transatlánticas, con una vaguedad deliberada («no jurídicamente vinculante») que permite a ambos bandos venderlo como victoria doméstica.
Las consecuencias macroeconómicas son graves: una contracción del 0.5% en el PIB de la UE (hasta 1% en Hungría) y la pérdida de 8,000-10,000 empleos por cada 1,000 millones en exportaciones recortadas. Pero lo más preocupante es la erosión estratégica. Como advirtió Viktor Orbán —con su habitual retórica incisiva—, Von der Leyen negoció «como peso pluma». Europa ha intercambiado soberanía por un espejismo de estabilidad, hipotecando su autonomía energética, industrial y de defensa.
El mensaje es claro: en el jardín trasatlántico, solo crecen las flores que Washington riega. Y hoy, Europa ha aceptado ser parte del paisaje."
(Alejandro Marcó del Pont, blog, 30/07/25)
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