11.7.25

Lo que puede acabar con el gobierno de Sánchez: los cambios en defensa... Mark Rutte, secretario general de la OTAN, demanda que destinemos el 5% del PIB anual. Satisfacer esas exigencias sería un grave problema para el gobierno de Sánchez... Gastar 50.000 o 60.000 millones anuales no puede llevarse a cabo sin causar daños. Esa cantidad (e incluso la mitad) tendría que recaudarse reduciendo prestaciones, aumentando impuestos o haciendo las dos cosas a la vez. Los efectos en los bolsillos de las familias serían notables, y es complicado que un gobierno de Sánchez presionado en varios frentes pudiera resistir a un parón brusco de la economía... Sánchez está intentando encontrar aliados europeos para explorar caminos... Un gasto elevado en defensa traerá complicaciones en la UE, en cuanto a la cohesión territorial, dado el diferente margen fiscal del que disponen los distintos países (Esteban Hernández)

 "Hay pocos asuntos tan relevantes como la defensa en el momento presente. La salida europea de esta época convulsa ha priorizado la inversión en el sector. Alemania se ha puesto a la cabeza e incluso ha cambiado las reglas presupuestarias vigentes durante mucho tiempo para acometer un gasto que entiende imprescindible. Rusia está de fondo, pero también su industria.

Este giro obligará al resto de países europeos a aumentar la cantidad presupuestaria que dedican a seguridad y defensa. Hay países con margen de maniobra fiscal, pero no es el caso de España. El holandés Mark Rutte, secretario general de la OTAN, demanda que destinemos el 5% del PIB anual. Satisfacer esas exigencias sería un grave problema para el gobierno de Sánchez, tanto por motivos políticos (el apoyo de los partidos del bloque de investidura sería muy difícil de conseguir) como por razones económicas. Gastar 50.000 o 60.000 millones anuales no puede llevarse a cabo sin causar daños. Esa cantidad (e incluso la mitad) tendría que recaudarse reduciendo prestaciones, aumentando impuestos o haciendo las dos cosas a la vez. Los efectos en los bolsillos de las familias serían notables, y es complicado que un gobierno de Sánchez presionado en varios frentes pudiera resistir a un parón brusco de la economía.

Sánchez está intentando encontrar aliados europeos para explorar caminos. La deuda mancomunada, como ocurrió con los fondos del Covid y una inversión menor y más flexible es su propósito. Hay países que coinciden con él, pero otros no parecen dispuestos a ceder. El eje París-Berlín-Varsovia está cobrando un nuevo peso.

Un propósito existencial

El sector de seguridad y defensa trae más novedades, que alcanzan a cuestiones ideológicas. Alex Karp, Ceo de Palantir, y una de las figuras que más ha apoyado al presidente Trump, es quien más claramente expone las nuevas perspectivas. Karp forma parte de esos inversores que provienen del private equity y que han visto cómo las empresas que financiaban eran frenadas por las big tech. En The Technological Republic, su reciente libro, se suma a la crítica que otras figuras del sector, como Marc Andreessen o su socio Peter Thiel, había realizado a Silicon Valley: las grandes empresas se han convertido en mastodontes escasamente capaces de desarrollar la innovación. Las enormes firmas del pasado se enfrentaron a los creadores tecnológicos y perdieron; algo similar anticipan respecto del futuro de la defensa.

Para Karp, este cambio tiene que ver también con un aspecto existencial: las empresas tecnológicas están demasiado centradas en el ocio, en los pasatiempos, en el consumo pasivo de tiempo (las redes sociales), en las compras y en los viajes, por lo que no añaden ningún propósito significativo a su sociedad. Desde su perspectiva, el capital se está invirtiendo en promover la desorientación cultural y la ausencia de sentido vital.

La forma de solucionar este problema, subraya Karp, es reorientar la industria tecnológica hacia la seguridad, de modo que se convierta en un instrumento efectivo para defender los valores estadounidenses, pero también su hegemonía. El vínculo de los creadores tecnológicos con las necesidades de Washington daría un sentido a su tarea: no solo defenderían a su país, sino que estarían protegiendo la herencia de la civilización occidental.

Grandes empresas obsoletas

Menos ideológico en sus argumentos es Erik Prince, fundador de la empresa militar Blackwater y director de otra firma de private equity, Frontier Resource Group. En una conferencia pronunciada hace pocos meses, señalaba cómo la perspectiva del Pentágono, su manera de enfocar la producción, de entrenar a los soldados y de plantear los combates, se había quedado atrasada. La guerra de Ucrania y las de Oriente Medio estaban demostrando hasta qué punto el nivel de innovación en el armamento ha dejado fuera de juego a la industria ligada al Pentágono, siempre pendiente de lo grande y de lo caro.

El futuro de la defensa "pasa por esa gente que trabaja en un garaje y que tiene un sueño"

El nivel de innovación que ha tenido lugar en la guerra de Ucrania, donde se han utilizado la inventiva, el reciclaje y la adaptación para producir armamento eficaz y barato, demuestra que el futuro pasa por “esa gente que trabaja en un garaje y que tiene un sueño”. Los cambios no van a venir del sector público, sino del privado, y se conseguirá mediante personas inteligentes que sepan sacar partido a la tecnología. Según Prince, la falta de liderazgo y los enfoques poco eficaces han conseguido que, en este momento, si EEUU no esté preparado para iniciar una guerra a causa de Taiwán. El inversor solicitaba que se frenasen los absurdos e hipercaros programas del ministerio de defensa estadounidense y que se abriera el grifo al sector privado. Solo así podrán superar a China.

La contradicción está en que esas empresas que critica pertenecen ya al sector privado: las firmas que ganan grandes sumas facilitando toda clase de armas al ejército estadounidense no son estatales. Sin embargo, a lo que se refiere Prince es a otra cosa: las grandes y acomodadas firmas del sector tendrían que dejar espacio a las del private equity. Eso apartaría más tecnología, más cambios y una nueva perspectiva.

Pero, más allá de la defensa de sus intereses económicos, tiene razón en parte. Los cambios que la tecnología está produciendo ya en el terreno bélico son notables, y es probable que se hagan mayores en un plazo relativamente corto de tiempo. La aplicación de la IA a la guerra es un hecho. China está desarrollándose en ese terreno y EEUU quiere limitar su recorrido. La hegemonía militar se vuelve a jugar en el dominio tecnológico y Washington quiere conservarla como sea.

 Una posibilidad de salida

La suma de todos estos elementos, que son tendencias de futuro, anticipa pocos elementos positivos para el gobierno español, pero también para Europa en su conjunto. Un gasto elevado en defensa puede generar efectos adversos en la economía española y provocará dificultades políticas. En la UE traerá complicaciones en cuanto a la cohesión territorial, dado el diferente margen fiscal del que disponen los distintos países. Además, si la innovación va a provenir de la inteligencia artificial, se trata de un sector en el que estamos retrasados respecto de las grandes potencias. Y si los cambios tecnológicos se producen, como asegura Karp, desde un propósito nacionalista hegemónico, se constatará que estamos en un mundo de guerra fría declarada, con Europa como actor secundario.

El único aspecto positivo, en este sentido, es la lección que cabe extraer de Deepseek, un sistema de inteligencia artificial que consiguió ser muy efectivo a partir de una inversión reducida: privilegió la iniciativa y relegó a un segundo lugar a la fuerza bruta. En otras palabras, si como asegura Prince, ya no es tan importante el gasto elevado como la inventiva, y si el camino pasa por el talento, quizá el enfoque europeo en defensa debería ser otro, y centrarse en cómo conseguir resultados con un coste menor, lo que ayudaría además a reducir dependencias de potencias exteriores. En inteligencia artificial, España tiene asignado el papel de cultivador de datos (implantaremos centros de datos para empresas que no son europeas ni españolas). En defensa puede ocurrir lo mismo, que España y Europa se centren en los elementos menos innovadores y más prescindibles."

 ( Esteban Hernández , El Confidencial, 01/06/25)

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