"Sébastian Lecornu es el nuevo primer ministro francés, el sexto de los ocho años de gobierno de Macron. Francia se enfrenta a una crisis de profundas raíces, crisis que se encuentra en su fase más aguda, con una deuda pública del 114% y problemas socioeconómicos que amenazan con arrastrar al país al caos. Tras la caída del primer ministro Bayrou, Emmanuel Macron se encuentra ahora rodeado de sus pocos leales durante un periodo de anuncios de recortes del gasto público, suspensión del aumento de las pensiones y recortes de casi 50.000 millones de euros para una reforma financiera exigida por el BCE, reforma que no será aceptada por los franceses, que amenazan con paralizar el país con huelgas y suspensiones de servicios públicos.
Pero la crisis política francesa refleja el estado de coma e indefensión en el que se encuentra toda Europa. Francia ha sido un laboratorio para líderes experimentales, creados desde cero, hologramas de las oligarquías financieras globales para concentrar el poder entre las fuerzas centristas y aislar a los soberanistas como Le Pen y la izquierda populista de Mélenchon. Esto se debe a un sistema electoral de doble vuelta que impide que Agrupación Nacional [Rassemblement Nationale] gane las elecciones, a pesar de ser el partido líder de Francia. Los partidos moderados se han unido en torno al protegido de Rothschild con un gobierno minoritario, pero esto no ha garantizado que Francia pueda evitar la crisis económica con la urgente necesidad de reformas sangrientas y trágicas, las cuales ya están provocando protestas violentas que amenazan la estabilidad social del país. Se han producido enfrentamientos, con 675 detenidos, en las principales ciudades y en la capital, donde manifestantes vinculados a grupos de extrema izquierda exigen la cabeza de Emmanuel Macron.
Pero el estado paralizado de Francia refleja el de Bruselas, los Merz y los Starmer. Las élites desacreditadas, que gobiernan con ejecutivos frágiles y escaso apoyo popular, se ven presionadas por un coste de vida insostenible y políticas de desindustrialización dictadas por la ideología ecologista, que han sumido a naciones acostumbradas a la prosperidad en una creciente pobreza y en dificultades económicas. Las políticas de inmigración indiscriminadas y el fracaso del modelo multicultural han propagado una insoportable sensación de inseguridad, acompañada del constante auge de la derecha soberanista. En Francia, el fracaso del modelo multiétnico está alcanzando su punto álgido, y Macron ahora prueba suerte con otro primer ministro, que tendrá que consultar con los socialistas, los republicanos y lo que queda de los partidos moderados para formar un gobierno tan inconsistente como los que le precedieron, pero con la ingrata tarea de implementar recortes del gasto público que el pueblo francés no parece ni remotamente dispuesto a aceptar. Incluso si el gobierno liderado por el exministro de Defensa fracasara, surgiría un gobierno tecnocrático al estilo de Monti para reemplazar a la Troika, lo que resultaría en algo similar a lo que vivimos en Italia.
Pase lo que pase, será una masacre de la que no sabemos si Macron sobrevivirá. Tanto el movimiento callejero "Blocouns Tout" [Bloqueémoslo Todo] como la Agrupación Nacional reclaman como inaceptable la situación y exigen con vehemencia nuevas elecciones y la dimisión definitiva del presidente Macron. Los enfrentamientos callejeros han sido condenados sistemáticamente, al igual que la presencia de los "black block " [el “bloque negro” alude a una determinada táctica de manifestación, debida a la vestimenta negra que dificulta la identificación de los manifestantes pero que pueden ser elementos que revientan la causa de la protesta por su violencia, y así la desprestigian en beneficio del gobierno, N. del T. ]: no se puede descartar que el nuevo gobierno pueda utilizar los disturbios y la violencia como pretexto para promulgar leyes especiales y suspender las garantías constitucionales, como hizo De Gaulle en 1961.
Las "democracias iliberales" ya han demostrado repetidamente su disposición a ignorar sus propios principios, a menudo utilizando el hacha judicial para eliminar a oponentes políticos incómodos, como ocurrió con Le Pen, quien fue condenada en primera instancia por cargos falsos. Las leyes represivas siempre pueden utilizarse para imponer medidas de emergencia que protejan el poder de Macron en las calles. Si la situación se deteriorara, la estabilidad social se debilitara y los suburbios estallaran, como ha sucedido en innumerables ocasiones, es razonable esperar la represión de los levantamientos, lo que resultaría en la suspensión de los derechos fundamentales y la posibilidad de disidencia.
Como se mencionó anteriormente, la crisis francesa refleja la parálisis de las instituciones democráticas, que ahora solo cumplen fines nominales. El sistema de gobierno de Macron es el ejemplo más emblemático de la esclerosis de las clases políticas europoides, reducidas a oligarquías autoproclamadas carentes de legitimidad popular. El ejemplo francés es actualmente el más impactante, ya que es el país donde la sociedad occidental exhibe todos sus fracasos, desde los vinculados a la crisis de representación de los regímenes "liberales", pasando por los delirios ideológicos de una sociedad fluida, la inseguridad y el ataque a la identidad europea, hasta las sociedades seculares y descristianizadas amenazadas por la intromisión y el fundamentalismo de las sociedades islámicas. La crisis francesa refleja el estado del continente y sus grupos de poder, que solo se representan a sí mismos, a los lobbies bancarios y a las armas en las que confían.
La retórica beligerante que busca la confrontación directa con Rusia también debe verse en este contexto. Las autocracias son el espectro contra el que se dirigen las crecientes tensiones en Europa, mientras que, internamente, el peligro reside en las facciones de derecha que se alinean con los objetivos expansionistas del dictador del Kremlin. Naturalmente, estas contradicciones están destinadas a explotar como una bomba de relojería, y los Macron y Von der Leyen están prolongando el tiempo hasta que sean derrocadas por la presión de una nueva fase que requerirá actores políticos más capaces. Todo poder, incluso el que se reviste de imagen democrática, no es intocable, y un cambio de paradigma estará determinado por las necesidades de la historia.
Todas las encuestas muestran desafección, si no desprecio absoluto, hacia la UE y los líderes de sus países miembros. Von der Leyen es una imagen vívida y emblemática de la incompetencia y la corrupción moral de los representantes de este proyecto fallido llamado Unión Europea. El llamamiento retórico a la unidad y la "difícil prueba" que la UE debe afrontar, con Rusia a sus puertas amenazando con una invasión, ya no inspiran entusiasmo, tanto que incluso la prensa y los medios de comunicación se ven obligados a reconocerlo. En su momento de mayor debilidad, la UE avanza hacia un rearme antirruso para compensar su inconsistencia política. Años de indecisión, políticas post-ideológicas, políticas económicas de austeridad imprudentes e inmigración descontrolada nos han dejado con una Unión que es un fracaso histórico.
El caos francés es la imagen nacional de lo que está sucediendo a escala continental. Francia no es el único enfermo de Europa; si acaso, es el más avanzado: Gran Bretaña, Alemania, pero también España e Italia padecen los mismos problemas. Con un indicador por encima de todos, la demografía, dando la voz de alarma, la principal señal de alarma para el futuro vital del continente. El gobierno de Macron podría permanecer en el poder unos meses más, una farsa hasta 2027, año de las elecciones presidenciales, con la esperanza de reafirmarse con una Le Pen marginada, pero los factores críticos persistirán incluso después de que deje el cargo. Este gobierno será la última oportunidad de Macron para jugar, y esta vez, no está claro si se mantendrá aferrado al poder. Lo positivo es que la presión sobre su enésima remodelación de gobierno aumentará hasta niveles insostenibles, y que su caída podría desencadenar un efecto dominó que liberará a Europa de los peores grupos gobernantes de su historia. Solo entonces será posible reconstruir una Europa verdaderamente soberana, consciente de su papel histórico y geopolítico."
(A. Terrenzio, Conflitti y Strategie, 14/09/25, traducción Carlos X. Blanco)
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