"No estamos acostumbrados a recibir buenas noticias desde Estados Unidos. El Asalto al Capitolio y, sobre todo, el fallido proceso de impeachment posterior abrió las puertas a esta segunda legislatura de Trump que nos sobresalta constantemente con actos reprobables como arrestos arbitrarios en manifestaciones, el despliegue de la guardia nacional en ciudades mayoritariamente demócratas, una política migratoria crudelísima, o el ataque frontal a las universidades. En los últimos meses, leo en las redes sociales de mis amigos que viven allí o escucho directamente de su voz cómo se restringen unas libertades cada vez más amenazadas: la de expresión, la de cátedra, o la informativa. Algunos (latinos, homosexuales, migrantes…) confiesan un miedo atroz que se percibe en la manera de contar las historias: con elipsis, midiendo las palabras, ejecutando una cautela impropia de cualquier sistema democrático; o, dicho de otra forma: autocensurándose. Y otros, directamente, me piden consejo para instalarse en España, país que contemplan con admiración, casi como un paraíso occidental donde "aún queda izquierda" –según el testimonio de uno de ellos. Rebuscar en el árbol genealógico para intentar obtener un pasaporte europeo se está convirtiendo en una práctica habitual, dados los casos de los que tengo conocimiento.
He estado todo tan untado de grisura, de terror y silencios en los últimos meses que, de repente, ver a millones de personas congregadas en las calles de los 50 Estados, en decenas de ciudades, protestando pacíficamente contra lo que consideran un abuso de poder presidencial transmite una esperanza inusitada. Familias con niños, ancianos, jóvenes… portando pancartas que claman por la democracia, exigiendo el respeto a los derechos que garantiza la constitución; regueros de humanidad junta en torno al lema "Sin Rey", referencia directa a la fundación del país como estado federal libre del yugo de la monarquía británica; la ciudadanía unida en torno a unos pilares políticos fundamentales a los que no quieren renunciar: todo ello ha dejado imágenes sobrecogedoras el pasado fin de semana. Lo son porque cada persona que ha asistido a las concentraciones lo ha hecho a sabiendas del peligro que corre en ese clima de reducción de sus garantías legales, pero también porque la presión de esas multitudes guarda el potencial de activar a un partido demócrata que, ya desde antes de la estrepitosa derrota electoral en 2024, ha demostrado una ineptitud generalizada para reorganizarse, revitalizar su liderazgo, y plantar cara a los desmanes republicanos. Al final, las movilizaciones a gran escala quizá sean las que azucen una respuesta democrática institucional a la altura, algo indispensable de cara a los comicios de medio mandato el año que viene.
La reacción del presidente no se ha hecho esperar, por ahora en forma de video. Realizado con Inteligencia Artificial (puede verse en un tuit de Almudena Ariza), en él aparece el mandatario pilotando un avión de combate con la inscripción "Rey Trump" que descarga toneladas de heces líquidas contra montones de manifestantes en Nueva York. El falso monarca lleva puesta una corona. Ya hablé por aquí de la infantilización de la política, un fenómeno que espectaculariza y banaliza lo que debiera ser la gestión responsable de lo público y trata a los ciudadanos como si fuesen idiotas –¿realmente hace falta convertirse en protagonista de un pseudo-videojuego para expresar desacuerdo?– pero, más allá de la performance grotesca, el video transmite mensajes más preocupantes: una connotación belicista del poder ejecutivo; una falta de convivencia marcada por el enfrentamiento y la escatología; un ataque a la memoria histórica de la nación y sus principios fundadores; un desprecio a todo el electorado, incapaz de ejercer el derecho a la protesta sin que le lluevan chorros de inmundicia. El manejo estratégico de la mierda permitiría bromas infinitas si no fuese porque el asunto sobre el que reflexiono es demasiado serio.
Sin embargo, el video también comunica un reconocimiento implícito de que esa oposición no es minoritaria, pues las avenidas se dibujan atestadas de gente, y aquí, estimo, es donde hay que poner en el foco: en el hastío de una población, cuyo número va en aumento, que ha visto mermada sus libertades, que ha perdido poder adquisitivo debido a la inflación causada por la guerra arancelaria, que sabe del incremento del paro y siente incumplidas las promesas de mejoría económica, entre otras muchas. La ocupación masiva del espacio público se ha efectuado, además, desde un humor inteligente que bebe de la sátira: disfraces, muñecos inflables con el rostro del presidente o mascotas confeccionadas como símbolo de resistencia dejaban entrever el carácter sosegado de quien no busca la confrontación. ¿Hay futuro democrático para Estados Unidos? Mañana, probablemente, vuelva a leer los mismos comentarios desesperados de mis amigos y retornen las informaciones poco halagüeñas, pero esas calles han logrado concitar cierto optimismo que, si se mantiene en el tiempo, tal vez consiga modificar el rumbo tenebroso que ha ido adquiriendo la historia últimamente."
(Azahara Palomeque , Público, 20/10/25)
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