21.10.25

Cousas veredes... No estamos acostumbrados a recibir buenas noticias desde Estados Unidos... leo en las redes sociales de mis amigos que viven allí o escucho directamente de su voz cómo se restringen unas libertades cada vez más amenazadas: la de expresión, la de cátedra, o la informativa. Algunos (latinos, homosexuales, migrantes…) confiesan un miedo atroz... otros, directamente, me piden consejo para instalarse en España, país que contemplan con admiración, casi como un paraíso occidental donde "aún queda izquierda"... Rebuscar en el árbol genealógico para intentar obtener un pasaporte europeo se está convirtiendo en una práctica habitual... He estado todo tan untado de grisura, de terror y silencios en los últimos meses que, de repente, ver a millones de personas congregadas en las calles de los 50 Estados, protestando pacíficamente contra lo que consideran un abuso de poder presidencial, transmite una esperanza inusitada... cada persona que ha asistido a las concentraciones lo ha hecho a sabiendas del peligro que corre en ese clima de reducción de sus garantías legales, pero al final, las movilizaciones a gran escala quizá sean las que azucen una respuesta democrática institucional a la altura, algo indispensable de cara a los comicios de medio mandato el año que viene... Mañana, probablemente, vuelva a leer los mismos comentarios desesperados de mis amigos y retornen las informaciones poco halagüeñas, pero esas calles han logrado concitar cierto optimismo que, si se mantiene en el tiempo, tal vez consiga modificar el rumbo tenebroso que ha ido adquiriendo la historia últimamente (Azahara Palomeque)

 "No estamos acostumbrados a recibir buenas noticias desde Estados Unidos. El Asalto al Capitolio y, sobre todo, el fallido proceso de impeachment posterior abrió las puertas a esta segunda legislatura de Trump que nos sobresalta constantemente con actos reprobables como arrestos arbitrarios en manifestaciones, el despliegue de la guardia nacional en ciudades mayoritariamente demócratas, una política migratoria crudelísima, o el ataque frontal a las universidades. En los últimos meses, leo en las redes sociales de mis amigos que viven allí o escucho directamente de su voz cómo se restringen unas libertades cada vez más amenazadas: la de expresión, la de cátedra, o la informativa. Algunos (latinos, homosexuales, migrantes…) confiesan un miedo atroz que se percibe en la manera de contar las historias: con elipsis, midiendo las palabras, ejecutando una cautela impropia de cualquier sistema democrático; o, dicho de otra forma: autocensurándose. Y otros, directamente, me piden consejo para instalarse en España, país que contemplan con admiración, casi como un paraíso occidental donde "aún queda izquierda" –según el testimonio de uno de ellos. Rebuscar en el árbol genealógico para intentar obtener un pasaporte europeo se está convirtiendo en una práctica habitual, dados los casos de los que tengo conocimiento.   

(Azahara Palomeque , Público, 20/10/25)   

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