9.10.25

El futuro del partido socialista: por qué España es una excepción... la supeditación de los socialistas europeos al bloque popular es algo que conoce Manfred Weber, el líder del PPE, que está muy cómodo con los socialistas del norte... El problema en ese escenario es Pedro Sánchez y su poder de contaminación. Weber ha declarado que su deseo es que la realidad política española no se extienda por toda Europa... El contexto general tiene una excepción: España. Sánchez ha apostado por una fórmula para mantenerse en el poder que choca con la utilizada por los países europeos, en los que la sanidad, la educación, la legislación laboral y las pensiones están bajo revisión... Los socialistas de Francia o España son conscientes del coste que supondrá para sus países... Alemania está presionando para que el sur no ponga obstáculos... Es otro equilibrio más que tendrá que realizar Moncloa en ese permanente caminar en el alambre. Y no se trata solo de Sánchez: esos equilibrios tan complicados definen el momento de los socialdemócratas europeos (Esteban Hernández )

 "En el último ‘Viva’ de Vox, que se celebró el domingo pasado, una de las intervenciones estelares fue la de Giorgia Meloni. Resultó llamativa, porque si bien la presidenta italiana tiene relación de amistad con Abascal, el grupo europeo que lidera, ECR, ha adoptado posturas diferentes de las que mantiene Patriots, al que pertenecen Fidesz, Rassemblement National y Vox. Su discurso, por muy cariñoso que fuera con el partido español, estuvo en línea con las posturas que mantiene últimamente Meloni y que parecen alejarla de Abascal. Posición dura con Rusia, una distancia medida con Israel, moderación en algunas posiciones previas a su llegada al gobierno: el tipo de discurso que se considera razonable entre las derechas tradicionales europeas.

Sin embargo, Meloni aludió también a la existencia de tres grupos a la derecha del Partido Popular Europeo en el europarlamento y a los lazos ideológicos que los unen. Son una fuerza que puede cambiar el eje político que domina el continente. Hasta ahora, Von der Leyen, que pertenece a los populares, se ha apoyado en socialistas y liberales, e incluso en los verdes. La presidenta italiana es consciente de que la alianza del PPE con los tres grupos de la derecha crearía una mayoría con una visión muy diferente de la actual. Se trata de un objetivo no olvidado: el cambio de eje es una aspiración compartida.

El PPE ocupa el lugar central de la política europea, pero está cada vez más sujeto a presiones desde ambos lados. Se han anunciado dos mociones de censura contra Von der Leyen, una instigada desde la derecha y otra desde la izquierda. Se adivinan muy pocas opciones de que alguna de las dos triunfe, pero los mensajes que envían son evidentes. El establishment de la política europea, la alianza que ha gobernado desde hace mucho tiempo, es cuestionado. La animadversión contra Von der Leyen forma parte de ello.

No es únicamente un problema de la Unión Europea, sino una constante de sus espacios políticos centrales. En Francia, la alianza entre los liberales de Macron y la derecha republicana no logra aprobar un presupuesto, porque enfrente tiene a Mélenchon y a Le Pen. El nuevo primer ministro, Lecornu, está intentando sumar a la coalición a los socialistas como solución de urgencia. Merz tiene problemas menos serios, pero también cuenta con obstáculos. Gobierna en coalición con los socialdemócratas alemanes, y el poco tiempo que lleva al frente del ejecutivo ha servido para que la extrema derecha, AfD, crezca en intención de voto.

El PPE se mueve en una posición ambigua. Ha de hacer concesiones a sus socios, pero también se beneficia de la amenaza de las derechas

Los lugares determinantes de la política europea, Alemania, Francia y Bruselas, se ven atravesados por situaciones similares. La imposibilidad de que un partido gobierne en solitario y las dificultades para llegar a acuerdos con teóricos socios dificultan enormemente la gobernabilidad. Hay que trazar nuevas alianzas para conseguir mayorías más sólidas, y eso resulta muy complicado sin que alguna de las formaciones tradicionales defraude a su electorado.

La debilidad de los socialistas

En este escenario, el PPE se mueve en una posición ambigua. Sufre por la necesidad de hacer concesiones a los socios, pero también se beneficia de las nuevas posibilidades. Existía un compromiso por el que los populares no se apoyarían en las derechas populistas y extremas para aprobar medidas, pero esa posición es cada vez menos firme. Algunos eurodiputados socialistas se quejan de que el PPE aprovecha la situación para forzar la máquina negociadora, bajo la amenaza de que, si el resto de partidos no cede, tendría que llegar a acuerdo con los grupos a su derecha. El PPE también obtiene réditos del nuevo contexto.

Los partidos socialistas tienen que elegir entre apoyar al bloque sistémico u oponerse a él y liderar el descontento de izquierdas

Los partidos socialistas lo tienen complicado porque, en este cambio de los tiempos, poseen menos fuerza que sus rivales. El caso francés, una vez más, prefigura la situación general. En la negociación para los presupuestos, liberales y conservadores tradicionales intentan atraer a su terreno al partido socialista en un momento en el que el objetivo principal es reducir el déficit público. Es un objetivo que implicará recortes en las prestaciones y pérdida de poder adquisitivo, y los votantes progresistas verían mal que los socialdemócratas apoyaran ese programa. El expresidente Hollande señaló que hay varios puntos innegociables si se quiere el voto socialista, como el gravamen a las grandes fortunas, una mayor contribución de las grandes empresas o la protección de las pensiones de cuantía más baja. Más allá de lo que logren negociar, y de que finalmente los socialistas apoyen o no a Lecornu, lo cierto es que la huelga general del pasado miércoles revela la capacidad de movilización de la izquierda, mientras que las encuestas ratifican la fuerza de Le Pen. De manera que los socialistas tienen que decidir entre sumarse al bloque sistémico y arriesgarse a perder más espacio por su izquierda, u oponerse a él y tratar de encabezar a la izquierda en una rebelión que, probablemente, beneficiaría a Le Pen. La apuesta preferida de los socialistas pasaría por cobrar fuerza para atraer a muchos votantes de Macron y de esa manera convertirse en el centro del bloque sistémico, pero tampoco parece demasiado fácil.

Esa posición endeble de la izquierda se muestra con nitidez en el caso alemán. Merz ha trazado un programa muy definido, que facilita un déficit público bajo y su capacidad fiscal, mediante el cual se invertirá en defensa y en infraestructuras, pero que recortará las prestaciones públicas y las exigencias regulatorias. Los socialdemócratas son socios de gobierno de Merz. Tienen poco que ganar y mucho que perder si dejan hacer a Merz en el terreno de los recortes al estado del bienestar. Es un terreno en que el votante de derechas se siente cómodo, pero que el socialdemócrata acepta difícilmente. Sin embargo, el SPD tampoco tiene muchas más opciones, porque está en un nivel de aceptación popular bajo tras el gobierno de Scholz y con AfD creciendo: no puede cargar con el peso de romper un gobierno.

Weber ha declarado que su deseo es que la realidad política española, con Pedro Sánchez a la cabeza, no se extienda por toda Europa

Esa supeditación de los socialistas al bloque popular es algo que sabe Manfred Weber, el líder del PPE. Weber está muy cómodo con los socialistas del norte, y con dirigentes como la danesa Mette Frederiksen, que entienden la necesidad de acomodarse a los propósitos de futuro de la derecha alemana. El problema en ese escenario es Pedro Sánchez y su poder de contaminación. Weber ha declarado que su deseo es que la realidad política española no se extienda por toda Europa.

Derecha e izquierda, norte y sur

Weber está presionando para que el centroizquierda europeo escoja posición. Si deciden formar parte del bloque sistémico, habrán de supeditarse a las necesidades de ese espacio, que no les son muy favorables. Muchas de las principales propuestas progresistas, ligadas al cambio climático, a la descarbonización y a la ampliación de derechos, están en franco retroceso en Europa. El ambiente bélico fomenta nuevos objetivos. Y, en ese cambio de paso, el estado del bienestar es la siguiente pieza. La sanidad, la educación, la legislación laboral y las pensiones están bajo revisión. Habiendo cedido en los primeros objetivos, hacerlo también en el debilitamiento del estado del bienestar hará daño a los socialdemócratas. Queda otra opción, que es apostar por una postura más aguerrida, más progresista y más movilizadora, que sea capaz de encabezar el descontento. Pero eso resulta improbable: requiere ribetes populistas que están lejos de la naturaleza de los actuales partidos socialistas europeos.

Una España dirigida por el PP estaría mucho más alineada con los propósitos germanos que la del gobierno de Sánchez y sus socios

El contexto general tiene una excepción: España. No se trata solo del enfrentamiento abierto entre los dos grandes partidos nacionales, con posiciones que parecen irreconciliables, sino de que Sánchez ha apostado por una fórmula para mantenerse en el poder que choca con la utilizada por los países europeos. De ahí el temor de Weber de que la realidad española se extienda por Europa. Los populares estarían mucho más cómodos con un partido socialista que fuera capaz de ofrecer sus votos, en caso de perder las elecciones, al candidato del PP, de modo que se impidiera la llegada de Vox y, con ella, que se hiciera más difícil el cambio de eje en el continente. De fondo, asoma Weber, que se siente cómodo con Sánchez en la medida en que implica un as en la manga: es una carta que puede justificar, como en España, una unión de las derechas, esa a la que aspiran Meloni y Abascal.

Sin embargo, las posiciones ideológicas deben ser complementadas con la variable territorial. El pasado jueves, el canciller alemán y el presidente español se reunieron en Madrid. Más allá de los obvios puntos de desencuentro, como Israel, lo que está de fondo es el plan alemán de salida de la crisis. La inversión en rearme y el recorte de prestaciones sociales y de debilitamiento de la regulación lleva a Alemania a apoyarse en los países del norte y a ser menos comprensivo con los déficits presupuestarios del sur. El eje geográfico europeo ha cambiado y los nuevos términos son menos favorables para países como España. El PPE europeo, como los conservadores alemanes, tiene claro el camino. Los socialistas del norte entienden esto perfectamente. Los de Francia o España también pueden comprenderlo, pero son conscientes del coste que supondrá para sus países. Es otro de los interrogantes para el futuro próximo. Por más que los socialistas hayan encontrado margen de maniobra en Europa hasta la fecha, se hace difícil creer que vayan a seguir gozando de él. Del mismo modo que en el continente los partidos progresistas están subordinándose a las necesidades de los conservadores, Alemania está presionando para que el sur no ponga obstáculos. En ese contexto, una España dirigida por el PP estaría mucho más alineada con los propósitos germanos que la del gobierno de Sánchez con sus socios de la izquierda. Es otro equilibrio más que tendrá que realizar Moncloa en ese permanente caminar en el alambre. Y no se trata solo de Sánchez: esos equilibrios tan complicados definen el momento de los socialdemócratas europeos." 

(Esteban Hernández  , El Confidencial , 21/09/25) 

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