"El periodista Romaric Godin (1973) es uno de los analistas más agudos para entender la situación política y económica de Francia. Tras haber seguido de cerca la crisis del euro como corresponsal en Fráncfort para el diario económico La Tribune, trabaja desde 2017 para el prestigioso digital Mediapart. En 2019, publicó el ensayo La guerre sociale en France, sobre la historia del neoliberalismo en ese país. En esta entrevista, Godin analiza la profunda crisis en Francia. El fracaso del proyecto neoliberal del presidente Emmanuel Macron ha desembocado en un Estado endeudado, una fuerte contestación en la calle y una inestabilidad política casi crónica, en la que se han sucedido tres primeros ministros en apenas un año.
¿Cómo analiza el nombramiento de Sébastien Lecornu como primer ministro?
Es el signo de la huida hacia adelante de Macron. Muestra que no contempla ninguna otra opción para gobernar que su propio bloque. El nombre de Lecornu ya sonó con fuerza en diciembre del año pasado, antes de que designara a Bayrou. Su nombramiento refuerza esta sensación de que el presidente tiene una lista con nombres y los va tachando a medida que van cayendo los responsables del Ejecutivo. El problema sigue siendo el mismo, ya que no vemos qué mayoría parlamentaria puede construir Lecornu. Cuenta con dos opciones y ambas resultan complicadas: un acuerdo con el Partido Socialista o con la Reagrupación Nacional (RN, extrema derecha) de Marine Le Pen.
¿Qué posibilidades ve de un acuerdo entre Lecornu y los socialistas? En España los grandes medios insisten en esta opción…
Lecornu cuenta con un perfil poco proclive a pactar con la izquierda y la sensación es que preferirá negociar los presupuestos del 2026 con la extrema derecha. Dicho esto, tampoco podemos descartar que intente un acuerdo con los socialistas. Quizás intentará lo que ya hizo (Michel) Barnier el año pasado, cuando propuso una medida simbólica, un impuesto especial a las grandes empresas, para darle un toque más social a las políticas de austeridad. Ahora Lecornu podría hacer lo mismo, con una tasa Zucman –un impuesto especial sobre el 2% del patrimonio de los 1.800 franceses más ricos– modificada que no comportara un gran impacto para las grandes fortunas.
¿Pero qué provecho sacarían los socialistas de un pacto de ese estilo? Podrían decir que actúa como un partido responsable, pero Macron es tan impopular en estos momentos que todos aquellos que se acercan a él terminan quemándose y desapareciendo políticamente. Bayrou había soñado durante 40 años con ser primer ministro. Cuando lo nombraron y al cabo de nueve meses nadie se lo tomaba en serio, su carrera quedó finiquitada. Ahora mismo Macron es como el ácido, resulta un peligro pactar con él.
¿Qué le hace pensar que el nuevo primer ministro preferirá un acuerdo con Le Pen?
Priorizo esta hipótesis debido a su perfil. No debemos olvidar que Lecornu es un exrepresentante de la derecha de Los Republicanos y que cuenta con buenas relaciones con dirigentes de la extrema derecha. Participó el año pasado en cenas entre barones macronistas, Le Pen y otros dirigentes de RN. Además, es un político con una fuerte vinculación con el departamento (provincia) del Eure, una zona del noroeste con una fuerte implantación de la ultraderecha. Además, no vemos ninguna disposición por parte de los macronistas a hacer concesiones en materia económica a la izquierda, ni siquiera satisfacer las exigencias moderadas del PS. No están dispuestos a aceptar la tasa Zucman, y eso que no es para nada revolucionaria y no tendría un gran impacto para los más ricos.
¿Cómo explica esta obstinación de Macron en materia económica?
Es importante entender esta radicalización del macronismo, que está relacionada con la actual crisis del capitalismo. No debemos olvidar que el espacio de Macron representa una emanación de los grandes capitalistas franceses. Como el crecimiento se ha debilitado y hay una fuerte presión sobre los beneficios, eso favorece que estas élites económicas estén poco dispuestas a hacer concesiones respecto a la redistribución de la riqueza. Y eso contribuye al actual bloqueo político. El “bloque central” –la alianza entre los macronistas y la derecha republicana– debería ser en teoría un espacio capaz de llegar a acuerdos con unos u otros. Pero el presidente actúa como si fuera ciego ante la realidad del país, y quiere imponer unas medidas neoliberales que son rechazadas por la mayoría de la población.
El balance de sus reformas neoliberales ha sido un fracaso…
Francia ha estado mal gobernada durante los últimos ocho años. Cuando eligieron a Macron presidente, prometió que aplicaría una serie de reformas neoliberales que acelerarían el crecimiento del país, pero ha sucedido todo lo contrario. Han aumentado las desigualdades. La pobreza se situó en 2023 en los niveles más elevados en el país en los últimos 30 años, con 9,8 millones de personas pobres tras un aumento de 650.000 en solo un año, según el INSEE. Los datos del Ministerio de Trabajo muestran, asimismo, que una parte significativa de los trabajadores han perdido poder adquisitivo durante los últimos cinco años, en los que los salarios aumentaron un 13% y la inflación fue del 13,7%.
Los informes de Eurostat muestran que Francia es uno de los pocos países de la Unión Europea donde la pobreza creció durante la última década. El porcentaje de la población por debajo de ese umbral pasó del 13,6% en 2015 al 15,4% en 2023. ¿A qué se debe?
Antes de que Macron llegara al Elíseo en 2017, los niveles de pobreza en Francia eran claramente inferiores a los de Alemania. Se hablaba poco de ello, y eso que se trataba de uno de los grandes éxitos del modelo social galo. Tras casi una década en que los distintos gobiernos se han dedicado a debilitar ese modelo, no resulta sorprendente este importante crecimiento de la pobreza. Esta tendencia se debe a una mayor presión sobre los salarios a partir de la reforma laboral de 2017, que menoscabó la capacidad de los trabajadores de exigir subidas salariales. A eso se le suman el aumento de los precios del alquiler y la disminución de las cotizaciones sociales sobre los salarios más bajos. Por un lado, han potenciado un modelo destinado a crear puestos de trabajo mal pagados y, por el otro, han debilitado el estado del bienestar que permitía corregir estas desigualdades. Todo ello ha desembocado en una máquina de crear pobreza.
¿Cómo explica que Francia haya podido endeudarse tanto –más de 1.000 millones de euros desde 2017– durante una última década de precarización de la sanidad y la educación públicas?
El origen del déficit no se encuentra en el Estado del bienestar. Aunque la Seguridad Social sufre un déficit de 15.000 millones de euros, eso no explica la situación de las arcas públicas. Francia se ha endeudado porque ha invertido en la empresa privada de manera masiva en la última década, y esas ayudas no han sido rentables. Las bajadas de impuestos, exoneraciones de las cotizaciones a la Seguridad Social, subvenciones directas o los planes de impulso han aportado finalmente como resultado que se haya debilitado el crecimiento –de apenas el 0,6% del PIB este año– y haya bajado la productividad. Todas estas ayudas representan cada año hasta 211.000 millones de euros. Si el Estado da todo ese dinero, pero eso no sirve para que haya crecimiento, entonces recauda menos y se endeuda. En definitiva, esta situación es fruto del fracaso de las políticas neoliberales de la oferta llevadas a cabo por Macron y sus predecesores (Nicolas Sarkozy y François Hollande).
¿Otros países como España, Alemania o Reino Unido también dan tantas ayudas a las empresas?
Cuesta saberlo porque prácticamente no hay estadísticas sobre ello. En Francia se conoce la cifra de 211.000 millones anuales porque recientemente hubo un informe del Senado sobre esta cuestión. Estados Unidos con Joe Biden también dio importantes ayudas a las empresas, aunque en ese caso al menos sirvieron para que el PIB creciera un 3%. Eso no es lo que sucede en Francia, donde la economía apenas crece. Uno de los grandes problemas es que no dispone de un modelo económico claro, más allá del hecho de que en las últimas décadas los distintos gobiernos franceses han promovido la creación de puestos de trabajo mal remunerados bajando las cotizaciones sociales para esos empleos.
¿Qué le parece la posibilidad de que Francia se enfrente a un ataque de los mercados en las próximas semanas o meses?
Todo es posible, pero me parece poco probable. No debemos olvidar que, si hubiera una crisis de la deuda francesa, no solo afectaría a ese país, sino también a Italia, Grecia o España. Además, hay que tener en cuenta que los mercados funcionan de manera dialéctica respecto a la política nacional. La situación del déficit ya era catastrófica a principios de 2024 y entonces no hubo ningún problema con la deuda gala en los mercados. En cambio, la prima de riesgo subió de manera considerable tras decisiones políticas, como la convocatoria el año pasado de elecciones anticipadas por parte de Macron o el anuncio a finales de agosto de Bayrou de someterse a un voto de confianza, sin prácticamente ninguna opción de superarlo.
Esta grave situación económica produce una fuerte indignación social. ¿Cómo analiza las últimas jornadas de protestas del 10 y 18 de septiembre?
En primer lugar, nos muestran que la indignación que ya había en 2018 con la revuelta de los ‘chalecos amarillos’ y en 2023 con la reforma de las pensiones sigue presente. Y eso tiene toda la lógica del mundo, porque la actual clase dirigente no escucha lo que pide el pueblo. Dicho esto, las últimas protestas han estado marcadas por una fuerte represión. El despliegue policial dificulta que el movimiento social se estructure, y también hace que mucha gente tenga miedo de protestar por el temor de recibir un porrazo. Tras las protestas del 10 de septiembre (impulsadas por el movimiento ciudadano “Bloquearlo todo”), los sindicatos han tomado el relevo. Pero el problema es que estos apuestan por una estrategia –consistente en organizar una jornada de huelga general cada dos semanas– que en 2023 se demostró que no es ganadora. Y me temo que el movimiento social va a ir debilitándose.
Estas manifestaciones parecen ser el reflejo del fracaso de la estrategia thatcherista de Macron, basada en ignorar las protestas en aras de acabar con la genuina tradición francesa de oponerse al neoliberalismo en la calle.
Es muy interesante esto que comenta. Macron ha intentado combatir la oposición de los franceses al neoliberalismo focalizándose en los sindicatos, porque estos eran la diana más fácil. Desde el inicio de su mandato, siempre ha ignorado sus protestas, ya fuera en 2017 contra una reforma laboral, en 2018 contra una reforma de la empresa ferroviaria SNCF o en 2023 contra el aumento de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años. En lugar de debilitar el deseo de revuelta de los franceses, sin embargo, esta posición ha provocado que la gente intente protestar fuera del marco sindical, como sucedió el 10 de septiembre.
Además, el problema consiste en que esta contestación no se ve reflejada en una alternativa política viable...
Sí, exacto. La oposición al macronismo está completamente dividida entre la extrema derecha y las distintas capillas de la izquierda (insumisos, socialistas, verdes…). Esta división impide que haya una traducción política de la indignación en la calle. Todo eso comporta una serie de contradicciones que han convertido a Francia en un polvorín permanente."
(Entrevista a Romaric Godin, Enric Bonet , CTXT, 03/10/2025)
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