2.11.09

La negociación del estado italiano con la mafia

"La idea fundamental que emerge de estas revelaciones es que una parte de los servicios secretos de Italia negoció con Cosa Nostra desde 1992 para intentar frenar los efectos devastadores del maxiproceso que los jueces Falcone y Borsellino habían puesto en pie.

En este momento, cinco arrepentidos distintos están contando a los magistrados y a la prensa un nuevo relato de aquellos convulsos años noventa. La actividad en las fiscalías de Milán, Palermo, Caltanisetta y Florencia es frenética. Y en las cloacas del Estado que juzgó a Andreotti y condenó a la Juventus a bajar a segunda división, las ratas empiezan a ponerse a cubierto.

Giovanni Brusca es quizá el arrepentido más fiable: no tiene nada que perder. Culpable confeso de más de 150 asesinatos, condenado a cadena perpetua, fue autor material del atentado contra Giovanni Falcone en el que murieron además su mujer, Francesca Morvillo, y tres escoltas. Brusca ha confesado haber liquidado al juez Rocco Chinnici, el jefe de Falcone en Palermo, con sus escoltas, y al pequeño de 13 años Giuseppe Di Matteo, a quien secuestró durante dos años y acabó disolviendo en ácido para purgar la culpa de su padre, un arrepentido.

Brusca ha contado a los jueces de Florencia que buscan a los autores intelectuales del atentado que cometió Cosa Nostra en esa ciudad, que Riina le confesó en 1992 que estaba negociando con Nicola Mancino, entonces ministro democristiano de Interior y hoy vicepresidente del Consejo Nacional de la Magistratura.

Otro arrepentido, el sicario palermitano Gaspare Spatuzza, reconoció ser el autor del atentado con coche bomba contra el juez Borsellino y sus seis guardias. Afirma que algunos capos de Cosa Nostra abrieron una nueva negociación política en 1993. El boss Giuseppe Graviano, dice, contactó con Marcello Dell'Utri. Y la mafia, que siempre había soñado con crear el partido Sicilia Libre, encontró "un nuevo referente político en Forza Italia y Silvio Berlusconi".

Pero el colaborador más importante de la justicia, por su condición de hijo de mafioso, no militar, sino político, es sin duda Massimo Ciancimino, el hijo menor de los cinco que tuvo don Vito Ciancimino (Corleone, 1924 - Roma, 2002). Don Vito era el respetable apéndice de la Democracia Cristiana en Sicilia. Trabajaba a la vez para el partido y para Cosa Nostra, y pasó a la historia como el autor del Saqueo de Palermo. Cuando era concejal de obras públicas, llegó a firmar 3.000 licencias de construcción por noche. Luego fue elegido alcalde por orden de Riina, pero solo ejerció durante dos semanas. "Mi padre no quería porque su lema era que la mafia no debe figurar en altos cargos. Riina le impuso ser alcalde como símbolo de la conquista de Palermo por los de Corleone", cuenta su hijo Massimo.

Nacido en Palermo en 1963, Massimo Ciancimino se crió odiando a aquel hombre que jamás hablaba con sus hijos. "Me encadenaba a la cama porque hacía ruido", recuerda. "Decía que yo era un comunista porque me tatuaba. La cadena medía 19 metros para permitirme ir al baño", cuenta Ciancimino mientras prepara una deliciosa pasta amatriciana (con tomate y panceta).

Estamos en su casa palermitana, rodeados de plantas, y, según afirma, de micrófonos de los servicios secretos. Con él están hoy tres de sus cuatro hermanos, Giovanni, Sergio y Luciana. Con la proverbial hospitalidad siciliana -lo cortés no quita lo violento-, los Ciancimino han invitado a comer a algunos periodistas que cubren el juicio contra el general Mario Mori y el capitán Giuseppe De Donno, acusados de favorecer la huida del boss Provenzano en 1995 y 1996. A mitad de proceso, los fiscales sospechan que lo hicieron no tanto por ayudar al capo, sino para ocultar que habían pactado con el moderado Provenzano el final de las matanzas a cambio de estudiar las 12 condiciones escritas en un papello.

El papello es la clave de la historia. Es un folio de papel con 12 puntos escritos a mano, en mayúsculas y con una sola falta de ortografía. La cúpula de Cosa Nostra se lo entregó a Vito Ciancimino, y éste lo hizo llegar a Mori. Diecisiete años después, su hijo Massimo se lo ha entregado a los jueces.

"Los doce puntos son una especie de laudo de inmunidad mafiosa", bromea Ciancimino júnior. Entre otras cosas, los corleoneses exigen la revisión del maxiproceso, la abolición de la cárcel dura prevista por el Código Penal, la reforma de la ley de arrepentidos, el arresto domiciliario para los imputados mayores de 70 años, el cierre de las cárceles de alta seguridad; la detención solo en caso de flagrante delito, y, finalmente, la retirada de los impuestos de la gasolina para los habitantes de Sicilia.

El papello reposa en una caja fuerte del palacio de Justicia de Palermo, un gigantesco edificio de estilo fascista. El martes pasado, casi 50 periodistas se agolpaban de pie en la estrecha sala dotada de cámara blindada para oír al general Mori, que en una declaración espontánea afirma que el Estado no negoció con la mafia.

Ciancimino está de acuerdo: "No fue el Estado, fue una parte del Estado. Muerta la Democracia Cristiana, a Riina ya no le servía Ciancimino. Había que buscar otro interlocutor. Y por eso asesinaron a Borsellino, para acelerar la negociación". (El País, Domingo, 25/10/2009, p. 8/9)

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