14.5.13

¿Es posible que Grecia abandone el euro? Volvería el fantasma de la hiperinflación en Alemania

"Las encuestas realizadas en Alemania señalan que la sociedad germana en su mayoría prefiere interrumpir las ayudas a Grecia y se muestran favorables a que abandone la moneda única.

Su salida del euro llevaría aparejado un incumplimiento de los pagos de su deuda externa, que abriría un largo y complejo periodo de renegociación con los acreedores. Dentro del euro, la quita necesaria para que Grecia esté en condiciones de pagar su deuda pública se situaría próxima al 50%. Fuera del euro, y teniendo en cuenta la devaluación, sería superior al 80%.

De modo que si volvemos a las encuestas en las que los ciudadanos alemanes contestan mayoritariamente que ya no quieren dar más ayudas a Grecia, parece que no se han planteado bien ni la pregunta, ni la respuesta. 

Llegados a este punto, hay una cosa clara: las ayudas no son para Grecia, sino para los bancos, las aseguradoras y los ahorradores alemanes. Nadie les ha dicho a los ciudadanos alemanes que la deuda es de los griegos, pero el problema es suyo, porque han comprado los bonos.

Devolver íntegramente las deudas al BCE supondría acabar con todas las reservas del sistema bancario, la quiebra de todos los bancos y un 100% de quita al resto de acreedores privados de los bancos y también una quita a los depositantes griegos.  (...)

Si Grecia saliera del euro, devolvería la deuda al BCE, pero en dracmas, igual que hizo Roosevelt en los años treinta, y por tanto el banco central asumiría una quita por el porcentaje de la devaluación. El BCE cuenta con recursos propios suficientes para asumir el impacto de la quita de Grecia. El auténtico riesgo, como demostró la mala gestión de la quiebra de Lehman Brothers, sería el contagio.

  La incertidumbre provocaría una estampida, estaríamos ante una crisis sistémica y jugándonos la piel en una segunda Gran Depresión mundial.

En contra de lo que creen los contribuyentes alemanes, mal informados por sus gobernantes, ellos serían los más perjudicados en este escenario, pues su país es el principal acreedor. El Estado germano tendría que inyectar capital en su banco central, pero al estar en depresión, le resultaría imposible, por lo que pediría al Bundesbank que le comprara deuda pública para conseguirlo. 

Y de esta manera volverían a desenterrar el fantasma de la hiperinflación que se produjo en Alemania en la década de 1920. Es cuando menos paradójico que la fobia a la hiperinflación lleve a la sociedad alemana y a su Gobierno a la inacción, que es el camino más seguro para provocarla.

Nos encontramos, una vez más, con un escenario que recuerda al de la quiebra de Lehman Brothers: déspotas ilustrados en Alemania con elecciones en el horizonte que proponen una salida desordenada de Grecia o de Chipre de la moneda única, frente a la visión romántica de los inversores que se refugian en la esperanza de que haya vida inteligente en Europa capaz de frenar un acontecimiento tan catastrófico como el descrito, olvidando que este continente desató las dos guerras mundiales. Ya lo decía Einstein: “Solo hay dos cosas que tienden a infinito: el universo y la estupidez humana, y de la primera no estoy seguro”.     ( José Carlos Díez, El País, 12/05/2013)

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