8.7.13

Los riesgos políticos, económicos y sociales de que persista el bajo crecimiento son más altos que el aumento de los precios

"Los principales bancos centrales del mundo siguen expresando su preocupación por las repercusiones inflacionarias que puede generar su lucha contra la recesión. Es un error. Comparado con los riesgos políticos, sociales y económicos que conlleva la persistencia del lento crecimiento económico tras una crisis financiera de las que ocurren solo una vez cada cien años, un arranque sostenido de inflación moderada no es algo por lo que preocuparse. Por el contrario, en la mayor parte del mundo, debiera ser bienvenido.

Tal vez los argumentos en favor de la inflación moderada (digamos, entre el 4% y el 6% anual) no sean tan convincentes como al principio de la crisis, cuando planteé el tema por primera vez. 

Por aquel entonces, con el telón de fondo de la reticencia gubernamental a forzar quitas a la deuda, junto con unos precios de la vivienda extremadamente sobrevaluados y salarios reales excesivos en algunos sectores, la inflación moderada hubiese sido extremadamente útil.

El consenso en ese momento, por supuesto, era que una robusta recuperación con forma de Vestaba a la vuelta de la esquina y que era insensato abrazar la heterodoxia inflacionista. Vi las cosas de otro modo (...)

Cinco años más tarde, las deudas pública, privada y externa han alcanzado niveles récord en muchos países. Todavía son necesarios enormes ajustes salariales relativos entre la periferia y el centro de Europa. Pero los bancos centrales más importantes del mundo no parecen haberlo notado. (...)

En Estados Unidos, la Reserva Federal ha puesto nerviosos a los mercados de bonos al indicar que la relajación cuantitativa ha llegado a su fin. (...)

 Sí, hay preocupaciones técnicas legítimas relacionadas con las distorsiones en los precios de los activos que genera la relajación cuantitativa, pero las explosiones de burbujas sencillamente no son en este momento el mayor de los riesgos.

 Estados Unidos tiene ahora su mejor oportunidad hasta el momento para lograr una recuperación real y sostenida de la crisis financiera. Y sería una catástrofe si la recuperación descarrilara por una excesiva devoción a los dogmas antiinflacionarios, igual que cuando algunos bancos centrales eran excesivamente devotos del patrón oro durante las décadas de 1920 y 1930. (...)

Pero la mayor inflación ayudaría a acelerar los ajustes tremendamente necesarios en los bancos comerciales europeos, donde muchos créditos continúan en los libros a valores muy por encima de los de mercado. También proporcionaría un telón de fondo contra el cual los salarios en Alemania podrían aumentar sin tener que disminuir necesariamente en la periferia.

Cada uno de los principales bancos centrales del mundo puede presentar argumentos convincentes en favor de la cautela. Y los funcionarios de los bancos centrales están en lo cierto al insistir en reformas estructurales y planes creíbles para equilibrar los presupuestos en el largo plazo.

 Pero, desafortunadamente, estamos muy lejos del punto en el cual los responsables de las políticas deban temer por los riesgos inflacionarios y considerar un cambio de estrategia. Debieran estar agregando bebida a la ponchera, no llevándosela."    ( , El País,  30 JUN 2013 )

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