"(...) Dos aspectos sobresalen en el actual panorama griego: el desafío frente
al poderoso mecanismo de la deuda monetaria que ha obligado a Grecia,
desde hace cinco años, a sacrificios inauditos para poder seguir pagando
lo que debe y la puesta en marcha de una economía social paralela que
sostiene el vivir de los ciudadanos ahí donde no llega la tijera
monetaria.
Sólo así se preservan los bienes y servicios básicos
sustrayéndolos al poder de la ingeniería financiera. (...)
Por ejemplo, en Grecia, ante la dificultad de cobrar el
impuesto extraordinario sobre la propiedad establecido en 2012, el
Gobierno decidió que su pago iría adjunto al recibo de la luz de tal
modo que se pagaría conjuntamente con ella.
El resultado ha sido que
varios cientos si no miles de ciudadanos/as han visto cómo les cortaban
la luz al no pagar unos recibos en los que se incluía el pago de un
impuesto que encarecía el recibo pero no tenía nada que ver con ella.
Como forma de resistencia frente a estas medidas la población ha
desarrollado formas de desacoplar la producción y reproducción de los
bienes y servicios sociales de los dispositivos monetarios. No sólo las
redes de clínicas sociales, sino las cooperativas, los bancos de
alimentos, los bancos de tiempo, etc.
En su organización late la vieja
idea de saltar el intercambio monetario, ya sea por intercambio directo
de los bienes y servicios mismos o introduciendo un cómputo basado en el
tiempo y no en el dinero. Estas formas tienen la ventaja de que no
permiten acumular y por tanto quedan muchos más ligadas a las
necesidades de la población. Inclusive si lo que se intercambia es
tiempo; éste es más acumulable que el bien o servicio mismo pero lo es
menos que su equivalente monetario.
Aparecen también,
con idéntico objetivo, las monedas locales. O las monedas digitales.
Hay aspectos todavía por desarrollar en estos procesos pero, cuanto
menos, permiten desacoplar la satisfacción de las necesidades de la
población de los mercados de capitales y de los mercados financieros,
sustrayendo a su enorme poder el espacio económico de la subsistencia
diaria.
Si en esta nueva coyuntura los poderes públicos apoyan estas
formas económicas y las potencian, en vez de vectores de la acumulación
de capital se convertirán en impulsores de una economía anticapitalista
vinculada a cubrir las necesidades de la población y a mantener unas
condiciones de vida dignas.
El jeroglífico monetario macroeconómico se
estará diluyendo ante nuestros ojos a la vez que aparecerán formas de
una nueva escritura de los asuntos comunes en un alfabeto comprensible
para todo el mundo.
En Grecia algunos alcaldes están
desarrollando esta nueva gramática por lo que no sólo se niegan a
acatar las exigencias de despedir funcionarios y recortar servicios sino
que ponen a disposición de estos nuevos circuitos los recursos de la
Administración, tales como locales, energía, luz, etc.
Es una forma de
desobediencia institucional absolutamente necesaria para cortocircuitar
las exigencias de las oligarquías financieras. Para
los poderes establecidos eso es chulería y desvergüenza que pone en
cuestión las estructuras de dominio.
Para nosotras es una ráfaga de
viento capaz de inaugurar una nueva época acabando con la pesadilla de
una austeridad, presentada como un sacrificio necesario que no ha hecho
más que augurar nuevos sacrificios y nuevos recortes. Al dinero que
engendra más dinero, quintaesencia del capitalismo, le sustituimos
formas diversas y singulares de producción social.
Diseñar esas nuevas
políticas en todo su detalle y su riqueza es la tarea del momento.
Economistas del mundo, ¡pónganse a ello!" (Montserrat Galcerán Huguet
, eldiario.es, 13/02/2015)
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