"(...) ¿Qué ha ocurrido en los últimos 40 años que haya podido hacer cambiar al público británico su opinión sobre Europa?
En primer lugar, los mismos británicos han cambiado. Hace 40 años, la
gente pensaba en términos de preservar el estilo de vida inglés, contra
la infiltración de las tradiciones continentales.
Hoy en día, casi no
existe un estilo identificable de vida inglés, y el país está dominado
por el multiculturalismo. Sobre áreas extensas de Inglaterra, y sobre
todo en Londres, la población no es inglesa de origen y no piensa en sí
misma como inglesa. (...)
En 2004, año en el que a ocho estados miembros de la UE, de la Europa
del Este, se les dio el derecho a trabajar libremente en Gran Bretaña,
había menos de 100.000 personas de origen polaco en el Reino Unido; hoy
la cifra es de 700.000.
El mero hecho de que es teóricamente posible que
millones de ciudadanos de la UE puedan trasladarse al Reino Unido, y
puedan acceder a su sistema de prestaciones, es suficiente para causar
un gran temor entre los británicos, y recordarles que la adhesión a la
UE les ha dejado con menos control sobre su propio país.
Es un poderoso
factor que puede influir en la decisión de votar en contra de la UE.
Pero, por la misma razón, los inmigrantes, como los polacos, pueden
votar con toda lógica para mantener los vínculos con la UE que ha hecho
posible su presencia.
En segundo lugar, el tema de la inmigración ha cambiado de carácter.
A
lo largo de la historia los británicos han sido capaces de expresar
tolerancia hacia los inmigrantes como individuos mientras que exhiben
simultáneamente hostilidad hacia la idea de la inmigración en su
conjunto. (...)
Existe una sensación extendida de que la Unión Europea está forzando
al Reino Unido a aceptar a los inmigrantes por encima del masivo número
que ya recibe. Las últimas cifras muestran que 318.000 personas
inmigraron al Reino Unido en los 12 meses anteriores a diciembre de
2014, en contraste con la promesa de David Cameron de que la cifra debía
ser mantenida por debajo de 100.000.
La falta de control de la actual
crisis de refugiados desde los países musulmanes ha sido visto como un
fracaso específicamente europeo. En resumen, Gran Bretaña nunca podrá
controlar la inmigración hasta que no salga de la Unión Europea, porque
la libertad de movimiento da a otros ciudadanos de la UE un derecho
automático de vivir en el Reino Unido si así lo desean.
En tercer lugar, el sistema legal británico ya no es soberano. En
muchos ámbitos, los británicos están sujetos a las leyes europeas. Los
jueces de la UE han modificado las leyes del Reino Unido en una serie de
aspectos que hacen que los británicos sientan que ya no están en
control de su propio sistema legal. Las decisiones normativas de la UE
afectan a las leyes y a los ciudadanos del Reino Unido en prácticamente
todas las áreas, con la única excepción del derecho de propiedad. (...)
El sentimiento común dicta que los tribunales del Reino Unido deben convertirse en soberanos de nuevo. (...)
En cuarto lugar, es irónico que a pesar de la aparente fuerza del
apoyo al Brexit, millones de ciudadanos del Reino Unido se han integrado
totalmente en la sociedad europea. La economía británica está
estrechamente integrada en la economía europea, y no puede ser
fácilmente separada de ella.
La gente hace sus negocios con Europa como
si fuera parte del Reino Unido. La mayoría de los británicos hace tiempo
que ha dejado de medir las distancias en millas y los pesos en libras y
onzas; en todas partes, es más común oír hablar de kilómetros y
kilogramos. Todo eso ha sucedido en tan sólo 40 años. Cuando estoy en
Inglaterra, no puedo por menos que lamentar el cambio. Cuando compro
gasolina en Inglaterra, pienso en galones; pero el garaje
invariablemente me ofrece el precio en litros.
Si yo fuera un partidario del Brexit, me gustaría insistir en que
volviéramos de nuevo a los galones, las libras, las onzas y las millas.
Esa era la verdadera, la auténtica Inglaterra. La realidad es que muchos
británicos pueden llegar a votar en contra de la Unión Europea, porque,
como yo, anhelan de nuevo aquel viejo mundo que era típico de lo que
Shakespeare llamaba «esta raza isleña».
Sin embargo, el hecho es que el
Reino Unido ya no es una isla. Está unido al mundo exterior por todos
los medios posibles, y los votantes tendrán que decidir si realmente van
a ganar algo tratando de ajustar el reloj hacia atrás 40 años." (Henry Kamen, El Mundo, 30/03/16)
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