"(...) ¿Qué está pasando? ¿Está pasando algo por aquí abajo que no pase en todas partes?
Está pasando que estamos tocando los límites del mundo
que conocíamos. Límites en el mundo institucional, el cultural, incluso
el mundo natural. Esto quiere decir tocar los límites de la historia,
de la que ya se decretó su final, triunfalísticamente, en los 80.
Quizás, el final no era tan triunfalista, sino que es un tránsito hacia
otra cosa. Es un impás que nos sitúa bajo otros horizontes de sentido.
¿En España está pasando, básicamente, eso?
Estar tocando los límites de la historia del siglo XX
tiene una traducción muy concreta: este fin de Régimen al que, muy
localizadamente, se le llama Régimen del 78, si bien no es más que una
vuelta más de la historia de un país que ni se acaba de construir, ni se
acaba de demoler, que siempre está en esa tensión entre aquello que
podría cambiar y no se cambia, entre aquello que se podría abrir y se
cierra traumaticamente y de golpe, cada vez. Ahora, tal vez, estamos en
un momento de esos.
Hablemos de esa etapa. El 15M, ¿es una originalidad intelectual, o es una anécdota?
Es una expresión, más que un acontecimiento, de un
intento de inflexión, que expresa el fin de una historia, un "ya no
estamos ahí donde se suponía que estábamos", un "ni somos los
ciudadanos, los clientes, los trabajadores que se suponía que éramos".
De ahí todos los noes del 15M: no somos mercancías, no nos
representan... que marcan un antes y un después y, a la vez, permiten
expresar unos modos de hacer, unas prácticas, tanto en las formas
organizativas como en las formas de tomar la palabra y de hablarse. Esos
lenguajes se habían estado gestado, en España y fuera de ella, en los
20 años anteriores.
Son un aprendizaje colectivo muy largo, con muchas
iniciativas que formaban un magma que parecía ser alternativo y
minoritario, pero con el 15M se demuestra que han generado mundos. Deja
de ser alternativa para ubicarse en los centros. Eso es el 15M. ¿Qué
pasa luego? Han pasado sólo 5 años, que no es nada. (...)
¿Está pasando en Catalunya algo que no esté pasando en el Estado?
Está pasando lo mismo. El fin de una historia que no
sabe escribir el siguiente capítulo, pues se está escribiendo con las
nociones de antes. En Catalunya han pasado cosas, que a mí me
interpelan, en parte: el momento en el que se desencaja el Estado de las
Autonomías y hay la oportunidad de pensar algo distinto.
Se ha tenido
una gran potencia de interpelación a gente muy distinta y de tradiciones
políticas muy diversas, y en muchos casos poco sospechosa de
nacionalismo. Ahora no creo que estamos ahí, no obstante. Estamos en una
gestión política de la potencia de interpelación que hubo. Bastante
hábil. Ya veremos dónde lleva, por parte de los partidos de siempre.
Y
una reconducción a un nacionalismo que, aunque se diga que no es el
nacionalismo clásico del XIX, lo es del XXI. El siglo XXI es muy
nacionalista. No creo que para Catalunya escribir un capítulo más de
nacionalismo sea interesante. Nos equivocaríamos mucho.
Catalunya podría
ser un territorio donde experimentar con formas de organización
política más allá de los marcos de lo que había sido el Estado-nación.
Podríamos ensayar con estas formas de entender la articulación política
de los territorios y de las culturas, de generar institucionalidad, que
no es necesariamente un Estado vinculado a un pueblo y a una nación. (...)
La última. Hemos hablado del mundo que viene.
Han surgido las palabras "nacionalismo", "estatalismo", ¿ve también el
antiestatalismo como una posibilidad para el siglo XXI, tan parecido al
XIX?
Será, espero, una de las resistencias posibles a este
escenario de poderes estatales fuertes y no contradictorios respecto a
la globalización neoliberal. Pero una de las cosas que están quedando
claras en el siglo XXI es que la dialéctica
Estado-globalización-política-economía no era verdad. Cooperan y
trabajan juntos para lo mismo.
¿Cómo resituar en este escenario un
antiestatalismo que no sea sólo defensivo, sino capaz de proponer
imaginarios de solidaridad y de lucha? Desde ahí tenemos que trabajar.
Desde la escala más pequeña a la escala planeta, que es la más olvidada,
se tendrán que generar alianzas nuevas donde pensar.
Un ejemplo: Europa
y su frontera. Refugiados, escándalo moral... ¿Sabemos lo que es Europa
y su historia, en qué mundo vivimos, de qué están hechas las guerras o
las catástrofes ambientales que traen a la gente al norte? Son esas
cuestiones las que realmente nos tienen que volver a poner en situación
de pensarnos.
No se trata de pensar en el Estado acogiendo o no
refugiados, sino de quiénes somos nosotros, en este mundo común. Es
nuestra condición. Vivimos en procesos sociales, ambientales, bélicos,
de transformación, incluso, de la especie humana. Entendernos sólo como
sujetos nacionales, votantes de un país y de una pequeña identidad --y
ya no hablo de la catalana, sino de la europea-- es tan ridículo y tan
despotenciador, políticamente hablando, que estamos perdiendo el tiempo.
El mundo se está transformando muy rápido, y no a mejor, estamos en un
proceso de mutación respecto al cual nuestros impases políticos no nos
permiten relacionarnos con eso. Hay que empezar a mirarnos desde ahí. Y
politizar la existencia, como en los aprendizajes de los últimos 20
años. La historia de los Estados ya no nos dice nada de todo esto." (Entrevista a Marina Garcés, filósofa, CTXT, 14/12/16)
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