"(...) Fue hace 15 días. Soñé que enviaban al frente a mis dos chicos, que
pronto cumplirán 16 y 13 años. Soñé que mis hijos iban a la guerra. A
primera vista, puede parecer absurdo, pero ese temor encontró algunos
ecos a mi alrededor.
No entre mis hijos… Confieso que, después de encajar sus sonrisitas
socarronas nada más evocar la pesadilla, pensé inmediatamente en Stefan
Zweig, el escritor austriaco, que a comienzos de los años cuarenta
escribía: “Y el 28 de junio de 1914 resonó en Sarajevo ese disparo que,
en un segundo, hizo saltar en mil pedazos, como un jarrón de terracota
vacío, el mundo de seguridad y razón creadora en el que nos habían
educado, en el que habíamos crecido y en el que nos sentíamos en casa…”.
Esta frase inolvidable procede del libro El mundo de ayer: memorias de un europeo,obra
de una actualidad y riqueza infinitas que, sobre todo, trata de las
derivas del populismo, y que los diseñadores de los programas escolares
(o los padres) podrían proponer a los jóvenes que terminan sus estudios
para evitarles esa sonrisa socarrona ante la mención de una posible
guerra en Europa. (...)
Y sin embargo… ¿Por qué el caldo de cultivo que permitió la eclosión
del nazismo en los años treinta tendría que ser tan diferente del que,
insidiosamente, descompone la Europa actual? En 2008, con la emergencia
de la crisis financiera, uno tras otro, los dominós europeos cayeron
implacablemente.
Y, ya entonces, se impuso una evidencia, casi un lugar
común: nada está garantizado. Unos años más tarde, los que caen a tierra
son algunos de los valores humanistas que, desde los años cincuenta,
hicieron de Europa un remanso de paz.
Monnet y Schuman se revolverían en sus tumbas… Zweig, probablemente
también. El auge del nacionalismo. El resurgimiento del proteccionismo.
La pérdida de nuestros valores humanistas ante una crisis migratoria que
nadie parece capaz de gestionar. El abandono de nuestros valores en el
infierno de Alepo.
La irresponsabilidad e incompetencia de un número
creciente de políticos atrapados en sus reflejos electoralistas. El odio
al otro. Una distribución de la riqueza tan desigual que genera
frustraciones y cólera. La creciente cólera de los “excluidos del
sistema”. Los “sin dientes”, los “sin papeles”, los “sin opinión”…
En
resumen, actualmente, Europa vive la “antifederación”, contraria a los
ideales de los padres fundadores de la construcción europea.
Con los cimientos minados por diferentes formas de extremismo, de
Berlín a París, de Madrid a Londres, Europa se tambalea. Por supuesto,
hay que esperar que no tenga que tocar fondo para levantarse. Para beber
de esa fuente de esperanza, todos nosotros haríamos bien en releer a
Stefan Zweig, que renunció a la vida porque no pudo soportar la idea de
ver a la humanidad y a la paz doblegadas por los asaltos destructivos de
los extremismos.
¿Qué será del proyecto europeo? ¿Qué será de nuestros
valores? Y, más importante aún, ¿qué futuro les espera a nuestros hijos y
nietos? Lo único que Europa parece capaz de garantizar hoy, lo mismo en
2008 que en 2016, son los activos bancarios. Sombría perspectiva.
Por
más que la falta de perspectivas tranquilizadoras y la incertidumbre de
los pueblos porten el germen de la deriva humana, rememorar el pasado
puede ser un acto salvador. Deberíamos tener el valor de reescribir el
libro de Stefan Zweig, con conocimiento de causa: se titularía La reacción." (François Mathieu , El País, 26/12/16)
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