"Recuerda usted cuando el fin del bipartidismo impidió la
formación de gobierno y obligó a la repetición de elecciones en España?
¿Recuerda cuando se vaticinaban toda clase de catástrofes caso de
repetir las elecciones y se ponía a Alemania como ejemplo de
estabilidad, en base a la gran coalición entre conservadores y
socialdemócratas? Pues ahora en Alemania ocurre tres cuartos de lo
mismo.
Y la significación de este hecho supera el contexto específico
alemán. Porque la estabilidad económica y política alemana ha
constituido durante largo tiempo la base sobre la cual la Unión Europea
se iba construyendo controlando los oleajes de sociedades cada vez más
críticas con sus gobiernos.
Y ahora resulta que tras los embates de la
crisis económica y la llegada masiva de refugiados, el Parlamento se ha
fragmentado en seis grupos diferentes, los socialdemócratas se niegan a
reeditar una gran coalición que les ha hecho caer en picado y los
intentos de conciliar liberales y verdes en una coalición a tres
estaban condenados al fracaso como lo estuvo en España el intento de
aliar Podemos y Ciudadanos, incompatibles en todo.
Las elecciones de septiembre mostraron que, pese al
liderazgo de Angela Merkel, posiblemente la única política europea con
talla de estadista, los democristianos perdieron 8,6 puntos y se
quedaron en el 32,9% del voto, muy lejos de una mayoría gobernable.
Pero
la hecatombe fue para los socialdemócratas, que cayeron al nivel más
bajo de su historia, el 20,5%, porque pagaron su apoyo a las políticas
de austeridad por la izquierda y a las políticas humanitarias por la
derecha. Mientras que los liberales del FDP remontaban.
Pero la
verdadera desestabilización provino no sólo de los xenófobos de
Alternativa por Alemania, sino del importante voto progresista a la
izquierda de los socialdemócratas. Alternativa obtuvo el 12,6%, mientras
que Die Linke (extrema izquierda) alcanzaba el 9,2% y los Verdes, el
8,9%. O sea, que la crítica de izquierda supera en mucho a la extrema
derecha.
En ese Parlamento fragmentado, la única solución estable era reeditar la
famosa gran coalición, la formula que fascina a los socialistas
españoles que conspiraron contra Pedro Sánchez. Pero resulta que Martin
Schultz, líder socialdemócrata, expresidente del Parlamento Europeo,
hizo sus cuentas y constató el descenso creciente de los votos
populares conforme se iban alineando no tanto con las políticas de
Merkel sino con las políticas de austeridad de sus ministros de
Finanzas.
Y decidió que hasta aquí habían llegado. Resultado, Merkel no
tiene mayoría para gobernar y se multiplican las críticas por su táctica
de paciencia inmovilista para cansar al personal hasta que se rindan.
¿Les recuerda a alguien? Por tanto, en principio amenaza con convocar
nuevas elecciones en el 2018. Y ahí se desencadenaron todas las
advertencias sobre la inestabilidad.
Llamamientos del presidente de la
República (el socialdemócrata Steinmeier) a la responsabilidad y, sobre
todo, ofensiva dentro del SPD para descabalgar al líder del partido,
Martin Schultz. (...)
La resistencia de Schultz no es caprichosa. Parte del
análisis de la crisis de la socialdemocracia europea en su electorado
por haber renunciado a su propio programa, en particular en la defensa
del Estado de bienestar y en su relación con los sindicatos. Durante la
crisis económica, la alianza del Pasok griego con los conservadores
llevó a su casi extinción. Lo mismo sucedió en Holanda, otro bastión
histórico de la gran coalición.
En Francia, los socialistas de Hollande
se autodestruyeron defendiendo políticas neoliberales en plena crisis.
En realidad, el Partido Socialista francés ha dejado de existir y su
tránsfuga Macron intenta un reino presidencialista que reitera la gran
coalición dentro de su partido.
En el Reino Unido, la tercera vía de
Blair, o sea, hacer una política de derechas y belicista desde un
partido de izquierda, llevó a la victoria aplastante de los
conservadores y de ahí al Brexit como movimiento antiestablishment a la
vez contra conservadores y laboristas.
Miren por donde hay una
remontada espectacular de los laboristas, que ganarían hoy las
elecciones según las encuestas con el programa claramente de izquierda
tradicional de Jeremy Corbyn. Tan sólo los socialistas portugueses,
aliados con la izquierda y los socialdemócratas suecos, reticentes al
neoliberalismo, mantienen sus electorados.
¿Qué quiere decir este recorrido por la política socialista
europea? Que la fórmula de gran coalición fue la expresión política del
consenso neoliberal que dominó Europa y el mundo hasta desembocar en la
crisis financiera. Y que el partido que tenía más que perder fue la
socialdemocracia porque para llegar al poder dio la espalda a su
tradición histórica, además de perder, al igual que todos los partidos
tradicionales, el apoyo de los jóvenes.
Por eso la gran coalición ya no
existe sino en las intenciones de algunos dirigentes socialistas
dispuestos a ganar tiempo para llegar a la jubilación aun a costa de
liquidar sus partidos.
Aún hay algo más profundo. Es una contradictoria transición
histórica hacia nuevas formas de representación democrática, integrando
nuevos valores y creando nuevos modelos de partido. El bipartidismo se
transformó en alternancia monopartidista.
Esta fórmula se ha hundido por
más que sus supervivientes se atrincheren en unas instituciones
políticas cada vez más deslegitimadas. De ahí surgen los Trump, Brexit,
Macron. Y también fulgores de una nueva política que aún está
aprendiendo a andar por las ruinas del mundo que fue." (Manuel Castells, La Vanguardia, 25/11/17)
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