"(...) Las presentes generaciones no son especialmente
hedonistas o egoístas o estúpidas. Todas lo han sido cuando han podido.
Cuando no, se apechuga.
Siempre alguien acaba apechugando.
¿Quiénes serán los
próximos? No hago apuestas. El caso es que nosotros, que ya recibimos
el legado del arsenal nuclear, dejaremos en herencia unas cuantas bombas
de relojería.
La primera, el cambio climático o calentamiento global,
cuyos efectos más devastadores (sequías, inundaciones, desaparición de
zonas costeras) no deberían tardar más que unas décadas en manifestarse.
La segunda, la deuda: vivimos a crédito y la factura acabará llegando.
La tercera estamos fabricándola en este mismo momento.
De la tercera bomba de relojería percibimos con mayor
claridad los síntomas que las causas. El gran síntoma es la desigualdad
creciente. La causa es la crisis de gobernanza. La democracia liberal,
paradigma de convivencia y progreso desde 1945, está dejando de funcionar.
Desorden fiscal, incompetencia política, desconfianza, nostalgia,
sectarismo y falsas soluciones: hemos conocido ya estos fenómenos y
conocemos también sus consecuencias.
Lo peor del tercer pufo radica en que nos hace
incapaces no ya de afrontar los otros dos, sino incluso de considerarlos
seriamente. El fracaso de las élites gestoras (véase Washington,
Londres, París, Brasilia, Roma o Barcelona, por citar unos ejemplos), el
creciente culto a la irrealidad y la transformación de problemas hoy
manejables, como la inmigración, en amenazas existenciales nos impide
afrontar las cuestiones serias. (...)" (Enric González, El País, 03/02/19)
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