"En los últimos 30 años, el capital financiero se ha convertido en
dominante en las principales economías capitalistas, superando a la
élite industrial en poder e influencia. Esta evolución ha llevado a que
el sector productivo se vea cada vez más sometido a la dinámica volátil
del sector financiero.
La centralidad de las finanzas en la actual economía mundial
se pone de manifiesto por la creciente frecuencia de las grandes crisis
financieras, a las que inevitablemente han seguido las recesiones.
Desde que se inició la liberalización de los mercados de capitales
durante la era Thatcher-Reagan a principios de los años ochenta, se han
producido al menos 12 grandes crisis financieras.
La más reciente ha
sido la crisis mundial de 2007-2008, que también provocó lo que ahora se
conoce como la Gran Recesión, de la que muchas de las economías
desarrolladas no se han recuperado todavía.
Se considera que el proceso y la característica más distintiva del
capitalismo contemporáneo es la financierización. En la época de Marx,
la financierización como mecanismo clave para crear beneficios se
consideraba una aberración periódica. En los últimos años, sin embargo,
se ha convertido en la forma dominante de extraer beneficios. ¿Cómo ha
ocurrido esto?
La financierización se deriva esencialmente de la crisis de la
producción que comenzó a finales de los años setenta. Esto tomó la forma
de una crisis de sobreproducción que superó a la economía capitalista
global después de los llamados Treinta años gloriosos de expansión
después de la Segunda Guerra Mundial.
La sobreproducción tenía sus raíces en la rápida y exitosa
reconstrucción económica de Alemania y Japón y en el rápido crecimiento
de economías en vías de industrialización como Brasil, Corea del Sur y
Taiwán. Esto añadió una enorme capacidad productiva y una mayor
competencia mundial, mientras que la desigualdad en los ingresos dentro
de los países y entre ellos limitó el crecimiento del poder adquisitivo y
de la demanda efectiva. Esta crisis clásica de sobreproducción –o
subconsumo, por utilizar la formulación de Paul Sweezy– llevó a una
disminución de la rentabilidad.
Hubo tres salidas de la crisis de rentabilidad que sufrió el capital:
la reestructuración neoliberal, la globalización y la financierización.
La reestructuración neoliberal significaba esencialmente redistribuir
los ingresos de la clase media a los ricos para incentivar a estos
últimos a invertir en la producción.
La globalización de la producción implicó la ubicación de
instalaciones de producción en países con salarios bajos para aumentar
la rentabilidad. Si bien estas dos estrategias trajeron consigo un
aumento de la rentabilidad a corto plazo, a medio y largo plazo fueron
contraproducentes, ya que provocaron un descenso de la demanda efectiva
al recortar o impedir el aumento de los salarios de los trabajadores.
Dimensiones clave de la financierización
Eso nos deja la financierización, que tenía una serie de aspectos clave, pero hay que destacar tres.
En primer lugar, la financierización implicaba la creación masiva de
endeudamiento en la población para sustituir los ingresos estancados con
el fin de crear demanda de bienes y servicios. Gran parte de esta deuda
fue financiada por la inyección de dinero prestado por los gobiernos
asiáticos reciclando dinero en efectivo a los Estados Unidos procedente
de los excedentes comerciales de los que disfrutaban con este último.
La
principal vía fue a través de la provisión de los llamados préstamos de
vivienda de alto riesgo a una gran parte de la población. Se trataba de
préstamos que se concedían indiscriminadamente a compradores de
viviendas con poca capacidad de reembolso, por lo que eran esencialmente
bombas de relojería.
En segundo lugar, la financierización implicaba las llamadas
innovaciones en ingeniería financiera que facilitaría la liquidez. Uno
de los más importantes –y, en última instancia, el más perjudicial– fue
la titulización, que consistía en hacer que los contratos
tradicionalmente inmóviles, como las hipotecas, fueran líquidos o
móviles y negociables. Las hipotecas titulizadas, que podrían
negociarse, llevarían a la desaparición de la originaria relación
acreedor-deudor.
Además, la ingeniería financiera permitió que la hipoteca de alto
riesgo original se combinara con hipotecas de mejor calidad y se
vendiera como valores más complejos. Pero incluso cuando los valores
hipotecarios se combinaban y recombinaban y se negociaban de una
institución a otra no podían escapar a su cualidad subyacente.
Cuando millones de propietarios de las hipotecas de alto riesgo ya no
podían hacer frente a sus pagos debido a sus bajos ingresos, esta
evolución se extendió como una reacción en cadena a los billones de
títulos hipotecarios que se negociaban en todo el mundo, perjudicando su
calidad y llevando a la bancarrota a quienes poseían cantidades
significativas de ellos, como el banco de inversión de Wall Street,
Lehman Brothers.
Los títulos avalados por hipoteca (o MBS, mortgage-backed security)
fueron solo un ejemplo de las innovaciones de la ingeniería financiera,
conocidas como “derivados”, que tenían por objeto facilitar la
liquidez, pero que terminaron alentando el endeudamiento masivo sobre el
frágil supuesto de capital o de riqueza real. Los operadores del
mercado caracterizados por una elevada proporción entre deuda y capital
propio fueron descritos como “muy apalancados”. El alto nivel de
apalancamiento de Wall Street antes de la crisis quedó demostrado por el
hecho de que el valor del volumen total de instrumentos financieros
derivados se estimaba en 740 billones, en comparación con un PIB mundial
de 70 billones de dólares.
Los matemáticos contratados por las instituciones de Wall Street
formularon las ecuaciones más complejas para fomentar la ilusión de
calidad cuando en realidad los valores descansaban sobre activos de
valor cuestionable.
La tercera característica clave de la financierización fue que muchos
de los operadores, instituciones y productos clave que se encontraban a
la vanguardia del proceso no estaban regulados o estaban mal regulados.
Así surgió la llamada “industria bancaria en la sombra” junto con la
industria bancaria tradicional regulada, con instituciones financieras
no tradicionales como Goldman Sachs, Morgan Stanley y American
International Group (AIG) que sirvieron como la primera ola masiva de un
tsunami que trajo consigo la introducción de la titulización,
la ingeniería financiera y productos novedosos como los MBS, las
obligaciones de deuda colateral (CDO) y los swaps de incumplimiento crediticio (CDS).
La implosión de las hipotecas de alto riesgo de 2007 reveló la
dinámica esencial de la financierización como motor de la economía, es
decir, que dependía de la creación e inflación de burbujas
especulativas. La obtención de beneficios se basaba en la creación de
una deuda masiva con una base muy débil sobre el valor real o sobre el
capital.
Mientras persistía la ilusión de que los MBS eran valores
sólidos, Wall Street funcionaba como un casino, con inversores que
utilizaban diferentes productos financieros para apostar por los
movimientos de los valores de los activos y sus productos derivados con
el fin de hacer una fortuna.
Una masacre significaba comprar valores al “precio justo” en
el “momento justo”, y luego venderlos una vez que su precio había
aumentado significativamente y antes de que decayeran. Sin embargo, una
vez que los acontecimientos pusieron al descubierto los frágiles
cimientos de los valores de alto riesgo, los operadores del mercado
entraron en pánico y salieron corriendo, vendiendo sus activos lo antes
posible para recuperar algo de valor, un proceso que aceleró el
hundimiento de los valores a un nivel negativo. (...)" (Walden Bello, CTXT, 18/06/19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario