"(...) resulta que esta pandemia (como seguramente cualquier otra) tiene unos
efectos económicos y, por lo tanto, que requiere no sólo un tratamiento
sanitario sino también económicas.
En este artículo sólo me voy a referir a esos
efectos económicos y financieros, dando por hecho que las autoridades
van a adoptar las medidas sanitarias más oportunas para combatir la
epidemia.
Pues bien, los efectos económicos inmediatos de la pandemia son de dos tipos:
a) Un shock
de demanda bastante inmediato, es decir, un frenazo en el gasto privado
como consecuencia del aislamiento, del posible aumento de despidos, de
la caída de ventas de las empresas y del miedo o la reserva de la
población ante el futuro.
Este efecto
sobre la demanda se caracteriza porque su inmediatez y por la rapidez
con que se está dando, así como por la asimetría con la que se produce.
Es decir, que no afecta por igual ni a todas las personas o grupos
sociales ni a todas las actividades económicas. Se da en mayor medida en
las personas en situación económica más precaria, en las que pierdan el
empleo, en las que no dispongan de ayudas específicas o colchones para
este tipo de situaciones y también en los sectores o actividades
vinculadas al consumo social, aquellos en los que el gasto se lleva a
cabo en proximidad con otras personas.
El shock en el consumo de las familias
puede durar el tiempo que duren las medidas de aislamiento y el temor
ambiental. La recuperación del gasto de las empresas está vinculada a la
del consumo familiar pero también a que las empresas vuelvan a tener
una percepción de que la situación va a mejorar efectivamente. Y esto,
como ya he apuntado y comentaré después, es algo que desgraciadamente no
tiene que ver sólo con la evolución de la pandemia.
No es posible saber si la pérdida de gasto que suponga el shock
durante la semanas o meses en que se produzca se pueda recuperar. En
una parte es posible que sí, pero lo más seguro es que la mayor parte de
esa pérdida de gasto (ingreso) se pierda y produzca un daño duradero y,
en algunos casos, incluso irreversible en algunas empresas con menos
capacidad de resistencia.
b) Un segundo efecto de la pandemia es el shock
de oferta que se traduce en una caída en la producción de bienes y
servicios como consecuencia de las bajas laborales, de la ruptura de las
cadenas de aprovisionamiento y de la caída de ventas que lleva consigo
menos pedidos subsiguientes.
Este
shock (paralelo al anterior) se produce también muy rápidamente, aunque
sus efectos pueden manifestarse con mayor retardo, quizá meses después, y
puede que los costes que inicialmente produce sean más fácilmente
recuperables.
Algún modelo econométrico que ha tratado de
cuantificar las consecuencias de un shock de este tipo (aunque
circunscrito al Reino Unido) señala que si el aislamiento y las paradas
de producción no duran mucho (hasta un mes) la producción se puede
recuperar con relativa facilidad, por ejemplo, mediante horas
extraordinarias o nuevos contratos. Si las cuarentenas durasen más de
cuatro semanas su coste se multiplicaría por tres y si fuese por un
trimestre o más, el daño sería seis veces mayor. En el peor de los
casos, quizá podría producirse una caída del 6%, un coste realmente
alto, pero no excesivamente dramático (el estudio aquí).
Hasta
aquí los efectos en general previsibles de una pandemia como la que
estamos viviendo. Pero el problema con la actual es que se está
produciendo en una situación específica: en medio de una ralentización
notable de la economía que venía de hace ya unos meses y de una serie
importante de problemas económicos y financieros que afectan a ámbitos
clave de la vida económica.
Eso es lo que explica que no estemos contemplando
ni tengamos miedo tan sólo del daño sobre la salud de una pandemia o el
de sus efectos económicos más o menos graves, pero siempre manejables
que acabo de mencionar, sino la posibilidad de una crisis económica y
financiera mucho mayor.
En condiciones
normales, una pandemia como la actual no tendría por qué hundir las
bolsas ni paralizar en tan gran medida, como se teme, a la economía. Lo
puede hacer porque, como he dicho, coincide con otras circunstancias. Y
son estas otras circunstancias las que la hacen especialmente peligrosa
la expansión del coronavirus y las que hemos de tener en cuenta a la
hora de valorar la eficacia y los efectos de las medidas de todo tipo
que se estén tomando.
El entorno de la pandemia
En
otras condiciones, para evaluar los efectos de la actual pandemia
bastaría con tener en cuenta las circunstancias anteriores. Pero, como
señalé en el artículo anterior, resulta que la pandemia se está
produciendo en un determinado contexto que, a mi juicio, es auténtico
determinante de lo que va a ocurrir en los próximos meses.
Concretamente, hay que tener en cuenta lo siguiente:
- Aunque se han adoptado medidas que sin duda han mejorado la situación, el sistema financiero no se saneó completamente después de la anterior crisis financiera. Muchos bancos siguen teniendo graves problemas de solvencia y, al haberse concentrado muchísimo más, el sector se ha hecho todavía más sistémicamente peligroso.
- Las bolsas han vivido un proceso de excesiva capitalización que ha provocado un desajuste estructural al alza de las cotizaciones. Su situación es muy inestable y volátil y desde hace meses están mostrando que su reajuste a la baja y en gran magnitud es completamente inevitable.
- De la mano del gran poder de la banca en todo el planeta, la deuda no ha parado de crecer en los últimos años. La global es ahora unos 70 billones de dólares más elevada que la de hace diez años y va acompañada de multitud de burbujas y del mantenimiento de miles de empresas zombis en todo el planeta.
- Como consecuencia de todo ello, en los últimos meses se venía produciendo una ralentización generalizada en casi todas las economías. Muy particularmente en la china y la alemana que actúan de motores de una buena parte de la industria y el comercio mundial, y también en la de Estados Unidos.
Es
muy importante tener en cuenta que esta ralentización tenía su
principal manifestación en la caída de la producción industrial y del
comercio internacional asociado y, tal y como señalé en el artículo
anterior, en una caída continuada de la rentabilidad del capital físico
cuando el financiero que se invierte en operaciones especulativas
proporciona beneficios menos problemáticos y mucho más rápidos y
abundantes.
Además, tampoco puede olvidarse que estos factores
de estabilización inmediata de todo el sistema económico se plantean en
medio de otros trances no menos problemáticos y peligrosos, como el
estar en la antesala de una nueva y profunda revolución tecnológica, el
incremento continuado de la desigualdad, el cambio climático y, dese
otro punto de vista, la pérdida de vigor de las democracias.
Las respuestas inadecuadas
Los
gobiernos y las autoridades internacionales no fueron conscientes desde
el primer momento de la trascendencia económica del coronavirus. (...)
Las medidas que han anunciado o han tomado hasta
el momento pueden ser de dos tipos, de política monetaria y de política
fiscal, y a mi juicio van a ser inútiles o, en el mejor de los casos,
muy insuficientes por las siguientes razones.
- Medidas de política monetaria.
La
Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco de Inglaterra han bajado
los tipos de interés con el propósito de producir un impulso a la
economía. Algo que se espera conseguir porque se supone que con tipos
más bajos se puede incentivar el consumo y la inversión.
En
mi opinión, los resultados de esta medida no van a ser efectivos por
varias razones. En primer lugar, porque no ayudan selectivamente a la
población sino que son de carácter general. Y ya he dicho que el shock de demanda se caracteriza porque se va a sufrir de modo muy asimétrico entre los consumidores y empresas.
En segundo lugar, porque una bajada de tipos
siempre tarda en producir efectos (si los produce) y también he señalado
que los dos shock de la pandemia son efecto muy inmediato. En
tercer lugar, porque los tipos ya están de por sí muy bajos y cuando no
se ha incentivado el gasto a niveles tan reducidos no se va a conseguir
hacerlo por más que se sigan reduciendo (algo, además, que ya casi no se
podrá seguir haciendo porque están prácticamente en negativo).
En
cuarto lugar, porque con tipos más bajos, los bancos se verán obligados
a prestar más, pero en condiciones de menor solvencia, creándose así un
problema añadido. En quinto lugar, porque la caída en el gasto no se ha
producido sólo por razones de coste sino de expectativas, de temor o
incluso de imposible presencia en los centros de gasto. Y, en sexto
lugar, porque, como suele decirse, la política monetaria a través de
cambios en los tipos de interés puede llevar el caballo al agua, pero no
puede obligarle a beber. Es decir, puede abaratar el gasto, pero no
obliga a gastar.
Para hacer frente a la caída de las bolsas, la
Reserva Federal y otros bancos centrales están dedicando docenas de
miles de millones de dólares a comprar acciones. Les hacen así un buen
servicio a los tenedores de títulos, pero a la vista está que va a ser
muy difícil por no decir imposible que eso evite el derrumbe de las
bolsas cuando éstas están en la estratosfera y sujetas a una
capitalización artificialmente excesiva. Con muchos cientos de miles de
millones de dólares se puede frenar durante algún tiempo la caída pero
no que se vengan definitivamente abajo antes o después.
Por
su parte, el Banco Central Europeo acaba de anunciar otras medidas que
no sólo no van a resolver el problema sino que van a agravar otros los
fundamentales.
Se propone aumentar la
compra de bonos en los mercados secundarios y subsidiar a los bancos que
utilicen el dinero que les proporcione para dar más créditos a las
pequeña y medianas empresas. Pero el hecho de que tenga que subsidiar a
quienes da el dinero es la prueba manifiesta de que ni el propio BCE
tiene confianza en que sus medidas tengan los efectos que se propone. Es
decir, que el dinero que le da a los bancos se destine finalmente a
incrementar la financiación a los sujetos económicos que la necesitan.
Lo que va a conseguir el BCE es lo mismo que viene
consiguiendo hasta la fecha con su política de flexibilización
cuantitativa: lavar los balances de los bancos quedándose con los
títulos basura, rentabilizar la inversión de los grandes poseedores de
fondos y títulos (a costa de aumentar la desigualdad) y, en suma, dar a
los bancos más liquidez que ni mucho menos es seguro que vaya a ir
destinada a las empresas que lo necesiten. Y es natural, los bancos no
son una ONG que preste para hacer favores a empresas en apuros.
Incluso
en el supuesto de que esa estrategia del BCE funcionara y los bancos
pudieran incrementar su negocio prestando más a las pequeñas y medianas
empresas, ¿qué se conseguiría? Pues simplemente drogar a más empresas
porque lo que en realidad necesitan estas no es acumular deuda sino que
se solucione el problema estructural de rentabilidad que las atenaza
regularmente y no sólo en esta coyuntura. Está bien alargarles un poco
la vida pero ¿no sería más lógico plantearse que vivan sin necesidad de
la respiración aisistida que significa su deuda creciente?
Por
otra parte, el Banco Central Europeo le hace otro par de favores a la
banca que para nada van a servir para mejorar la situación de las
empresas y los consumidores afectados por el coronavirus: aplazar la
realización de test de stress y relajar los requisitos de capital de la
banca. Es decir, que el BCE va a permitir que aumente el riesgo
sistémico de la banca sin que a cambio se garantice que las ayudas que
pueda recibir se destinen efectivamente a financiar a quienes ahora
puedan necesitar liquidez puntualmente. Y eso es sumamente chocante.
Cuando las cosas se van a poner difíciles ¿no es cuando más debería
cuidar el BCE de que los bancos sean más solventes y tengan mayor
fortaleza de capital?
No diré que todas
estas medidas no tengan efecto positivo alguno, que pueden tenerlo en
algunas casos. Pero sí que son completamente inútiles en comparación con
la magnitud del problema que se tiene por delante.
Los
gobiernos, por ejemplo, van a seguir teniendo un respiro con el
programa de compra de bonos del BCE, pero seguirá siendo a costa de
aumentar su deuda y de quedar sometidos a la presión de los mercados
mientras no se tomen medidas complementarias para limitar el poder de
los grandes fondos especulativos.
- Medidas de política fiscal
Tanto
el gobierno de Estados Unidos, sobre todo, como los de otros países han
anunciado rebajas de impuestos para hacer frente a los dos shocks de la pandemia.
Es
evidente que eso reduce los costes de las empresas y la carga que
soportan los consumidores. Aunque en diferente medida, según cuáles sean
finalmente los impuestos que desaparezcan. Y eso puede esconder (como
casi siempre que se dice que bajan los impuestos) medidas que sólo
beneficien a los más ricos.
Pero,
incluso con independencia de esto último, reducir impuestos no es lo más
adecuado para frenar los efectos tan problemáticos que va a tener la
pandemia por varias razones.
Como he
dicho, se necesitan medidas discrecionales y no generalistas puesto que
esos efectos se manifiestan de modo muy diferente en los distintos
grupos de población y actividades económicos.
Con carácter general, las recaudaciones
impositivas ya actúan como estabilizadores automáticos, es decir, que
reducen la carga fiscal cuando las cosas van mal sin necesidad de que se
tomen medidas complementarias. Pero lo que puede ocurrir con estas
bajadas de impuestos que se anuncian es que se produzcan efectos
colaterales mucho peores.
Por ejemplo,
la reducción de impuestos va a obligar a reducir gastos públicos (o a
endeudarse más) lo cual es muy perjudicial cuando se está en medio de
una pandemia y hay que reforzar la actuación de los servicios públicos
(el más reciente informe -aquí-
sobre los posibles efectos del coronavirus concluye diciendo que lo
principal que hay que hacer en el futuro inmediato es fortalecer la
sanidad pública).
Algunos países
(Japón, Corea, Italia, por supuesto China, y España, aunque aquí sin
demasiada concreción hasta el momento) han anunciado programas de gasto
público inmediato pero estos programas, aunque imprescindibles, no son
completamente efectivos en cualquier condición.
Deben dirigirse
exactamente a población y a las empresas más afectadas y, aunque son
necesarios para paliar el daño del shock de demanda, no van a
poder resolver los problemas del lado de la oferta. Además, se van a dar
en países con un nivel de deuda ya elevada, de modo que desde el primer
momento van a suponer un coste de financiación adicional para los
gobiernos que puede ser muy peligroso a poco que se vaya saliendo de la
pandemia.
Particularmente torpe y imitada en este aspecto es la medida anunciada
por parte de la Unión Europea en el sentido de que va a aligerar o
flexibilizar las condiciones de estabilidad presupuestaria. Si bien eso
puede posibilitar formalmente aumentar el gasto, es evidente que lo que
no evita es que aumente la deuda y el peso que habrán de soportar los
gobiernos. (...)
En el seno de la Unión Europea, en concreto, es
impensable que puedan ser efectivos programas de gasto frente a la
pandemia que no sean el resultado de una estrategia común y de la
financiación del Banco Central Europeo.
También
hay que señalar que incluso los programas de gasto a través de ayudas
que estén bien dirigidos hacia quienes soporten la principal carga de la
pandemia pueden ser, desgraciadamente, bastante ineficaces si lo que se
ha producido es un cambio en el comportamiento de gasto como resultado
no sólo de la carencia de ingreso sino de las expectativas o el temor.
Con la actitud tan poco transparente y cómplice de los gobiernos, sin
liderazgos democráticos potentes, sin credibilidad y con el rechazo
actual de la población hacia la clase política ni siquiera con mayores
ayudas públicas se va a recuperar la confianza necesaria para que
aumente el gasto a cortísimo plazo, como sería necesario.
Salvar las vidas es lo primero. Pero hay que evitar también el desastre económico y financiero.
(...) mi obligación como un modesto analista de la economía es señalar que la
pandemia comporta otro peligro: que se desencadene un crisis económica y
financiera mundial que destruya miles de empresas, millones de empleos y
riqueza en todo el mundo.
A mi juicio, eso es posible porque las autoridades
vienen tomando medidas equivocadas desde hace años que han creado
fallos muy peligrosos en el sistema económico. O, más que equivocadas,
que solo buscan el beneficio de una minoría.
Ahora
han empezado a ser conscientes de que la pandemia no es sólo un peligro
sanitario sino también económico y financiero y están tomando medidas.
Pero mi tesis es que esas medidas, como he tratado de explicar, van a
ser ineficaces para evitar esas consecuencias fatales de la pandemia
sobre las economías. No digo que vayan a ser completamente inútiles,
pero sí absolutamente insuficientes.
Por razones muy sencillas de entender:
- Si no hubiéramos estado en medio de una ralentización generalizada, el shock de oferta se resolvería en unas semanas.
- Si las bolsas no estuvieran sobre una bomba especulativa no estaríamos corriendo el peligro de que la pandemia sea una chispa que las hace saltar llevando a la quiebra a miles de empresas e inversores.
- Si no se hubieran producido los recortes tan nefastos en inversión pública los sistemas sanitarios no estarían tan al borde del colapso.
- Si no se diera prioridad a la investigación militar o la que está vinculada con los grandes intereses comerciales o a la que es simplemente especulativa e inútil, tendríamos antes vacunas y medidas preventivas.
- Si no hubiera aumentado tanto la desigualdad y no se hubieran casi desmantelado los sistemas de protección social no habría miles de personas sin poder estar en cuarentena o sin poder hacerse la prueba para saber si están infectadas.
- Si no se hubiera dado privilegios fiscales y de todo tipo a las ganancias especulativas y financieras, la rentabilidad de las empresas que generan actividad productiva y empleo no habría caído, provocando la ralentización que veníamos sufriendo.
- Si no se hubieran establecido políticas de austeridad tan nefastas, los gobiernos no estarían ahora la borde del precipicio por tener que hacer frente a gastos imprescindibles para salvar la vida de miles de personas.
- Si no se hubieran consentido que los banqueros que provocaron la crisis anterior se salieran con la suya, ahora tendríamos un sistema financiero capaz de financiar a empresas y consumidores en apuros.
Que
nadie se engañe. La expansión de un virus que contagia y enferma a
cientos de miles de personas es siempre un drama, pero lo que está
ocurriendo con el coronavirus y lo que va a ocurrir no es su
consecuencia directa. Es el resultado de las políticas que se vienen
aplicando en los últimos años.
Es cierto que las medidas que se están anunciando comportan cierta excepcionalidad pero mientras no se reviertan la lógica dominante para aplicar otras sobre principios bien diferentes será imposible evitar el desastre que se avecina y los que vendrán después. Afortunadamente, hay alternativas(...)" (Juan Torres López, La PolíticaOnline, 13/03/20)
Es cierto que las medidas que se están anunciando comportan cierta excepcionalidad pero mientras no se reviertan la lógica dominante para aplicar otras sobre principios bien diferentes será imposible evitar el desastre que se avecina y los que vendrán después. Afortunadamente, hay alternativas(...)" (Juan Torres López, La PolíticaOnline, 13/03/20)
No hay comentarios:
Publicar un comentario