"Hace unos días, el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, utilizó la tribuna del Parlamento Europeo para pronunciar un discurso belicista propio del General Broulard en Senderos de Gloria. (...)
“Nadie puede invocar la resolución pacífica del conflicto. Nos acordaremos de aquellos que en este momento solemne no estén a nuestro lado”, afirmó Borrell en tono amenazador e inquisitorial. Todo un aviso para quienes se opongan a la deriva belicista de la UE abogando por una resolución pacífica ante la intolerable invasión de Ucrania por parte del régimen dictatorial de Putin.
Pero resulta que algunos no asumimos ningún compromiso con los partidos, regímenes y gobiernos que han contribuido a esta situación de guerra. Nuestra simpatía está con el pueblo ucraniano que sufre la guerra y con el pueblo ruso que se opone a ella. Las y los anticapitalistas no hacemos política desde los intereses de las clases dominantes y sus artefactos políticos, sino desde el interés internacionalista de la clase trabajadora. Esta es una guerra imperialista trágica, que podría haberse evitado. Pero la lógica de los imperialismos ha empujado a ella y ni Putin, el único responsable de haberla desencadenado, ni la OTAN, con su estrategia intervencionista creciente, serán perdonados por ella. El primero, por agredir al pueblo ucraniano y tratar de imponer su proyecto imperial gran ruso. Los segundos, por vaciar de soberanía a Ucrania, convirtiendo el país en un peón de su geopolítica en alianza con la élite corrupta que ha saqueado Ucrania en complicidad con Occidente durante todos estos años.
Es lógico que quienes se encuentran en estos momentos en Ucrania luchando contra Putin decidan tomar las armas o adoptar otras formas de resistencia civil y hacer todo lo posible para evitar esta ocupación. La honestidad política exige que en la respuesta europea reconozcamos que, ante esta guerra, existen varias posiciones. Por un lado, la de quienes han apostado por una carrera armamentística y están dispuestos a llegar hasta el final, arrastrando incluso al planeta a la guerra total entre potencias nucleares. Una opción que hoy parece menos lejana de lo que nos parecía hace tan solo dos semanas ante la dinámica crecientemente agresiva emprendida por Putin. Pero existen otras posiciones. Como la de quienes apostamos por apoyar a los pueblos ucraniano y ruso y, a la vez, por parar la guerra lo más pronto posible mediante un proceso de negociación como el único camino para frenar la escalada militar, evitar un caos geopolítico todavía mayor y lograr frenar este conflicto antes de que sea demasiado tarde.
Las veleidades militaristas de nuevo cuño parecen haber conquistado las moquetas y despachos de Bruselas. La semana pasada el Parlamento Europeo aprobó una resolución que supuestamente denunciaba la ocupación de Ucrania por parte de Putin y se solidarizaba con el pueblo ucraniano, algo que desde Anticapitalistas hemos defendido en todo momento. Pero la resolución era mucho más que una condena de Putin, ya que utilizaba la guerra y el sufrimiento ucraniano como coartada para remilitarizar Europa, proponiendo el aumento del gasto militar en una escalada belicista que solo beneficia a las multinacionales de la muerte y refuerza el papel de la OTAN como gendarme mundial al servicio de la agenda de Washington, a la que se subordinan las potencias europeas.
(...) a las élites políticas y económicas europeas no les importaría empantanar el conflicto en Ucrania durante años, aunque sea a costa del pueblo ucraniano, de fortalecer a gobiernos títeres y, de paso, reforzar y justificar la dictadura de Putin. Por eso no están mostrando ningún interés en impulsar iniciativas diplomáticas y han desplazado el debate y las medidas hacia el callejón sin salida del reduccionismo militar. De lo que no hay ninguna duda es que esta escalada armamentística está llenando las arcas de una industria militar que ya ha ganado más de 24.000 millones de euros desde que se inició la guerra. (...)
Ante la deriva militarista y belicista que está azotando a Europa, y a pesar del ambiente macartista de intimidación intelectual y de demagogia belicista, algunas personas hemos decidido levantar la bandera de una tradición socialista que ha luchado siempre por la paz y contra los imperialismos, vengan de donde vengan. Y no por eso voy a dejar de reconocer que no existen recetas mágicas que vayan a solucionar repentinamente esta situación. Al votar en contra de la resolución del Parlamento Europeo, desde Anticapitalistas asumimos las contradicciones de este posicionamiento. Pero es un posicionamiento que hemos adoptado colectiva, consciente y autónomamente, no condicionados por el qué dirán o por cálculos espurios. Hemos votado no a remilitarizar Europa. Y lo hemos hecho porque rechazamos utilizar la inaceptable y criminal invasión del régimen tiránico de Putin contra Ucrania para fortalecer la OTAN y cargar la amenaza de un choque entre potencias imperialistas sobre las vidas de trabajadoras y trabajadores ucranianos y rusos. Hemos dicho no a quienes quieren devolvernos a la lógica de la Unión Sagrada de albores de la Primera Guerra Mundial, obligándonos a aceptar unos nuevos créditos de guerra.
Porque, si bien es cierto que, por el momento, solo una potencia ha lanzado una agresión y el pueblo ucraniano tiene derecho a su resistencia, armada y no armada, y a luchar por su soberanía (algo que debería pasar por el no alineamiento, precisamente lo contrario de convertirse en un satélite de la OTAN o de Rusia), no es menos cierto que en Ucrania la OTAN se prepara cada vez más a intervenir contra Rusia. Y esto no hace más que volver la situación cada vez más peligrosa, aumentando el riesgo de degenerar en un choque abierto entre potencias nucleares cuanto más se prolongue el conflicto.
Y para todo ello, la UE debería apoyar las negociaciones que ya se están produciendo entre Putin y el Gobierno ucraniano, contribuyendo así a detener esta barbarie lo antes posible. Presionando por todos los medios a la oligarquía rusa que sostiene el régimen de Putin, sancionar a los oligarcas y no al pueblo, con medidas como la expropiación de los activos y pasivos de los millonarios rusos para financiar la reconstrucción de Ucrania. Para ello será necesario crear un registro financiero internacional, que nos permita conocer los propietarios reales, una medida que seguramente no agradará a las fortunas occidentales.
La geopolítica y la real politik suelen olvidarse de los pueblos. Y para apoyar al pueblo ucraniano, la reivindicación de anular la deuda externa es hoy en día una de las más poderosas herramientas para aliviar la presión sobre la economía ucrania (y, de paso, de todos los países ahogados por ella), sobre su población y sus finanzas, permitiendo esbozar un futuro que no pase por el empobrecimiento de su pueblo. Una propuesta que, por razones obvias, a ninguna de las partes imperiales en conflicto parece haberles importado nunca mucho y menos ahora.
Pero más allá de Ucrania, resulta fundamental que levantemos un plan de choque social ante las previsibles y ya presentes consecuencias económicas y sociales de la guerra en Europa. Hay que redoblar los esfuerzos en ayuda humanitaria al pueblo ucraniano y a quienes huyen buscando refugio en el que ya es el mayor éxodo en Europa desde la II Guerra Mundial. Y esto requiere un reparto equitativo y solidario de las cargas de los esfuerzos de acogida entre el conjunto de Europa.
Así mismo, hay que enfrentar con medidas valientes la crisis económica que se cierne sobre el conjunto del continente para que no sean las clases populares las que, una vez más, paguen las consecuencias de esta guerra. Para ello, además de controlar el aumento de los precios de la energía y de tantos otros bienes, debe producirse una subida de los salarios y de la capacidad adquisitiva de la clase trabajadora para evitar un crecimiento de la carestía de la vida. Pero no nos hagamos trampas: el control de precios no es posible sin una planificación social y ecológica de la economía, ni sin la nacionalización de sectores estratégicos como la energía. Y, evidentemente, nada de esto llegará solo ni por voluntad propia de quienes nos gobiernan, sino que requerirá una movilización activa y consciente de la clase trabajadora. (...)
El futuro de nuestro siglo se está escribiendo hoy en las llanuras ucranianas. Las fuerzas transformadoras europeas debemos tomar una posición activa con agenda propia, que rechace sin ambigüedades el proyecto político imperial de la oligarquía rusa y la autocracia putinista, pero también la agenda militarista de la OTAN y de los dictados imperialistas de Washington" ( , Rebelión, 23/03/2022)
No hay comentarios:
Publicar un comentario