4.3.24

El Rubicón de la OTAN... tras la caída de Avdeevka, la situación en el conflicto con Rusia se ha vuelto casi insostenible para Ucrania: tropas exhaustas, escasez de municiones y equipos, cobertura aérea inexistente, y, por último, la espita de la financiación del gobierno de Washington cerrada... Europa ha invertido cantidades aterradoras de dinero en el régimen de Kiev... así que en caso de derrota de Kiev, se abriría un juego muy peligroso para las élites europeas. Será difícil explicar a las poblaciones el aumento de los costes energéticos y la consiguiente desindustrialización que se convertiría en estructural, igual que la bajada del nivel medio de vida de la población... por ello Macron rompió el tabú del envío de tropas europeas al frente ucraniano... Poco a poco, Occidente ha cruzado todas las líneas rojas... es que las inversiones occidentales en el régimen de Kiev en términos políticos, diplomáticos, militares y financieros son demasiado elevadas para permitir un giro (Giuseppe Masala)

 "A nadie se le escapa que, tras la caída de Avdeevka, la situación en el conflicto con Rusia se ha vuelto casi insostenible para Ucrania: tropas exhaustas que carecen de la rotación entre divisiones esencial para un ejército eficiente, escasez de municiones y equipos, cobertura aérea cada vez más escasa, cuando no inexistente, y, por último, la espita de la financiación del gobierno de Washington ahora cerrada debido a las barricadas levantadas en el Congreso por los republicanos.

Obviamente, la falta de financiación por parte de Washington pesa sobre todo en Kiev, ya que supone una interrupción sustancial del flujo de equipos, armas y municiones necesarios para hacer frente al ejército ruso. En este giro tan difícil de los acontecimientos, Europa intenta por todos los medios compensar el bloqueo del flujo de recursos financieros y militares procedentes de Washington para mantener en pie al ejército ucraniano evitando una derrota de proporciones similares a las que sufrió Italia en Caporetto.

 El interés de las élites políticas europeas no está ciertamente ligado al destino de los ideales del liberalismo a orillas del Dniéper, sino a razones más prosaicas: Occidente, y en particular Europa, han invertido cantidades aterradoras de dinero en el régimen de Kiev nacido del Putsch de Majdan. Obviamente, no me refiero sólo al coste del rearme de Kiev según los estándares occidentales, sino también a la financiación directa necesaria para que Kiev mantenga un Estado del bienestar mínimo y la maquinaria burocrática del Estado, pero también a los aterradores costes de las sanciones, tanto en términos de pérdida de exportaciones a Rusia como en términos de aumento de los costes energéticos y el consiguiente enorme aumento de la inflación. En total, estamos hablando de cientos de miles de millones de euros invertidos por Occidente en Kiev, por tanto, una suma hiperbólica que se pierde para las necesidades internas de los países occidentales. También hay que tener en cuenta que el coste de las sanciones es un stock financiero cada vez mayor debido a que no se sabe cuándo se levantarán y que, por tanto, año tras año, la cantidad crece inexorablemente.

 Es evidente que en un contexto como éste, en caso de derrota de Kiev y consecución de los objetivos estratégicos de Moscú, se abriría un juego muy peligroso para las élites europeas. Será difícil explicar a las poblaciones el aumento de los costes energéticos y la consiguiente desindustrialización que se convertiría en un hecho estructural y ya no modificable, igual de estructural e inmodificable -a corto y medio plazo- sería la bajada del nivel medio de vida de la población y muy probablemente el consenso en el que se basa su poder sufriría una debacle irreparable con el ascenso de una nueva clase dirigente.

También hay que considerar que la OTAN estaría en grave peligro de supervivencia en caso de derrota de Kiev, tanto por la hostilidad de Trump en caso de que volviera a ser presidente de Estados Unidos, como por los evidentes desencuentros y fricciones que se aprecian entre aliados europeos como los que existen entre Reino Unido y Alemania, por no hablar del sabotaje del North Stream, que ha perjudicado enormemente a la economía alemana y que tiene a algunos de los miembros de la alianza entre los principales sospechosos.

 Está claro que en un contexto tan general, las élites europeas se encuentran en un estado de fibrilación evidente. Prueba de ello se vio el 26 de febrero en París cuando -durante una conferencia de los países "donantes" de Ucrania- Emmanuel Macron pronunció unas sonoras palabras que abrían la puerta al envío de tropas terrestres a Ucrania: "Hoy no hay consenso sobre el envío oficial de tropas sobre el terreno, pero en el plano de la dinámica no podemos excluir nada. Haremos todo lo necesario para impedir que Rusia gane esta guerra". Una declaración que, como se puede comprender, rompe un tabú; el del envío de tropas como opción posible. Rompiendo el tabú inmediatamente confirmado por el Primer Ministro francés Gabriel Attal que declaró: "No se puede descartar nada en una guerra en curso en el corazón de Europa". Palabra de sabio...

Las palabras procedentes del mundo político francés han generado consternación (habrá que comprobar si fachada o auténtica) en el resto de gobiernos europeos que se han lanzado a desmentir y negar de inmediato desde Berlín a Roma pasando por Varsovia. Desgraciadamente para estos últimos, sin embargo, la voz que devolvió a todos a la realidad vino directamente de Washington.  Me refiero a la del Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, que en una comparecencia ante el Congreso de su país declaró sin posibilidad de equívoco: "La OTAN tendrá que luchar contra Rusia si Ucrania es derrotada".

Desgraciadamente, como decía al principio, esta es la realidad, las inversiones occidentales en el régimen de Kiev en términos políticos, diplomáticos, militares y financieros son demasiado elevadas para permitir un giro indoloro quizás bien disimulado tras las habituales narrativas en las que se especializan nuestros periodistas y creadores de opinión.

Poco a poco, Occidente ha cruzado todas las líneas rojas. Primero entregaron armamento individual y equipos de protección personal, luego llegaron las armas antitanque, después los tanques, la artillería y los drones de ataque, más tarde los sistemas de defensa antiaérea (Patriot y Samp-T) y los misiles de medio alcance (Scalp y Storm Shadow) de muy alta tecnología, por último los aviones F-16 y rompiendo el último tabú de enviar tropas terrestres."          (Giuseppe Masala, L'Antidiplomatico, 03/03/24; traducción DEEPL)

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