16.7.24

El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers, se declaró en quiebra... Si tuviéramos que elegir una fecha "periodizadora" para el comienzo del fin del Imperio Americano, tendríamos que optar por esa, mientras que si tuviéramos que señalar un aspecto llamativo en el que se manifestara abiertamente, tendríamos que recordar la criminal gestión de la emergencia pandémica bajo Trump... la incapacidad del establishment norteamericano para garantizar una gobernanza adecuada en el exterior se corresponde cada vez más con su incapacidad para gobernar los procesos políticos y sociales en el interior, precisamente porque los cimientos del edificio están podridos y sólo pueden producir una raza de maníacos incapaces en la cúspide... más de la mitad de la población ha experimentado directa o indirectamente un suceso relacionado con el uso de un arma de fuego... Es difícil sorprenderse de lo que ha ocurrido, y de lo que ocurrirá dado el reavivamiento de la violencia de la alt-right que ha abanderado la causa de Trump... en la escisión de EE.UU. es difícil saber quién está contra quién y por qué (Giacomo Marchetti )

 "El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión estadounidense, se declaró en quiebra, desencadenando la crisis financiera y económica mundial más virulenta desde la Gran Depresión de 1929.

Si tuviéramos que elegir una fecha "periodizadora" para el comienzo del fin del Imperio Americano, tendríamos que optar por esa, mientras que si tuviéramos que señalar un aspecto llamativo en el que se manifestara abiertamente, tendríamos que recordar la criminal gestión de la emergencia pandémica bajo Trump, o la incapacidad de EEUU para superar el racismo estructural derivado de su "pasado" esclavista.

Si los sucesos relacionados con la pandemia y las movilizaciones posteriores a la muerte de George Floyd, netas de la remoción estructural que las élites occidentales intentan hacer de los acontecimientos epocales, están más frescos en la memoria, quizá los de hace más de 15 años deban ser mejor recordados.

La subida de los tipos de interés desde el año anterior (2007) y el desinflamiento de la burbuja inmobiliaria, habían provocado la caída en picado de los precios de los inmuebles, con muchos prestatarios accediendo a hipotecas sin tener que aportar realmente garantías. Llegó un momento en que ya no podían pagar las cuotas de la hipoteca, pues las propiedades no valían tanto como el préstamo hipotecario contraído para adquirirlas.

 A veces avergonzados de su quiebra individual, los hipotecados insolventes abandonaron sus "casas de ensueño" el día antes de la ejecución hipotecaria, convirtiendo los frutos de la expansión urbana en desiertos de viviendas y alimentando el malestar que ya latía en las zonas desindustrializadas del "cinturón oxidado", así como en el campo carcomido por la agroindustria y en los guetos olvidados de las metrópolis en ruinas.

La generosidad en la concesión de las llamadas hipotecas subprime no se derivó de ninguna filantropía particular de las instituciones crediticias al querer dar un techo a quienes no lo tenían, sino del hecho de que éstas se "empaquetaban" y se convertían en vehículos especiales de inversión financiera llamados derivados, precisamente, a través de la titulización.

Estas lo que en la jerga se llamaban 'salchichas' eran especialmente atractivas para el mercado financiero y calificadas por las agencias de calificación estadounidenses como una de las mejores inversiones a través de la máxima calificación con una 'triple A' y, por tanto, recomendadas profusamente a cualquiera que fuera inversor, aunque nadie supiera exactamente en qué se basaban.

Y a través del sistema de "puertas giratorias" y la ósmosis entre la política y las grandes empresas, nadie tenía nada que decir al respecto.

 Este gigantesco castillo de naipes se derrumbó y con él la fiabilidad de un sistema económico basado en el "hago dinero con dinero". para citar la famosa frase del protagonista de una de las películas de culto del yuppismo rampante de los años ochenta, 9 Semanas y Media.

Las drogas financieras y las rentas tóxicas no habían resuelto, sino exacerbado, las contradicciones del modo de producción capitalista, ni habían hecho rebasar los límites del proceso de valorización, sino más bien ampliarlos. (...)

La quiebra de Lehman y el hundimiento de AIG, la mayor aseguradora del mundo, provocaron un infarto financiero que a punto estuvo de provocar el colapso del sistema económico en el centro de esa particular economía-mundo que se desarrolló con la globalización neoliberal durante más de un cuarto de siglo, y que desembocó en cascada en una recesión global de la que Occidente aún no ha salido.

El "rescate" de lo que no había fallado pero estaba muy deteriorado -dada la interconexión de un sistema tan complicado como frágil- por parte de gobiernos e instituciones financieras, y el restablecimiento de algunas normas más estrictas, taparon las goteras de un barco que corría el riesgo de ir a la deriva -en detrimento de la mayoría de la población que experimentó la austeridad también en el Viejo Continente- pero no cambiaron el casco de un barco que en adelante navegaría entre las tormentas de un mundo en rápida transformación que empezaba a cuestionar la capacidad de EE.UU. para mantenerse, incluso internamente.

Un mundo en el que sujetos estatales más anclados en una economía real en fuerte desarrollo -China- o en recuperación -como la Federación Rusa- ascendían en la cadena de valor a nivel mundial, cuestionando el intercambio desigual sobre el que se había anclado la dinámica económica global de la globalización neoliberal, y la subordinación política a la que habían sido sometidos en la redefinición de las jerarquías mundiales desde el fin del mundo bipolar.

Ciertamente, una arquitectura financiero-comercial construida sobre la supremacía del dólar y el complejo militar-industrial estadounidense siguieron siendo -y siguen siendo en parte- los pilares de la dominación estadounidense en la era del plano inclinado de su hegemonía, pero incluso esa dominación está sufriendo duras derrotas: las jaulas interpretativas de la ideología dominante tienen cada vez más dificultades para dar una lectura deformadora y convincente de las diversas caídas sistémicas de los yanquis.

Desde la crisis de las hipotecas subprime -y sus secuelas- se ha producido una profunda crisis de legitimación del establishment político estadounidense, alimentada también por la ampliación de las fracturas -nunca recompuestas- en el seno del cuerpo social estadounidense, y producto de las contradicciones del capitalismo estadounidense.

Una profunda crisis de legitimidad debida también a la difícil reconfiguración del papel de Estados Unidos en un mundo que ya no le aseguraba la función de gendarme, en una situación que los neocon ya habían previsto bastante complicada puesto que, en un determinado momento, Estados Unidos se había quedado "solo al mando" y sin un enemigo tangible.

Dentro de esta 'convulsión interna' se habían liberado los demonios que dejaban obsoletas las opciones políticas centristas en el campo de ambos partidos que habían dominado la escena estadounidense, produciendo dos 'outsiders' al establishment político establecido: Bernie Sanders por los demócratas, y Donald Trump por los republicanos.

Dos "variantes populistas" -el supremacismo blanco en la vena WASP, por un lado, y la tradición progresista del movimiento obrero, por el otro- que, en un momento de crisis de representatividad, desenterraron dos vertientes políticas opuestas y antitéticas que habían caracterizado la historia de Estados Unidos y resurgieron como ríos cársticos.

Mientras Trump engullía al Grand Old Party, Bernie Sanders, tras intentar por dos veces el asalto al establishment demócrata a través de las primarias, perdió, y acabó por alinearse como gran parte del "nuevo movimiento obrero" norteamericano. El aparato demócrata ganó a costa de apostar por el único candidato restante que parecía poder cerrar el paso al socialista de Vermont en las primarias de 2020, a saber, Joe Biden, el difunto ex adjunto de Obama.

Como posible segundo de Biden, pues, se eligió a un vicepresidente que rivalizaba ampliamente con Sleepy Joe en cuanto a meteduras de pata y meteduras de pata, señal de que el mecanismo de reproducción de la clase dirigente de calidad se ha atascado.

Si la anterior campaña electoral presidencial se caracterizó por una fuerte polarización "explosiva", por así decirlo, ésta puede tener ahora un perfil más "implosivo".

De hecho, la incapacidad del establishment norteamericano para garantizar una gobernanza adecuada en el exterior se corresponde cada vez más con su incapacidad para gobernar los procesos políticos y sociales en el interior, precisamente porque los cimientos del edificio están podridos y sólo pueden producir una raza de maníacos incapaces en la cúspide.

Maniáticos incapaces de sostener los pedazos de un sistema a la deriva, entre otras cosas sin ser arrollados por los propios espíritus que conjuraron como probablemente le ocurrió a Trump.

Dos cifras sobre lo que parece ser uno de los fenómenos en los que se ha centrado la atención desde la atención prestada a Donald Trump dan una idea de una de las muchas lacras que aquejan a EEUU: 48204 muertes en 2022 están relacionadas con armas de fuego, uno de cada cinco estadounidenses tiene al menos un miembro de su familia que ha muerto como consecuencia del uso de armas de fuego (incluyendo suicidios), más de la mitad de la población ha experimentado directa o indirectamente un suceso relacionado con el uso de un arma de fuego, y a partir de 2020 la primera causa de muerte entre niños y adolescentes en EEUU se debe a las armas de fuego, superando a los accidentes de tráfico.

Es difícil sorprenderse de lo que ha ocurrido, y de lo que ocurrirá dada la mezcla explosiva que tenemos ante nosotros y la hipótesis no precisamente peregrina del reavivamiento de la violencia de la alt-right que ha abanderado la causa de Trump.

Me vienen a la mente las palabras de un soldado que responde a las preguntas del protagonista de la última película distópica, pero realista, de Garland, Civil War, sobre la escisión de EE.UU. en la que es difícil saber quién está contra quién y por qué, pero en la que el nivel general de violencia es el que EE.UU. ha vertido sobre medio mundo. "Mira nadie nos da órdenes. Hay alguien que quiere matarnos y nosotros queremos matarle"."

(

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