10.10.24

La crisis de Gaza y el fin de los derechos humanos: el fracaso del derecho internacional... Las recientes declaraciones del Secretario General de la ONU, pidiendo alto el fuego y negociaciones de paz, son admirables, pero distan mucho de abordar el problema de fondo: la falta de aplicación... El problema, sin embargo, va más allá de los fallos institucionales. En el fondo, la crisis refleja la falta de voluntad política de los líderes mundiales para dar prioridad a los derechos humanos y la justicia por encima de las alianzas estratégicas y los intereses nacionales. La posición de Israel como estrecho aliado de Estados Unidos y otras potencias occidentales lo protege de consecuencias significativas. Esta realidad política socava el derecho internacional, creando un mundo en el que las normas sólo se aplican a los débiles, mientras que los poderosos actúan con impunidad... Esto requiere una revisión fundamental de las instituciones mundiales como la ONU, que deben ser más democráticas y estar menos sujetas a los vetos de las naciones poderosas. Los tribunales internacionales, como la Corte Penal Internacional (CPI), deben estar facultados para investigar y enjuiciar crímenes de guerra sin interferencias políticas. El mundo no puede permitirse permanecer de brazos cruzados mientras se desarrolla una catástrofe humanitaria en Palestina... esta situación envía un duro mensaje al mundo: si nos ocurriera lo que está ocurriendo en Gaza y Líbano, no habría ningún mecanismo ni institución que nos protegiera. Tal vez este sea el resultado que se pretende: hacernos sentir la más absoluta desesperación, quebrantar nuestro espíritu y obligarnos a doblegarnos ante el poder (Hilal Cibik, Un. Exeter)

 "Exeter (Especial para Informed Comment; Artículo de fondo) - Mientras los ataques israelíes contra Gaza siguen haciendo estragos y se extienden ahora al Líbano, un año de violencia incalificable ha planteado persistentes interrogantes sobre la eficacia del derecho internacional y la gobernanza mundial. Las continuas acciones militares de Israel en Palestina y el devastador número de víctimas civiles. Ante estas flagrantes violaciones del derecho internacional, desde las Convenciones de Ginebra hasta las normas humanitarias destinadas a salvaguardar a los civiles, el mundo asiste paralizado. La impotencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de otros organismos internacionales pone en duda que las instituciones mundiales estén preparadas para prevenir tales tragedias o para exigir responsabilidades a los agresores. La respuesta es clara: el derecho y las organizaciones internacionales han fracasado.

Un año de violencia: Una tragedia para Palestina

Durante más de un año, las autoridades de ocupación israelíes han llevado a cabo operaciones militares cada vez más agresivas en Gaza y Cisjordania. Miles de civiles palestinos han muerto, barrios enteros han sido arrasados, se han bombardeado hospitales y se han destruido infraestructuras esenciales. El bloqueo de Gaza se ha intensificado, dejando a millones de personas sin acceso a necesidades como agua, alimentos y atención médica adecuados. No se trata sólo de una guerra, sino de la destrucción sistemática de un pueblo: un genocidio, según muchos estudiosos y organizaciones de derechos humanos.

Quizá lo más desalentador sea la respuesta de la comunidad internacional, o la falta de ella. A pesar de la amplia documentación sobre crímenes de guerra, como ataques contra civiles, castigos colectivos y uso desproporcionado de la fuerza, no se ha producido ninguna intervención significativa. Las acciones de Israel violan flagrantemente el derecho internacional, incluida la Cuarta Convención de Ginebra, que prohíbe atacar deliberadamente a civiles y exige la protección de quienes se encuentran en territorios ocupados. Sin embargo, la condena de las instituciones mundiales ha sido en gran medida simbólica, sin aplicación ni consecuencias.

Líbano: el conflicto se extiende

Ahora, cuando Israel extiende su campaña militar al Líbano, atacando a Hezbolá, la crisis se ha convertido en un conflicto regional. La población civil libanesa, que ya sufre el colapso económico y la inestabilidad política, se enfrenta ahora a la aterradora perspectiva de los ataques. Al igual que en Gaza y Cisjordania, los civiles se ven atrapados en el fuego cruzado, y el derecho internacional parece una vez más impotente ante la agresión.

La expansión del conflicto suscita preocupaciones geopolíticas más amplias. Oriente Medio es desde hace tiempo un polvorín, y las acciones militares incontroladas de Israel corren el riesgo de sumir a la región en un caos aún mayor. Sin embargo, a pesar de estas terribles consecuencias, la comunidad internacional permanece en gran medida pasiva, limitándose a hacer llamamientos a la moderación y la diplomacia, que suenan vacíos en ausencia de una verdadera rendición de cuentas.

El colapso del derecho internacional

Esta crisis en curso pone de manifiesto las profundas deficiencias del sistema jurídico internacional. Las continuas infracciones del derecho internacional humanitario por parte de Israel, desde los asentamientos ilegales hasta la fuerza militar desproporcionada, ponen en tela de juicio los cimientos mismos del orden posterior a la Segunda Guerra Mundial. El derecho internacional está diseñado para prevenir tales atrocidades, pero cuando sus mecanismos no consiguen que los actores poderosos rindan cuentas, se convierte en papel mojado.

El papel de las organizaciones internacionales, en particular de las Naciones Unidas, es fundamental en este fracaso. La ONU, fundada para prevenir los horrores de la guerra y promover los derechos humanos, se ha convertido en un símbolo de ineficacia. Las resoluciones de la ONU que condenan las acciones israelíes se han topado con el veto de poderosos Estados miembros, sobre todo Estados Unidos, lo que ha vaciado de poder a la institución. Año tras año, el Consejo de Seguridad se ha paralizado, y aunque la Asamblea General de la ONU aprueba resoluciones de condena de la violencia, éstas no tienen peso legal.

Las recientes declaraciones del Secretario General de la ONU, pidiendo alto el fuego y negociaciones de paz, son admirables, pero distan mucho de abordar el problema de fondo: la falta de aplicación. Si el derecho internacional no puede hacerse cumplir frente a Estados poderosos, sobre todo cuando hay intereses geopolíticos de por medio, pierde credibilidad a los ojos del mundo. Por un lado, Israel ha declarado al Secretario General de la ONU «persona non grata». El ministro israelí de Asuntos Exteriores, Israel Katz, afirmó que Guterres, al que calificó de antiisraelí, «apoya a terroristas, violadores y asesinos».

En una declaración escrita difundida por el Ministerio de Asuntos Exteriores, se informó de que Guterres fue declarado 'persona non grata' por no condenar explícitamente el ataque con misiles iraníes contra Israel. 'Nadie que no pueda condenar inequívocamente el vil ataque de Irán contra Israel merece poner un pie en suelo israelí', dijo el ministro de Asuntos Exteriores, Israel Katz, en un comunicado, afirmando que Guterres, a quien describió como antiisraelí, 'apoya a terroristas, violadores y asesinos'.' Katz también argumentó que Guterres está con Hamás, Hezbolá, los Houthis y ahora Irán, al que describió como 'la madre del terrorismo global', y dijo que Guterres pasará a la historia de la ONU como una 'mancha negra'.' Como vemos, Israel no sólo exige un apoyo sustancial de los Estados individuales, sino también el apoyo visceral de las organizaciones internacionales.

El fracaso de la voluntad política

El problema, sin embargo, va más allá de los fallos institucionales. En el fondo, la crisis refleja la falta de voluntad política de los líderes mundiales para dar prioridad a los derechos humanos y la justicia por encima de las alianzas estratégicas y los intereses nacionales. La posición de Israel como estrecho aliado de Estados Unidos y otras potencias occidentales lo protege de consecuencias significativas. Esta realidad política socava el derecho internacional, creando un mundo en el que las normas sólo se aplican a los débiles, mientras que los poderosos actúan con impunidad. A medida que se erosiona la confianza pública en las organizaciones internacionales, también lo hace la creencia en la eficacia del derecho internacional. Esta erosión tiene consecuencias a largo plazo, no sólo para el pueblo palestino, sino para la estabilidad mundial. Si el mundo permite que continúe el precedente de violencia incontrolada y anarquía, otros conflictos pueden seguirle, y otros regímenes autoritarios pueden explotar las debilidades del sistema internacional.

¿Hacia dónde vamos?

 La situación actual exige algo más que retórica vacía y resoluciones no vinculantes. Para que el derecho internacional siga siendo una fuerza de justicia, debe aplicarse de forma coherente, sin tener en cuenta las alianzas políticas. Esto requiere una revisión fundamental de las instituciones mundiales como la ONU, que deben ser más democráticas y estar menos sujetas a los vetos de las naciones poderosas. Los tribunales internacionales, como la Corte Penal Internacional (CPI), deben estar facultados para investigar y enjuiciar crímenes de guerra sin interferencias políticas. El mundo no puede permitirse permanecer de brazos cruzados mientras se desarrolla una catástrofe humanitaria en Palestina y que ahora amenaza con sumir al Líbano. Los líderes mundiales deben elevarse por encima de sus intereses nacionales y actuar en nombre de la justicia, no sólo por el bien del pueblo palestino, sino por la integridad del propio derecho internacional. Ha llegado el momento de actuar con decisión, y el mundo no debe dejar pasar otro año de violencia e impunidad.

Erosión de la confianza pública

El derecho internacional, en particular el derecho humanitario, está concebido para proteger los derechos humanos, prevenir atrocidades y promover la paz y la justicia a escala mundial. Se supone que organizaciones como las Naciones Unidas (ONU), la Corte Penal Internacional (CPI) y diversos tratados internacionales proporcionan mecanismos para la rendición de cuentas. Sin embargo, cuando estas instituciones no pueden -o no quieren- hacer cumplir sus normas, la confianza pública en ellas se erosiona.

 El hecho de que Israel pueda atacar a los palestinos, violando sistemáticamente el derecho internacional sin consecuencias, transmite a la opinión pública mundial el mensaje de que estas leyes son impotentes. La incapacidad de exigir responsabilidades a los Estados poderosos crea la percepción de que el derecho internacional se aplica de forma selectiva, lo que socava su legitimidad. La gente pierde la fe en estas instituciones cuando ve que las potencias mundiales pueden actuar con impunidad, lo que conduce al cinismo sobre todo el orden internacional. Esta erosión de la confianza puede ser muy perjudicial. Los ciudadanos de todo el mundo pueden empezar a creer que las organizaciones internacionales son incapaces de proteger los derechos humanos o de negociar el fin de las guerras. La pérdida de confianza en estos organismos debilita su autoridad, lo que les dificulta mediar en futuros conflictos, proporcionar ayuda humanitaria o mediar en acuerdos de paz.

Una crisis global para la humanidad

 Cuando falla el derecho internacional, no sólo sufren las víctimas inmediatas del conflicto. La quiebra de estos sistemas puede provocar una crisis global más amplia para la humanidad. La violación incontrolada de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario contribuye a un ciclo de violencia, desplazamiento e inestabilidad que afecta a millones de personas. Las crisis de refugiados, por ejemplo, suelen derivarse de conflictos en los que se hace caso omiso del derecho internacional, lo que obliga a poblaciones enteras a huir de sus hogares en busca de seguridad. Además, cuando las organizaciones internacionales son incapaces de intervenir eficazmente, se envalentona a otros Estados o actores para que hagan caso omiso de las normas internacionales, sentando un peligroso precedente. Esto puede llevar a una proliferación de conflictos y abusos de los derechos humanos, ya que los países ven que no hay consecuencias reales por violar el derecho internacional. El resultado es una jungla global en la que la fuerza da la razón y se ignoran las normas destinadas a proteger a los más vulnerables.

 A largo plazo, esta inestabilidad puede contribuir a crisis mundiales, como el auge del extremismo, el colapso de los Estados y el aumento de la pobreza y el sufrimiento. Cuando las personas dejan de creer que el derecho internacional puede protegerlas, pueden recurrir a otras formas de resistencia, a menudo más violentas, o apoyar a regímenes autoritarios que prometen estabilidad en lugar de justicia. Esto crea un círculo vicioso en el que las organizaciones internacionales pierden su capacidad de intervenir de forma significativa, erosionando aún más la confianza y exacerbando la inestabilidad mundial.

Más allá del innegable fracaso de las instituciones, los tribunales y el derecho internacional, esta situación envía un duro mensaje al mundo: si nos ocurriera lo que está ocurriendo en Gaza y Líbano, no habría ningún mecanismo ni institución que nos protegiera. Tal vez este sea el resultado que se pretende: hacernos sentir la más absoluta desesperación, quebrantar nuestro espíritu y obligarnos a doblegarnos ante el poder. Pero precisamente por eso seguiremos resistiendo, luchando y defendiendo los derechos humanos con tanta determinación como el pueblo de Gaza."

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