"Tras 15 meses de noticias devastadoras procedentes de Oriente Próximo, ha aparecido un resquicio de esperanza: el alto el fuego entre Israel y Hamás.
La opinión pública israelí llevaba meses esperándolo, con sondeos de opinión consecutivos que indicaban que una gran mayoría apoyaba el fin de la guerra en Gaza a cambio de la liberación de todos los rehenes israelíes retenidos por Hamás.
Sin embargo, con el paso de los meses, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su coalición de gobierno de derechas se esforzaron por evitar tal acuerdo; Hamás estaba haciendo lo mismo. Y la administración estadounidense, aunque muy volcada en los esfuerzos de mediación, sencillamente no ejerció una presión eficaz para hacer que ninguna de las partes cambiara de rumbo.
Al mismo tiempo, el número de rehenes israelíes vivos disminuyó gradualmente; las bajas entre los soldados israelíes aumentaron; y el sufrimiento de la población civil de Gaza continuó.
Hoy, los israelíes apoyan el acuerdo de alto el fuego, pero tampoco pueden evitar preguntarse por qué no se alcanzó hace seis, siete u ocho meses. Los términos que se discutieron y rechazaron entonces eran casi idénticos a los acordados ahora. ¿Por qué era necesario que murieran más rehenes, soldados y civiles antes de que los dirigentes tomaran finalmente cartas en el asunto?
Aun así, el acuerdo trae consigo un suspiro de alivio. Los israelíes hemos llegado a conocer y a preocuparnos mucho por los rehenes. La esperanza de su liberación y la preocupación por su suerte han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana. Sus familias han llevado a cabo una lucha valiente y furiosa para traerlos de vuelta a casa, a veces frente a los insoportables y feos ataques de la extrema derecha.
Muchos israelíes mostraron su solidaridad y apoyo, sintiendo que se había puesto en peligro un principio básico israelí: la responsabilidad del Estado de hacer lo que sea necesario para traer a su gente de vuelta a casa. Y a menudo se afirmaba en los últimos meses que hasta que no regresaran los rehenes, la sociedad israelí no podría superar el trauma del 7 de octubre.
Ahora, por fin, las cosas avanzan. La emoción por el regreso de los tres primeros rehenes se sintió en todos los rincones. Pero también recibimos el anuncio del alto el fuego con el corazón encogido. Se dice que no todos los 33 rehenes que van a ser liberados gradualmente en la primera fase del acuerdo están vivos, y nadie sabe definitivamente qué rehenes volverán por su propio pie.
También surgen más preguntas: ¿Cuál será el estado de salud de los que regresen? ¿Cuál será el destino de los 65 rehenes restantes que serán liberados en fases posteriores del acuerdo, que Netanyahu no parece dispuesto a aplicar? ¿Cuál será el futuro de Gaza tras la retirada de Israel? ¿Y podrán los residentes del sur de Israel regresar por fin a sus hogares sanos y salvos?
Todavía hay muchas incógnitas. Pero desde que se anunció el alto el fuego, también hay una chispa de optimismo.
Este acuerdo demuestra que, finalmente, la diplomacia puede funcionar. Los mediadores internacionales pueden cumplir. Las partes de un amargo conflicto pueden llegar a un acuerdo, y la presión pública puede surtir efecto. Demuestra que el sufrimiento puede llegar a su fin, que las familias pueden reunirse y que puede surgir un futuro mejor.
Al producirse en el contexto de muchos otros cambios regionales, este alto el fuego también crea nuevas oportunidades. Desde el alto el fuego entre Israel y Hezbolá en Líbano hasta la transición en Siria y el debilitamiento de Irán, todos estos acontecimientos mejoran la situación geopolítica de Israel. Si el país contara con un gobierno que tratara de aprovechar esta situación para avanzar hacia una solución de dos Estados, podríamos haber asistido a una transformación mucho más drástica, incluida la normalización de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí.
La ventana de oportunidad para ese cambio seguirá existiendo durante un tiempo, pero su realización requeriría un liderazgo israelí diferente y más moderado, así como frenar y dejar de lado el extremismo de extrema derecha, invertir las tendencias antidemocráticas dentro de la sociedad y la política israelíes y reavivar las actitudes y prácticas favorables a la paz.
Sin embargo, la prioridad inmediata es aplicar plenamente todas las fases del acuerdo de alto el fuego y poner en marcha un plan constructivo para el «día después» en la Franja de Gaza, en el que participen la Autoridad Palestina y los países de la región, en detrimento de Hamás. Para ello, israelíes y palestinos necesitarán una continua ayuda internacional, especialmente de Estados Unidos.
Es hora de pasar página al oscuro capítulo que supuso el 7 de octubre y empezar a trazar el futuro mejor y más pacífico que se merecen tanto israelíes como palestinos. El alto el fuego nos acerca a esa realidad, y los mediadores que, aunque tarde, lo han hecho posible merecen reconocimiento y agradecimiento, y deberían seguir el proceso hasta su plena aplicación."
(Nimrod Goren, Instituto Israelí de Política Exterior Regional, POLITICO, 22/01/25, traducción DEEPL)
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