"La muerte violenta de Arturo Torró, exalcalde de Gandia (la Safor), ha supuesto un verdadero shock en la política valenciana. No podía ser de otra manera. Estrangulado, con un tiro en el pecho y al lado de su coche, un Mercedes abandonado en una cuneta de la A-38 al paso por Xeresa, la carretera que conecta Sueca con Gandia. Así aparecía el cadáver del empresario que fuera fundador de las ópticas +Visión. Un escenario especialmente truculento.
La hipótesis de trabajo que centra las investigaciones de la Guardia Civil es la de un crimen premeditado y planificado. Parece ser que Torró no pasaba por un buen momento económico y podría tener alguna deuda importante por saldar. En 2013, las pérdidas en sus negocios lo llevaron a declararse en concurso de acreedores. No obstante, según se explica en Gandia, el tren de vida de Torró no era el de una persona arruinada, antes al contrario.
Ahora bien, las dificultades económicas no eran los únicos problemas que acechaban a Torró. El exalcalde de Gandia tenía pendiente el cumplimiento de la pena de tres años y seis meses de prisión (la Fiscalía reclamaba inicialmente ocho años) a la que fue condenado en 2023 como autor de un delito de malversación por la adjudicación de los servicios de comunicación audiovisual del Ayuntamiento de Gandia de 2012 a 2015.
La violencia y, en cierta manera, la espectacularidad y el correspondiente shock del caso han provocado una identificación inconsciente con un modus operandi mafioso. Ahora mismo, cualquier afirmación sobre la autoría del asesinato es pura especulación, pero es lógico preguntarse si se está prestando una atención suficiente a la actividad de diferentes mafias presentes en el País Valencià, autóctonas o no.
No será porque no nos advirtieron. Roberto Saviano, autor de Gomorra (2006), no se ha cansado de hacerlo. En 2009, por ejemplo, explicaba que la costa mediterránea de la península Ibérica era conocida como la Costa Nostra y vista como un santuario, lo mismo que explicaba un año más tarde Francesco Forgione, quien fuera presidente de la Comisión Parlamentaria Antimafia italiana: un paraíso.
La mafia rusa, por otro lado, también está muy activa en la Costa Blanca, entre Benidorm y Torrevieja. En 2024, por ejemplo, fue asesinado en la Vila Joiosa (Marina Baixa) un piloto ruso que había desertado un año antes. Y, por descontado, que los tentáculos mafiosos se ramifiquen dentro del mundo de la política no es tampoco sorprendente.
El gran Rafel Chirbes noveló en Crematorio (2007) las relaciones mucho más que peligrosas que se articulaban alrededor de la burbuja inmobiliaria y la especulación urbanística en el País Valencià. Su Misent era un pueblo de ficción, pero podría haber sido prácticamente cualquier municipio valenciano de la costa, de la misma forma que cualquier parecido con la realidad de todo lo que se contaba en aquella historia era, obviamente, simplemente una coincidencia.
Guillem Frontera, por su parte, retrató Mallorca —con obvias ramificaciones valencianas, por supuesto— en 2015 con una metáfora bien transparente: Sicília sense morts (Sicilia sin muertos). En 2017, Roberto Saviano advertía otra vez sobre cómo la costa mediterránea peninsular era una zona franca para la mafia y cómo la especulación urbanística actuaba como catalizador de la infección mafiosa en la economía.
¿Por qué, por lo tanto, la población en general vive —o vivía— ajena a esta problemática, creyéndose que, como mucho, serían casos que se encontraría en las películas? La respuesta de Saviano era muy clara: “La gente no se da cuenta porque no hay muertos”. ¿Hasta ahora?" (Ricard Chulià , Público, 21/02/25)
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