"(...) Hay mucha preocupación por la derechización de los jóvenes, sobre todo de los hombres, seducidos por Andrew Tate, Jordan Peterson y otras figuras de la manosfera. En una conversación con Ezra Klein, del New York Times, el analista David Shor dijo que el Partido Demócrata tiene “un problema” con los hombres jóvenes, que “los números reales son mucho peores de lo que la gente piensa” y que se trata de un fenómeno global, ya que “las comunidades online están mucho más segregadas por género que las comunidades offline”.
Soy escéptico. A pesar de todo, las generaciones más jóvenes siguen siendo más progresistas que nunca, en todas las áreas. Es verdad que hay hombres jóvenes que tienen una visión distinta con respecto a la discriminación de género. No es que estén en contra de la igualdad de género, pero creen que esta ya se consiguió hace 10 o 15 años, y que hoy las mujeres llevan la ventaja. Hace 20 o 25 años, en cambio, a los hombres jóvenes les parecía problemático que las mujeres recibieran lo mismo que ellos. La diferencia es importante.
También se me ocurre que lo que piensa un chaval de 17 años muy probablemente no será lo que piense cuando tenga 30.
Exacto. Como muchas personas de mi generación, me alegro un montón de que no existieran las redes sociales cuando yo era adolescente. ¡Las chorradas sexistas, homófobas y racistas que yo habría lanzado! Es verdad que, hoy, personalidades como Andrew Tate influyen en cómo los hombres jóvenes formulan sus experiencias. Pero esas experiencias son las que son. La idea, por ejemplo, de que las mujeres llevan ventaja nace de un contexto escolar en que, en efecto, las chicas lo hacen mejor no solo en el instituto sino en la universidad. Y consiguen mejores empleos. Claro que después, en sus 30, chocan con un techo de discriminación de género que sigue en pie, pero eso no es algo que vean los chicos de 18. Ojo, no quiero decir que esos chicos tengan razón. Pero sí es importante adaptar el discurso político para que vean reflejada su experiencia.
Aquí toca un problema más general, me parece, que tiene que ver con la aparente impotencia de la socialdemocracia ante la ultraderecha. O hay poca adaptación del discurso, o las adaptaciones resultan forzadas y copian directamente el marco de la ultraderecha. Estoy pensando en los últimos giros antiinmigrantes de “progresistas” como Keir Starmer, en Reino Unido, y Gavin Newson, el gobernador demócrata de California. Son de un oportunismo que da vergüenza ajena.
Ambos van de pragmatistas, lo que no deja de ser una táctica neoliberal. No es casual que Starmer sea blairista, aunque obviamente carece de la energía o la capacidad inspiradora que tenía Tony Blair. Lo que es importante comprender es que tanto Newsom como Starmer son productos de un contexto muy concreto. Desde hace 25 años, los medios, incluidos diarios liberales como el New York Times, insisten en que el voto potencial de ultraderecha representa al ciudadano de a pie. Esto es una mentira como una casa, como hemos demostrado los investigadores una y otra vez. Es una construcción realizada por los medios y, además, falsa. Ahora bien, una cosa es lo que hagan o digan políticos como Starmer o Newsom. Más sorprendente es que las personas de su entorno, que seguramente leen análisis académicos, lleven varios decenios cometiendo los mismos errores. Siguen cortejando a los obreros blancos de derechas, que siempre han votado a la derecha y siempre la votarán, en lugar de apelar a otros votantes mucho más alcanzables, como el electorado joven –sobre todo mujeres, pero también hombres–.
Si le entiendo bien, señala dos errores en los partidos socialdemócratas. Es un error equiparar el potencial voto ultraderechista con la visión del ciudadano común, y es un error obsesionarse con intentar convencer a esa parte del electorado. Ambos parecen nacer de un déficit de comprensión sociológica.
Exacto. Hace bastantes décadas que los investigadores señalamos que los partidos socialdemócratas han perdido su conexión con la base. Su militancia es blanca, relativamente mayor, con diploma universitario. Vamos, son gente como yo. Y yo no me paso el día entero caminando por los barrios afroamericanos de Athens. Quiero decir que los partidos socialdemócratas cuentan con poquísimos militantes –y muchos menos cargos electos– de clase obrera o sin diploma universitario. Esos sectores de la población carecen de voz en el aparato. No sorprende, por tanto, que esos partidos tengan imágenes tan tergiversadas o prejuiciadas de su electorado. Todavía se asume que el obrero es hombre, blanco y reaccionario cuando muchos no lo son, e incluso hay bastantes hombres blancos que no son nada reaccionarios.
Pero ¿cómo se explica esta falta de comprensión del electorado a la luz de los tremendos avances que ha habido en la ciencia demoscópica, sobre todo desde las campañas de Obama? Cuando Ezra Klein le preguntó a David Shor: “¿Por qué debo fiarme de los datos que nos presentas?”, Shor contestó que, solo en 2024, su empresa, que trabaja como consultora para los demócratas, “realizó 26 millones de entrevistas”…
El problema de las encuestas es que se producen en un contexto que después desaparece de los resultados. Las preguntas y los conceptos que emplean nunca son neutrales; es más, muchas veces son increíblemente complejos, como “la democracia” o “la libertad de expresión”. Esos conceptos pueden significar tantas cosas que no significan nada. ¿Es imposible usar la demoscopia para comprender qué piensa la gente sobre fenómenos complejos como el racismo o la diversidad? Para nada. Pero hacerlo bien exige emplear preguntas abiertas, no de elección múltiple, lo que hace que las encuestas salgan muchísimo más caras.
Lo importante para los partidos socialdemócratas es volver a echar raíces en las comunidades a las que pretenden representar. Llevo mucho tiempo diciendo que la socialdemocracia no es una institución que represente los intereses de la clase obrera. En última instancia, la socialdemocracia es una ideología que plantea la necesidad de una sociedad más justa y equitativa. Y, como tal, es para todos. No quiero ponerme gramsciano, pero todo en política es ideología. Es en ese campo, el de la hegemonía, donde se libran las batallas. Y esto, en Estados Unidos, lo comprende mucho mejor el Partido Republicano que el Demócrata.
¿Ve complicado el futuro del Partido Demócrata?
Es indudable que está pasando por un momento muy malo. Probablemente sea el partido socialdemócrata menos popular de Occidente, lo que se dice pronto, ya que son muchos los partidos socialdemócratas que están en un punto bajo. Por otra parte, si miras lo que están haciendo Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders, el Partido Demócrata de Estados Unidos contiene más ideología progresista que todos los socialdemócratas europeos juntos. El sector del partido que representan AOC y Sanders asume de forma entusiasta, sin titubeos, ideas como la multiculturalidad o los derechos trans. Eso yo no lo veo en Europa.
¿Quiere decir que, a pesar de todo, la izquierda en Estados Unidos tiene más potencial?
No lo sé. El gran desafío del Partido Demócrata es que es una coalición de muchas facciones diferentes, que siempre hay que unir de alguna forma. No me puedo imaginar que una figura como AOC sea capaz de hacer eso. Pero lo que sí logrará es empujar al partido hacia la izquierda."
( Entrevista a Cas Mudde, Sebastiaan Faber , CTXT, 02/06/25)
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