"(...) Trump y Xi hablaron unos 90 minutos en Busan (cumbre en Corea del Sur). Según Trump, alcanzaron un acuerdo comercial provisional por un año. Xi habría prometido aplazar los recién anunciados controles de exportación chinos sobre las tierras raras, lo que era una gran fuente de tensión porque China domina esa cadena.
Trump calificó la conversación de “un 12 sobre 10” y dijo que quedaban pocos escollos, aunque el acuerdo será revisado cada año. A cambio de la promesa de Xi de frenar los precursores de fentanilo,i EE.UU. reduce a la mitad el arancel de importación del 20 al 10 por ciento. También hablaron de chips: Nvidiaii puede negociar con China sobre exportación, pero no de los más avanzados.
(...) China tiene varias bazas que le faltan a EE.UU.: una planificación económica, un aparato industrial totalmente integrado, un nuevo tipo de fuerza productiva en torno a megaproyectos (construcción y gestión de infraestructuras gigantescas) y un enorme mercado interno en rápido crecimiento.
Según Dan Wang, Estados Unidos es brillante a la hora de inventar y de “construir la escalera” (patentes, start-ups, IA), pero le falta la capacidad industrial para producir todo eso a gran escala. China sí sube esa escalera y la convierte de inmediato en industria.
Como argumentó Paul Kennedy en The Rise and Fall of the Great Powers, la capacidad de los Estados para ejercer y mantener una hegemonía mundial depende en última instancia de su capacidad productiva.
(...) El deseo de EE.UU. de frenar a China choca, dicho de otro modo, con la realidad. Algo parecido vemos en las negociaciones sobre el comercio recíproco.
El presidente actual presume en este dosier y está acostumbrado a amenazar a otros países, pero frente a China claramente baja el tono. Así, al comienzo de su segundo mandato amenazó con una auténtica guerra comercial contra su “rival” asiático e impuso inicialmente aranceles altísimos a las importaciones chinas, pero tuvo que retirarlos muy rápido.
Esta vez no es diferente. Financial Times señala que es sobre todo EE.UU. el que ahora insiste en un acuerdo y que esto tiene que ver con una toma de conciencia cada vez mayor en Washington de que, si realmente se llega a una dura guerra comercial de ida y vuelta, China tiene más bazas.
Las tierras raras son el arma más visible, porque China controla casi toda la cadena, desde la extracción y el refinado hasta la transformación en imanes. Si Pekín limita las exportaciones, los sectores estadounidenses (y europeos) de alta tecnología, defensa e industrias verdes lo sienten de inmediato.
El diario económico señala que, además de las tierras raras, China tiene otra baza poderosa: es el único que suministra ingredientes químicos cruciales para unas 700 medicinas usadas en EE.UU. Si Pekín estrangula ese flujo, enseguida aparece un problema para la sanidad estadounidense.
Dicho de otra forma: EE.UU. tiene más que perder en un conflicto prolongado que China, porque su industria y su sistema de salud dependen en varios puntos de un único proveedor de insumos indispensables. Por eso Washington quiere un acuerdo, y por eso Pekín puede jugar más duro.
Los dos líderes quieren visitarse pronto: Trump viaja en abril a China, pero Pekín todavía no ha confirmado el acuerdo ni los detalles. Varios snalistas advierten que,si la ejecución se atasca, ambos países pueden volver fácilmente a los aranceles altos y a las prohibiciones de exportación de los últimos meses. (...)"
No hay comentarios:
Publicar un comentario