20.11.25

Azahara Palomeque: Creer en Dios en la era del dolor... Los años que sufrí mi peor depresión, entre las pocas cosas que me aliviaban se encontraba escuchar a Bach... se trataba de una experiencia espiritual que solía ocurrir, además, mientras pintaba, incapaz ya de dedicarme a la literatura después de que el lenguaje escrito se me hubiese desintegrado. En momentos extremos, el ser humano tiende a mirar arriba, quizá porque el abajo lo constituye su propio cuerpo enterrado. Así que abracé una suerte de religiosidad artística rara en quien se pensaba atea que, desde entonces, me ha ayudado a comprender eso que ahora llaman "el giro católico"... En la oscilación que va del jolgorio consumista al vacío se yergue un desmoronamiento civilizacional, una tendencia generalizada en una juventud cuyo estado de ánimo el teórico Mark Fisher caracterizó como "hedonia depresiva"... "Es el fin del tiempo vivible… Un nuevo sentido de la desesperación", motivado por la volatilización de las nociones de progreso y bienestar"... "el proyecto neoliberal se deshace dejando cadáveres … en Estados Unidos, Europa, Valencia, y hasta en las clínicas oncológicas de Andalucía"... En mitad de la tragedia, arrastrados por la ola de una lluvia torrencial o frente al páramo oscuro de un porvenir huérfano, ¿qué hacer sino creer en Dios? Y eso debería comprenderlo la izquierda que aún sueña con el PIB... Yo me di cuenta cuando residía en Estados Unidos... podía inferir que faltando la sanidad pública y otros servicios básicos, compitiendo encarnizadamente en una lucha por la supervivencia, y familiarizados con la violencia, los ciudadanos hallasen imprescindibles los refugios divinos... ya se está produciendo en fenómenos como el boom del estoicismo, la buena salud que goza la poesía, o el rescate de una figura como Simone Weil, que la propia Rosalía cita en su álbum... nuestra María Zambrano, republicana exiliada tras la Guerra Civil, jamás se cansó de clamar justicia en un pensamiento cuajado de valores cristianos como la piedad. Si el único futuro es la fe, y esa fe puede mover montañas hacia lugares más amables, menos dañinos, no seré yo quien se oponga

 "Los años que sufrí mi peor depresión, entre las pocas cosas que me aliviaban se encontraba escuchar a Bach. Yo no lo sabía entonces, pero aquella música sacra me devolvía el sentido de lo que no lo tenía, remendaba el alma herida de una persona que concebía cada día como un pequeño suicidio; en el fondo, se trataba de una experiencia espiritual que solía ocurrir, además, mientras pintaba, incapaz ya de dedicarme a la literatura después de que el lenguaje escrito se me hubiese desintegrado. En momentos extremos, el ser humano tiende a mirar arriba, quizá porque el abajo lo constituye su propio cuerpo enterrado. Así que abracé una suerte de religiosidad artística rara en quien se pensaba atea que, desde entonces, me ha ayudado a comprender eso que ahora llaman "el giro católico", y que yo considero una búsqueda de significado en un mundo en plena descomposición.   

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