5.12.25

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos profundiza la sumisión de Europa... Para el nuevo presidente, los aliados europeos no son socios imprescindibles, sino una carga estratégica debido a su dependencia de la protección estadounidense. Trump busca imponer una relación más jerárquica y condicional con Europa. A esta visión se suma su enfrentamiento con la Unión Europea, a la que considera un rival comercial responsable del desequilibrio en la balanza comercial estadounidense y hacia la que muestra una hostilidad abierta... y la presenta como una región en declive profundo... A juicio de su administración, el continente se encamina hacia un proceso de “borrado civilizatorio” impulsado por un entramado regulatorio que frena el crecimiento, por unas políticas migratorias que estarían alterando su identidad y generando tensiones sociales, y por un clima político en el que la Unión Europea y varias capitales limitan la libertad de expresión y reprimen a la oposición... Washington utilizará su posición de fuerza para presionar, dividir y condicionar la política europea... en cuanto a la guerra de Ucrania, sostiene que Europa sobreestima la amenaza convencional rusa, y que mantiene expectativas “irreales” sobre el desenlace del conflicto... propone un alto el fuego inmediato y un acuerdo de no agresión que consolidaría de facto las conquistas territoriales rusas, y reconfiguraría la arquitectura de seguridad europea en términos favorables a Moscú... Washington no acompañará una estrategia excesivamente dependiente del apoyo estadounidense, pues quiere dejar de asumir el peso de la seguridad europea... un reconocimiento de que ya no puede sostener compromisos simultáneos en varios frentes... El documento, además, introduce un elemento identitario... sostiene que algunos miembros de la Alianza podrían convertirse en sociedades “mayoritariamente no europeas”, lo que podría alterar su percepción del mundo, de su identidad estratégica y de su relación con Estados Unidos. La cohesión de la OTAN deja así de darse por garantizada, y se vincula a una idea cultural que la administración Trump considera en riesgo... Para la administración Trump, solo seguirá siendo un aliado estratégico si corrige su rumbo político, identitario y económico, si asume un reparto de cargas más exigente, si adopta una relación pragmática con Rusia y si abre aún más su mercado a la economía estadounidense (Pablo del Amo)

 "La nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) publicada por Estados Unidos bajo la presidencia de Donald Trump marca un punto de inflexión en el enfoque estratégico hacia Europa.

El documento, de 33 páginas, dedica un apartado extenso al continente y lo presenta como una región en declive profundo, más amenazada por sus dinámicas internas que por la acción de potencias hostiles.

En esta visión, la estabilidad europea deja de ser un interés estructural y pasa a depender del rumbo político, identitario y económico que adopten los Estados europeos en los próximos años. La NSS sostiene que los problemas europeos exceden los debates clásicos sobre la insuficiencia de gasto militar o el estancamiento económico.

A juicio de la administración Trump, el continente se encamina hacia un proceso de “borrado civilizatorio” impulsado por un entramado regulatorio que frena el crecimiento, por unas políticas migratorias que estarían alterando su identidad y generando tensiones sociales, y por un clima político en el que la Unión Europea y varias capitales, según Washington, limitan la libertad de expresión y reprimen a la oposición.

El documento advierte que, si estas tendencias persisten, Europa podría ser “irreconocible” en menos de dos décadas y algunos de sus miembros perderían la solidez económica o militar necesaria para seguir siendo aliados confiables de Estados Unidos.

Ucrania y el nuevo realismo estadounidense

Uno de los puntos más sensibles del documento es el tratamiento de la guerra en Ucrania. Mientras la Unión Europea defiende mantener la presión militar y diplomática sobre Rusia, Washington ofrece una lectura distinta.

La NSS sostiene que Europa sobreestima la amenaza convencional rusa, que no utiliza su ventaja comparativa en capacidades de defensa y que mantiene expectativas “irreales” sobre el desenlace del conflicto. Además, acusa a varios gobiernos europeos de recurrir a prácticas que “subvierten procesos democráticos” para neutralizar voces críticas.

Este enfoque se articula con el plan de paz de 28 puntos elaborado por el equipo de Trump, que ha suscitado inquietud en Kiev y un rechazo significativo en varias capitales europeas. El borrador propone un alto el fuego inmediato y un acuerdo de no agresión que, según diplomáticos y analistas, consolidaría de facto las conquistas territoriales rusas y reconfiguraría la arquitectura de seguridad europea en términos favorables a Moscú.

El plan plantea la prohibición permanente de la entrada de Ucrania en la OTAN, su incorporación en la Constitución ucraniana y en los estatutos de la Alianza, el reconocimiento internacional de Crimea, Donetsk y Luhansk como territorios rusos, la congelación de la línea del frente en Jersón y Zaporiyia, la retirada ucraniana de áreas del Donbás aún bajo control de Kiev y su conversión en una zona desmilitarizada bajo supervisión rusa.

También limitaría el tamaño de las Fuerzas Armadas ucranianas a 600.000 efectivos y prohibiría cualquier despliegue de tropas de la OTAN en su territorio. En la práctica, el plan consagra el statu quo territorial resultante de la invasión.

A partir de esta lectura, la nueva estrategia establece como objetivo prioritario la negociación de un alto el fuego rápido destinado a frenar riesgos de escalada, estabilizar la economía europea y abrir la puerta a la reconstrucción de Ucrania. El mensaje hacia Europa es inequívoco: Washington no acompañará una estrategia que considere insostenible, desestabilizadora o excesivamente dependiente del apoyo estadounidense.

Washington y la estabilidad en Eurasia

El documento también resucita la idea de restablecer “condiciones de estabilidad estratégica en Eurasia”. Washington se presenta como un actor indispensable para evitar incidentes y reducir tensiones en la relación entre Rusia y Europa, afirmando que Bruselas carece en este momento de los instrumentos políticos y diplomáticos necesarios para gestionar ese equilibrio.

El enfoque, no obstante, es más transaccional: Estados Unidos está dispuesto a asumir un papel central en la seguridad europea, pero no a cualquier precio. Pese al diagnóstico crítico, la NSS reconoce que Europa sigue siendo un pilar del poder estadounidense. Su peso económico e industrial, su capacidad tecnológica y científica y el volumen del comercio transatlántico continúan siendo estratégicamente vitales.

Washington afirma mantener, además, un vínculo histórico y emocional con Europa, especialmente con Reino Unido e Irlanda. Pero esta valoración está condicionada a un cambio profundo en el rumbo político e identitario del continente, y la administración Trump anima de manera explícita a las fuerzas “patrióticas” europeas a liderar un “renacimiento cultural y nacional”.

En este marco, el regreso de Donald Trump supone un giro adicional en las relaciones transatlánticas. Para el nuevo presidente, los aliados europeos no son socios imprescindibles, sino una carga estratégica debido a su dependencia de la protección estadounidense. Trump encarna la versión más radical del America First, que busca imponer una relación más jerárquica y condicional con Europa.

A esta visión se suma su enfrentamiento con la Unión Europea, a la que considera un rival comercial responsable del desequilibrio en la balanza comercial estadounidense y hacia la que muestra una hostilidad abierta. Ha llegado a afirmar que el club comunitario se creó “para perjudicar a Estados Unidos” y ha calificado a Bruselas como un adversario. En esta lógica, Washington ha impuesto aranceles del 25% sobre productos europeos.

Todo apunta a que la administración Trump seguirá buscando bilateralizar sus relaciones con los Estados miembro, ignorando en la medida de lo posible a las instituciones europeas. El enfoque se mantendrá marcadamente transaccional y Washington utilizará su posición de fuerza para presionar, dividir y condicionar la política europea.

La OTAN bajo presión

El apartado de defensa se convierte en la extensión natural de esta estrategia. Washington sostiene que lleva décadas subvencionando la seguridad europea y exige que los aliados incrementen significativamente su gasto militar, en especial en la adquisición de material estadounidense.

Aunque la demanda no es nueva, sí lo es el tono y la amenaza implícita: la administración Trump ha advertido que reconsiderará sus garantías de seguridad hacia los Estados que no alcancen el umbral del 5% del PIB en defensa, una cifra que tensionaría los presupuestos europeos.

Al mismo tiempo, Estados Unidos planea reducir el presupuesto del Pentágono en unos 50.000 millones de dólares anuales durante cinco años, lo que revela una expectativa clara de que Europa ocupe el espacio que Washington dejará de cubrir.

En el fondo, esta visión responde a una realidad estratégica más amplia. Estados Unidos quiere dejar de asumir el peso de la seguridad europea y concentrar recursos en el hemisferio occidental –es decir, el continente americano– y en la contención de China, sus desafíos prioritarios.

La administración reconoce implícitamente que ya no puede sostener compromisos simultáneos en varios frentes y que Europa debe adaptarse a un sistema internacional donde la atención estadounidense se desplaza a otras regiones.

El documento, además, introduce un elemento identitario. La nueva estrategia sostiene que, en pocas décadas, algunos miembros de la Alianza podrían convertirse en sociedades “mayoritariamente no europeas”, lo que podría alterar su percepción del mundo, de su identidad estratégica y de su relación con Estados Unidos. La cohesión de la OTAN deja así de darse por garantizada y se vincula a una idea cultural que la administración Trump considera en riesgo.

Por último, se sitúa a Europa en el centro de la competencia económica con China. Washington quiere un continente menos regulado, más abierto a los productos estadounidenses y alineado con su política industrial y tecnológica. La Unión Europea aparece no solo como un aliado potencial, sino como un terreno decisivo en la disputa global por la primacía económica.

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional redefine el papel de Europa dentro del orden liderado por Estados Unidos. Para la administración Trump, solo seguirá siendo un aliado estratégico si corrige su rumbo político, identitario y económico, si asume un reparto de cargas más exigente, si adopta una relación pragmática con Rusia y si abre aún más su mercado a la economía estadounidense.

La estabilidad europea deja de ser un objetivo estructural de Washington y se convierte en una variable dependiente del tipo de Europa que emerja en los próximos años." 

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