28.1.16

Rajoy es el cínico más versátil de la política española desde el mismísimo Franco

"(...) Hay políticos que te producen animosidad; los detestas con sólo verlos. José María Aznar, por ejemplo. Pero eso no me sucede con Rajoy. Yo veo a Mariano Rajoy en la televisión y me obliga a apagarla, como si fuera una reacción digna del perro de Pavlov.

 Por eso llevo años diciendo que es el político más peligroso, porque es un cínico sin sentido del cinismo. Algo así, diríamos sin exagerar, como la banalidad del mal, o del cinismo, que es lo mismo cuando se ejerce el poder. 

Son gente tan normal que parecen personajes de Hitchcock durante los primeros quince minutos del filme. Irreconocibles en el final. Inspiran miedo, pero sólo cuando en la pantalla ha aparecido la palabra fin y usted se ha quedado, después de pagar, tendido en la butaca.

Sin rubor alguno. Es el cínico más versátil de la política española desde el mismísimo Franco, ¡y que nadie quiera ver ahí una impronta galleguista! Lo único que tiene de universal es su cinismo, todo lo demás es medularmente español: desconfianza, ignorancia y resentimiento. No es que desprecie todo lo que ignora, es que ignora hasta el volumen de su desprecio. 

Sean periodistas o colegas de partido. Un hombre que ha logrado que su propio partido no rechiste cuando ha hecho la política más despiadada y cínica que se hacía en España desde la muerte del Caudillo, cuando ha perdido 60 diputados y millones de votos, y alguien le preguntó si no tenía algo que decir, respondió: “Creo que algún error debimos de cometer”. El cinismo como variante de la banalidad del mal.

Los cínicos tienen capacidad para crear realidades y creérselas. “Yo, Mariano Rajoy, he ganado las elecciones y nadie en mi partido puede discutírmelo”. Niega que esté dirigiendo el partido más corrupto de España, y eso es decir mucho, con la competencia de Convergència en Catalunya y la de los socialistas allá donde pueden, desde Andalucía a Asturias. 

Pero lo suyo ha sido un desfalco al Estado que los hombres del PP llevan años ejecutando con un rigor y un desparpajo digno del siglo XIX. “¡Sé fuerte, Luis!”.

Luis Bárcenas no es un delincuente normal, es un delincuente de Estado. Como lo fueron Blesa y Rato, y el clan valenciano. Mientras eso no esté fuera de la sociedad española, Rajoy será un rehén cuya única posibilidad de salida es que no hay salida, sino tiempo. Necesita tiempo para que, entre las triquiñuelas de los letrados y los corrimientos de escala de la judicatura, todo se vaya alargando, alargando, alargando… mientras se apaga. 

Una sociedad, no digamos ya unos poderes públicos, incapaces de poner a Bárcenas, Blesa, Rato y tutti quanti en la cárcel, la convierte a su vez en cómplice del mal menor. Rajoy no roba, Rajoy comprende, Rajoy espera.

Y este hombre que disimula como un adolescente ¿es el que aspira a gobernar en coalición? ¿Con quién? El que lo acepte sólo podrá ser un cínico menor, un aprendiz, porque llegar a su talla no es fácil.

Y luego pensar que la gente seguirá siendo cómplice siempre, cobarde siempre, cándida siempre. Ya empezamos a oírlo últimamente, como en otros tiempos. “Rajoy es decente, el problema está en quienes le rodean”.

¿Y “los recortes” que salvaron España? Este es el cinismo máximo. Los recortes salvaron a una banca y unas cajas de ahorros especializadas en el engaño del cliente, las mismas, ambas, que coronarían a Mariano Rajoy porque les salvó de la prisión y la ruina, mantuvo sus piscinas, sus mansiones, sus lujos, y el estatus familiar –pobres niños, ¡qué traumas sufrirían de no poder seguir su nivel de vida!–. 

Yo cuando veo a Bárcenas esquiando o a Rato navegando o a Blesa haciendo el payaso en ropa exclusiva, me admiro de nuestra capacidad de autocontrol. Eso merecería una reacción dura, hasta violenta, tanto como esos millones de ciudadanos que aún tienen que pelear por las primas de riesgo o los escarnios de esa banca, de esas cajitas de ahorros para oligarquías locales que recién aprendían a jugar al golf o a navegar sin marearse. 

Todo lo representa Mariano Rajoy, el supermán del cinismo, el que no puede salvar aún a “Luis, sé fuerte”, ni a Rato –ay, si Rato largara con su famosa lengua de víbora–, o al bobainas de Blesa, el amigo de José María Aznar, un tonto de balcón, que se decía antes de aquellos hijos de ricos que se pasaban el día contemplando quién pasaba por la calle principal para luego contárselo a las abuelas.

Ese PP de Mariano Rajoy se va muriendo de gozo. ¡Nos hemos forrado! Lo irán comiendo las ratas que ellos fueron dejando en sus pisos vacíos y en las cajas de los bancos –hay cajas fuertes que pueden mantener aire para que aguante una alimaña–.  (...)

Mariano Rajoy no es más que una excrecencia, peligros de aquella España del consenso. Fíjense si será cierto que ahora no les queda más que formar gobiernos de coalición y nadie tiene ni idea de cómo se hace. Si alguien tuviera la humorada de recordar “los tripartitos catalanes” probablemente le echarían de la reunión por desvergonzado.
¿Y el chisgarabís?"                   (Revista de prensa, 23/01/16, La Vanguardia, Gregorio Morán)

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