"(...) La realidad es que el año 2015 fue una pesadilla electoral para el
PP. Viajemos al 24 de mayo del año pasado: elecciones municipales y
autonómicas, primera votación de ámbito nacional con Rajoy en la Moncloa
Ese
día el PP no solo sufrió una sangría de votos. Antes tenía 18 alcaldes
en las 25 ciudades más pobladas de España, casi todos con mayoría
absoluta. ¡Le han quedado dos! Había 36 alcaldes populares en capitales
de provincia (añado Santiago y Mérida, que son capitales autonómicas), y
solo conservó la mitad.
Y de 12 gobiernos autonómicos pasó a cinco. ¿No
es castigo suficiente? El PP quedó laminado en su poder territorial,
que es de las cosas que más daño hacen a un partido de ámbito nacional
con vocación de gobierno.
Llegó la Navidad y en las generales del
20-D lo abandonó uno de cada tres de sus votantes, y perdió la friolera
de 63 puestos en el Congreso. Un vapuleo equiparable al que sufrió el
PSOE en 2011.
Mantuvo la primera posición con un magro 28% porque
el voto de la izquierda se dividió. Pero en conjunto, la izquierda
(PSOE+Podemos+IU) superó a la derecha (PP+Ciudadanos) en un millón de
votos.
El PP finalizó el año 2015 en una situación dramática: un
partido represaliado en las urnas, perseguido por la Justicia, despojado
de casi todo su poder territorial, con su histórico monopolio del
centroderecha amenazado por un competidor emergente y limpio, con un
liderazgo desacreditado y una fuerza parlamentaria manifiestamente
insuficiente para formar gobierno. Una organización desmoralizada en
todos los sentidos de la palabra.
Al otro lado aparecía una
izquierda ya no dominada por el PSOE sino dividida por mitades, pero en
expansión como espacio político. Tras hacerse con las alcaldías de todas
las grandes ciudades y con un puñado de comunidades autónomas, en las
generales recuperó su fuerza electoral previa a la crisis (46%, casi
como en 2008); y frente al liderazgo ajado y amortizado de Rajoy,
presentaba tres líderes jóvenes y supuestamente renovadores, con niveles
de conocimiento superiores al 90%: Sánchez, Iglesias y Garzón.
Pues bien, uns muestra de lo que ha ocurrido desde entonces:
Hemos
pasado de cuatro puntos de ventaja para la izquierda en diciembre a
siete puntos a favor de la derecha en este momento, según la encuesta de
DYM que hoy publica El Confidencial.
En la primera votación, hubo
33 escaños de diferencia entre el PP y el segundo; en la segunda, la
ventaja se amplió a 52; y a la tercera podrían ser 76, tomando como
referencia esta estimación de DYM (que coincide con otras publicadas
recientemente).
¿Se ha producido un vuelco ideológico en la
sociedad en estos meses? No, esos cambios no suceden así. Pero está
claro que permitir las segundas elecciones fue un mal negocio para la
izquierda, y que ir a las terceras sería enfilar el camino hacia la
bancarrota.
Hoy, aquel PP desfallecido del 20-D campa por sus
respetos. El viento electoral sopla a su favor. Reabsorbe poco a poco a
los votantes que se le fueron a Ciudadanos, que en cualquier caso es ya
su socio natural para la investidura. Mariano Rajoy tiene asegurada la
presidencia, sea con investidura inmediata o con elecciones (si es así,
con más fortaleza). Ayer suplicaba que le dejaran gobernar; hoy resiste
la tentación de provocar las terceras y aplastar a sus rivales. Todo eso
se lo debe a la inaudita torpeza estratégica de los dirigentes de la
izquierda.
En la izquierda tenemos a dos partidos mortalmente
enfrentados entre sí y a la vez fracturados internamente. Un líder
(Sánchez) ha quedado destruido y el otro (Iglesias) está seriamente
averiado dentro y fuera de su partido. (...)
Pudieron cargarse a Rajoy exigiendo su cabeza cuando estaba más débil, y en lugar de eso, lo han hecho invulnerable.
Pudieron
tener a un Gobierno del PP ultraminoritario completamente condicionado
por la oposición, y lo que probablemente vendrá si hay terceras
elecciones es un Gobierno de la derecha con mayoría absoluta. (...)
Hoy los socialistas se ven en el trance de digerir una rendición ante
Rajoy, tras haber galleado durante 10 meses con el estéril no es no.
Toda la izquierda se enfrenta a una elección tenebrosa con una segura
abstención masiva de sus votantes anteriores (si usted sabe de antemano
que lo único que se discute en un partido de fútbol es el tamaño de la
goleada que le propinarán a su equipo, ¿qué hace ese domingo, acude al
estadio o se va al cine?). Y la consecuencia será una enorme frustración
y una quiebra política del espacio progresista que tardará años en
superarse. Todo ello, ganado a pulso. (...)
Este naufragio no es solo la culpa de dos personas. Es cierto que la
ciega ambición de poder personal de Sánchez y la obsesión monomaníaca
por el ‘sorpasso’ de Iglesias han hecho mucho daño. Pero también lo es
que nadie tuvo el valor de hacerles frente con una estrategia
alternativa y un discurso consistente. La responsabilidad es colectiva. (...)" (Ignacio Varela, El Confidencial, 08/10/16)
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