"¿Cuáles es el principal reto que hoy deben afrontar las fuerzas
políticas progresistas si quieren recuperar la hegemonía cultural
perdida hace décadas? (...)
La democratización de la economía es la cuestión nuclear para consolidar
sociedades ricas e igualitarias, desde el cálculo privado sobre
beneficios y pérdidas es imposible lograr una sociedad de pleno empleo
con altos grados de equidad social.
Construir esas “utopías cercanas”
exige que las decisiones sobre el destino de la inversión pública, y de
una parte sustancial de la inversión privada, se tomen teniendo en
cuenta los intereses de la mayoría de la población. Por eso los consejos
de administración de las empresas tienen que ir pareciéndose al resto
de instituciones democráticas de la sociedad, donde los intereses y
opiniones de todos están representados. No al revés.(...)
Desde el cálculo privado sobre
beneficios y pérdidas es imposible lograr una sociedad de pleno empleo
con equidad social. El país del mundo donde más se avanzó en la
democratización de la economía fue en la Suecia de los años ochenta.
La
socialdemocracia sueca consideraba que el camino para transformar la
sociedad capitalista no era una extensa nacionalización de la propiedad
de gran parte de los medios de producción, centralizando en el Estado la
gestión de la actividad económica, por ello plantearon la creación de
un espacio intermedio entre el capital individual y el capital público:
el capital colectivo, lo que ellos denominaron Fondos de Inversión
Colectivos de los Trabajadores.
La ley que el gobierno sueco de Olof
Palme aprobó en 1984 repartía una parte del capital de nueva creación de
las empresas suecas entre los trabajadores suecas pero bajo una gestión
colectiva. Estos Fondos ofrecieron un innovador marco de relaciones
laborales en el que los trabajadores paulatinamente se fueron
convirtiendo en accionistas de sus propias empresas.
En 1991 el volumen
total que habían alcanzado estos Fondos era de 2.000 millones de euros,
un 7% del valor total de las acciones cotizadas en la Bolsa sueca.
Lo interesante de la original
experiencia sueca, además de su tranquila gradualidad, es que fue capaz
de hacer compatible un profundo reparto de la riqueza en términos
colectivos con el incremento de la riqueza individual.
Ello tuvo
positivos efectos en el conjunto de la sociedad, en los siete años en
los que estos Fondos estuvieron vigentes el PIB per cápita de Suecia,
según datos del Banco Mundial, se multiplicó dos veces y media, pasando
de 12.914 $ en 1984 a 31.374 $ en 1991.
El PIB per cápita sueco en 1984
representaba el 75,4% del PIB per cápita estadounidense, y en 1991 ya
era del 128,6%. El desempleo en Suecia en 1990 alcanzó la ridícula cifra
del 1,7%.
Como bien detectaron los impulsores del
proyecto, Meidner y Rehn economistas del sindicato sueco LO, el
principal problema de Suecia era la excesiva acumulación del capital en
muy pocas personas, lo que suponía un freno para que el propio capital
fluyera hacia la financiación de actividades productivas, hacia la
creación de empleo.
Un problema que hoy se ha extendido por todo el
planeta y al que la nueva socialdemocracia surgida al calor de la crisis
debe enfrentarse si quiere recuperar la hegemonía cultural perdida, si
quiere seguir construyendo “utopías cercanas”. (Bruno Estrada, Economistas frente a la crisis, 13/09/16)
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