"La tormenta se acerca. Los oscuros nubarrones que se
avistaban en el horizonte se convierten en ráfagas de viento; estallan
los relámpagos que anuncian la inminencia de la tempestad. La discusión
sobre si se viene una tormenta o no deja de tener importancia ante la
urgencia de definir cómo actuar ante situaciones de emergencia.
Este es,
a grandes rasgos, el mensaje que nos deja 2016, el año en que
comenzaron a sentirse los primeros signos de lo que ya está aquí.
Podemos incluso enumerar algunas de las características que asume esta tormenta. El triunfo del Brexit
en Reino Unido, el crecimiento de las extremas derechas y del racismo
antinmigrante, con la posibilidad de que ganen el gobierno en Francia,
son algunas de sus principales manifestaciones europeas.
El golpe
de Estado fracasado en Turquía y la creciente desestabilización de
Medio Oriente, donde la violencia es el modo casi único de resolución de
los conflictos. La intervención de todas las potencias en el escenario
más caliente del mundo, incluidas Rusia y China, en defensa de sus
intereses nacionales. La terrible y silenciada guerra en Yemen, donde
Arabia Saudita perpetra crímenes de lesa humanidad sin que Occidente
levante la voz.
Triunfo de Donald Trump y viraje antichino en
Washington, con grandes posibilidades de que se produzca un conflicto
mayor en el Mar del Sur de China, escenario estratégico donde transcurre
la mayor parte del comercio exterior de la potencia asiática y navegan
los grandes barcos que le suministran petróleo. La
ventajadel triunfo de Trump es que impide ocultar la decadencia estratégica y la debacle moral de la superpotencia. (...)
En América Latina, 2016 fue el año en que las derechas se hicieron con el gobierno en dos países claves: Argentina y Brasil. (...)
En cada uno de estos escenarios los sectores populares son los más
afectados. Sin embargo, estamos apenas ante la primera parte de la
tormenta que, fuera de dudas, se profundizará en los próximos años.
Quisiera comentar tres aspectos de esta tempestad que puede enterrar el
capitalismo, pero que se cierne también como una terrible amenaza sobre
los pueblos.
La primera es que estamos ante una tormenta
sistémica, que no es coyuntural. No es una crisis que será superada con
la introducción de algunos cambios para que todo vuelva a la normalidad.
Por lo tanto, las soluciones serán sistémicas o todo seguirá igual. El
modelo extractivo/cuarta guerra mundial ha erosionado a los estados
nación, ha desorganizado las sociedades, evaporado las autoridades y
dislocado todas las variables del sistema mundo, incluidos los partidos
de izquierda y los sindicatos. (...)
La segunda cuestión es una pregunta: ¿quién nos va a proteger ahora que
los estados y las instituciones del sistema mundo son incapaces de
hacerlo? Es una interrogante que se formuló hace dos décadas Immanuel
Wallerstein y mucho se ha avanzado en esa dirección, aunque aún es
insuficiente. La respuesta es: nosotros y nosotras, con nuestras propias
fuerzas, siempre que estemos organizados. O sea, en colectivo. (...)
La tercera cuestión radica en el cómo. En los caminos que vamos a
emprender para superar esta tormenta. Es, por tanto, una cuestión de
largo aliento, estratégica o como se quiera denominar. Pero las
estrategias no se inventan. Se trata de sistematizar lo que hacen los
pueblos para sobrevivir. (...)
La autonomía es, por lo tanto, un imperativo de las circunstancias, no
una mera opción de tal o cual corriente ideológica. Si no somos
autónomos, no podremos construir ni resistir. Hoy más que nunca, la vida
es sinónimo de autonomía." (Raúl Zibechi , La Jornada, en Rebelión, 26/12/16)
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