"Recientemente, el semanario Newsweek señalaba lo siguiente: “Si Marine
Le Pen, del Frente Nacional, gana la elección presidencial de Francia en
mayo, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas estarían liderados por Trump, Le Pen, la Rusia de
Vládimir Putin, Xi Jinping en China y la británica Theresa May, que está
guiando la salida del Reino Unido de la UE”.
Si una institución encarna
el consenso posterior a la II Guerra Mundial es ese grupo de países
privilegiados, y el llamado populismo lo está haciendo saltar por los
aires.
En Francia se da una circunstancia que muestra hasta qué punto mucho de
lo que dábamos por sabido se viene abajo. En las elecciones
presidenciales se van a enfrentar un candidato de la derecha, François
Fillon, otro candidato de la derecha que podría ser Manuell Valls o
Emmanuel Macron, y Marine Le Pen, líder del FN (...)
Marine Le Pen ha realizado una de las operaciones políticas más
importantes de este siglo. Ha despiojado ideológicamente al partido de
su padre, y ha centrado su mensaje en el rechazo a la globalización
cultural, financiera y migratoria y a las instituciones supranacionales
que la intentan manejar, y en la defensa del Estado de Bienestar.
Entre
las elecciones presidenciales francesas, las de Holanda en las que
Geert Wilders lidera las encuestas, las alemanas en las que el terremoto
populista es improbable pero posible, Italia a punto de estrellarse
contra Beppe Grillo y Matteo Salvini y la toma de posesión de Donald
Trump, el ufano presidente de Hungría, Viktor Orbán, ha declarado 2017
“el año de la rebelión”.
Que se apele a la rebelión desde la derecha no
es más que otra muestra de que hay que reescribir los libros de
política. Pero este resurgir del populismo y del nacionalismo no es sólo
de derechas, como demuestran los casos de España y Grecia. ¿Qué explica
este resurgir de algunos de los peores instintos políticos? (...)
La crisis económica ha demostrado que el sistema no está a la altura de
sus promesas, y ha arruinado su credibilidad. En el crepúsculo del
gobierno mundial muchos han encontrado refugio en la comunidad nacional y
en sus manifestaciones políticas expresamente nacionalistas. Y el
descrédito alcanza a las élites con acceso al poder; de ahí el papel
político del populismo. (...)
El descrédito de los políticos es más que merecido y el populismo,
entendido como desconfianza hacia las élites, es muy sano. Pero el
resurgir del nacionalismo (que también tuvo lugar tras la Gran
Depresión) es un hecho muy grave. (...)" (José Carlos Rodriguez, Vox populi, 24/12/16)
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