"(...) Volviendo al tema de las protestas, y centrándonos ahora en la
izquierda, usted ha dicho alguna vez que los jóvenes que las
protagonizan tienen mucho menos que perder que en 1968, porque ahora el
sistema no es capaz de ofrecerles un futuro.
Esto está claro. Cuando el 1968, en París, los estudiantes soñaban con cambiar el mundo, el Partido Comunista y el sindicato comunista no optan por apuntarse a la revolución, sino por negociar unas subidas salariales.
Evidentemente,
el sistema ahora no tiene la capacidad de dar satisfacción en este
sentido. Si hay algún sector de la población que se pueda considerar
como gran perdedor [del sistema], son evidentemente los jóvenes, porque
la situación de un joven parado no es la misma que la de un adulto
parado, que se puede reintegrar.
Un joven parado pierde las capacidades
de formarse, y el sistema no se preocupa ni sabe qué hará con toda esta
parte de la población que margina. Aquí la gente hablaba mucho del paro,
que sí un veinte-y-tantos por ciento... y mientras tanto el paro
juvenil era del 52%.
Esto no se soluciona con una política sectorial,
para jóvenes. Hay que cambiar la forma de funcionar del conjunto de la
sociedad. Y aquí volvemos a tener en un lugar central los impuestos –que
es lo que permite ofrecer servicios sociales– y los salarios. O actúas
sobre esto, o todo lo demás son cataplasmas.
Hay quién habla directamente del fin del trabajo, porque el sistema ya no podrá ofrecer suficiente ocupación.
Hay quién habla directamente del fin del trabajo, porque el sistema ya no podrá ofrecer suficiente ocupación.
Esto son sandeces. La transformación del trabajo se ha producido siempre. Refiriéndose a los robots, por ejemplo, un economista norteamericano decía que el problema será saber de quién son los robots, a quienes beneficiarán. Es una tontería decir que la desaparición de trabajos mecánicos en la industria puede significar el fin del trabajo.
Teóricamente, en una sociedad muy organizada, hay un sector en el cual
las capacidades de absorción son ilimitadas. Es el sector servicios.
Justamente, una de las enormes diferencias en la respuesta a la crisis
de China y de los países occidentales es que la política del estado
chino ha sido, en buena medida, la de absorber en el sector servicios
buena parte de la gente que se quedaba sin oficio al desaparecer
empresas que no eran rentables y que había que suprimir.
Es evidente que
la robotización puede hacer que se pierdan muchos puestos de trabajo,
pero si los robots producen más beneficio, estos beneficios se tendrían
que traducir en más impuestos, que permitan dar ocupación a más gente
dedicada a servicios sociales.
Si algo sabemos que falta en este país
son médicos y enfermeras en los hospitales, en cantidad, y aquí no hay
ningún robot que los pueda sustituir. Esto del fin del trabajo es una
barbaridad. En todo caso, sería la de determinados tipos de trabajo" (Entrevista a Josep Fontana, Público, 21/12/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario