"Ahora que sabemos que el peligro de un cuatrienio negro se ha disipado,
es hora de pensar en qué cosas deberíamos exigir del nuevo gobierno,
en qué líneas debería orientarse la política económica. (...)
1.- La primera propuesta es elaborar un plan de acción para la transición ecológica.
La crisis ecológica no se limita a la cuestión del cambio climático
(aunque este es sin duda uno de sus componentes esenciales); tiene que
ver también con el pico del petróleo (y posiblemente con problemas
parecidos en otros minerales básicos para el modelo tecno-productivo
dominante), con los problemas de biodiversidad y desertización, con la
contaminación y la generación de residuos, con la saturación de
determinados espacios… Es una cuestión pluridimensional cuyos efectos
pueden llegar a provocar un colapso civilizatorio.
Cambiar el modelo actual es difícil porque afecta a muchos intereses y
hábitos establecidos, porque muchos comportamientos y muchas
percepciones cambian lentamente. Cualquier cambio de modelo afecta al
empleo (que hoy por hoy constituye la vía por la que gran parte de la
población obtiene de forma directa o indirecta ingresos) y genera
resistencias transversales al cambio (visibles, por ejemplo, en los
movimientos “pro coche” que bloquean las transformaciones de la
movilidad urbana). Y, por supuesto, afecta a grupos empresariales que no
dudan en movilizar todos los recursos posibles para impedir el cambio. (...)
Por eso lo urgente es, en primer lugar, visualizar el problema y tratar
de abordar cuáles deben ser las principales líneas de acción. Estas
deben incluir aspectos muy diversos: promoción de modelos diferentes de
consumo y organización social, cambios en la estructura productiva,
políticas sociales para facilitar la transición, nuevos enfoques en la
investigación científica y el desarrollo tecnológico, cambios en las
propias formas institucionales (de los mecanismos de regulación
económica y de las propias empresas…).
No se pueden abordar todos de
golpe (y sobre algunos aún tenemos muchas incógnitas), pero generar un
proyecto general puede ayudar a situar los principales nudos del
problema y los campos donde hay que seguir pensando. Y se puede empezar
por desarrollar medidas y propuestas en aquellos terrenos donde las
ideas están más claras y las oportunidades de cambio son más maduras.
Así, por ejemplo, con un plan de transición y ahorro energético que
promueva inversiones en nuevas tecnologías energéticas, en nuevas
modalidades de transporte, en nuevas formas de construcción de viviendas
e infraestructuras.
El «green new deal» es ciertamente una oportunidad
a corto plazo, aunque presumo que el ajuste ecológico final obligará a
cambios más radicales en el modelo productivo y en la organización
social. En todo caso, lo que planteo es la institucionalización de una
planificación revisable que vaya adoptando propuestas a medida que
maduran alternativas y necesidades.
2.- Una reforma fiscal socialmente justa y que garantice una financiación adecuada.
En
esto no soy original, por lo obvio de la propuesta. El sistema fiscal
español es insuficiente para resolver los problemas que se plantean en
el sector público. Basta compararnos con la mayoría de países
comunitarios para mostrar que aun sin cambios radicales debemos aumentar
el peso de la fiscalidad.
Es evidente que, además, en la fase actual la fiscalidad ha
evolucionado en un sentido regresivo, y hay que volver a implantar
grados de fiscalidad progresiva: restablecer el impuesto de sucesiones y
donaciones, aumentar la progresividad del IRPF (lo más obvio,
eliminando el diferente trato fiscal a las rentas del trabajo y el
capital), haciendo más recaudatorio el impuesto de sociedades,
estableciendo nuevos impuestos ambientales, etc.
Y es evidente que una
reforma fiscal debe replantear el reparto de la financiación pública
entre los diferentes niveles de la administración: estado central,
autonomías y administración local. Una fiscalidad insuficiente agravada
por una mala distribución entre niveles ha constituido una de las bases
sobre las que se han generado conflictos territoriales.
Si bien
resulta falso lo de «Espanya ens roba» que puso en circulación el
independentismo catalán, es cierto que muchas Comunidades Autónomas —no
sólo Catalunya— padecen una deficiente financiación que sólo se puede
resolver con una combinación de una mayor recaudación y un reparto más
adecuado. (...)
3.- Una reforma laboral orientada a promover un modelo laboral igualitario y cooperativo.
Es
otra demanda aparentemente sencilla, pero que exige reflexión. La
forma más inmediata de plasmarla es la demanda sindical de derogación
de la reforma laboral de 2012. Pero es insuficiente.(...)
La productividad —o la eficacia— de un sistema productivo no es la
suma de comportamientos individuales, es básicamente el resultado de un
buen modelo cooperativo donde cada persona aporta su capacidad, se
siente reconocida y bien tratada, colabora con sus colegas… Y esto
requiere una forma diferente de organizar el trabajo.
Por eso, un modelo laboral adecuado exige el desarrollo de un sistema
de organización del trabajo que promueva la cooperación, un sistema de
salarios y organización profesional que reduzca las diferencias y dé a
todas las personas un reconocimiento social adecuado, una organización
del trabajo que permita articular la vida personal y la actividad
laboral en empresas o instituciones.
Y eso se consigue con la
combinación de cambios en la negociación colectiva, con transformaciones
de la organización del trabajo y la empresa, con un buen diseño de las
políticas de bienestar —que permitan el sustento de personas en paro,
favorezcan la reconversión profesional, etc.—, con una organización
diferente de los procesos de aprendizaje y formación.
Es por tanto otro
campo donde hay que emprender reformas en muchas direcciones, y lo
importante es tener claro el objetivo. Y es necesario también destacar
la enorme interrelación que existe entre un modelo laboral igualitario y
la necesaria transición ecológica, pues ni ésta será factible sin un
elevado nivel de integración social ni, por el otro lado, es posible
embridar las pulsiones mortalmente consumistas en un mundo donde la
desigualdad y la competencia individual son la norma.
4.- Una política de lucha contra el capitalismo rentista y especulativo.
El
aumento de desigualdades actuales tiene una relación directa con las
transformaciones en el mercado laboral, los cambios en las políticas
fiscales y los recortes de las políticas sociales. (...)
El principal problema en este aspecto es que el funcionamiento de
esta red especulativa se sustenta en el marco de las instituciones
globales. Ellas son las que favorecen las normas del capitalismo
financiero de casino, los paraísos fiscales, la movilidad protegida de
capitales, etc. Y por eso la esfera internacional es ineludible en
cualquier política local.
Pero también es cierto que su actuación se ve más o menos favorecida
por normas locales que facilitan sus movimientos. En los últimos años,
por ejemplo, el PP adoptó una serie de normas favorables a la expansión
de la especulación inmobiliaria (en un intento de reeditar la burbuja
anterior). Y muchas de estas políticas deben revertirse y ser
sustituidas por políticas urbanas y de viviendas que tiendan a
garantizar el acceso a la vivienda por encima del derecho a la
especulación.
Y, aunque no es posible eliminar la especulación
financiera desde el ámbito nacional, sí que es posible promover una
banca pública y nuevos instrumentos financieros que operen con una
lógica diferente. Y es asimismo factible que algunas de las peores
versiones de la especulación se frenen con un buen diseño fiscal.
5.- Plantearse el cambio demográfico en serio.
El
envejecimiento de la población española no es un invento. Es un proceso
real que tiene que ver tanto con la caída de la natalidad como con la
prolongación de la vida humana. Lo que sí es un infundio es que esto
deba justificar la semiprivatización del sistema de pensiones.
El envejecimiento de la población plantea la necesidad de tres
políticas a la vez. En primer lugar, una política distributiva que
garantice ingresos dignos a todo el mundo. En segundo lugar, una
política de servicios y equipamientos orientados a garantizar
condiciones de vida adecuadas a las personas que requieren cuidados
especiales (básicamente personas de edad avanzada, pero también personas
jóvenes con diferentes problemas de salud, física o mental). En tercer
luchar, una política demográfica que debe contemplar como un elemento
esencial la cuestión migratoria.
Hay poco debate sobre la necesidad de abordar las dos primeras
cuestiones, aunque demasiadas veces se plantean desde una visión
excesivamente numantina de “las pensiones no se tocan”. Un análisis
detallado del problema permite constatar dos cuestiones: que la
financiación actual va a tener problemas graves, y que el sistema de
pensiones actual está lleno de iniquidades y es susceptible de mejora.
Resolver el problema de la financiación garantizando niveles aceptables a
todo el mundo es urgente. Racionalizar el sistema y hacerlo más
equitativo también. Sería buena cosa resolverlo en el mandato actual.
La cuestión demográfica es más compleja. Muchas voces claman por
políticas familiares y de conciliación más generosas que permitan a la
gente tener más hijos. Aunque es posible que mejoras en las políticas
familiares provoquen un repunte de la natalidad, no está claro cuál va a
ser la magnitud del cambio, ni que este pueda paliar los problemas
poblaciones que plantea la situación actual. (...)
Por otra parte, sea cual sea la opción local, la presión demográfica
hacia nuestro país seguirá siendo importante. Y por estas razones
resulta más sensato plantear las políticas migratorias en este contexto
de cambio demográfico, mejorando las condiciones de entrada y
generando buenas políticas de acogida. (...)
- Mis propuestas son muy generales. No es un programa de acción, sino un
enfoque sobre dónde situar las políticas. Sobre cuáles son los
problemas esenciales que tenemos planteados. Pero son los campos en los
que creo que nuestros gobiernos tienen mayor capacidad de acción. Y,
por tanto, sobre los que podemos exigirles respuestas sin que puedan
escudarse en el mantra de “Europa o el FMI imponen”.
Y donde el inicio
de líneas de acción puede ayudar a generar otras dinámicas, aquí y en
otras partes, que a su vez generen líneas de ruptura, culturales y
efectivas, de la dictadura neoliberal. En todo caso, son modestas
sugerencias para un debate que alguna vez la izquierda debería
articular. Dando por descontado que hay otras cuestiones que no se
tocan, como los servicios públicos, que también deben formar parte de
una buena acción de gobierno." (Albert Recio, Mientras Tanto, 30/04/19)
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