29.12.20

Agradecer al socialismo por la vacuna. Culpar al capitalismo por su distribución... La increíble velocidad a la que se desarrolló la vacuna contra el COVID-19 es una maravilla de la ciencia, la cooperación y la planificación económica. Nos permite imaginar todo lo que podría producirse y conquistarse en un mundo más igualitario. Pero la ética que está detrás de la distribución de la vacuna es una muestra horrorosa de la ineficiencia y la crueldad del capitalismo...

 "Cuando la enfermera May Parsons, entre los aplausos del personal médico del Hospital de la Universidad de Coventry, le colocó la primera inyección de la vacuna de Pfizer-BioNTech contra el COVID-19 a Margaret Keenan, una abuela inglesa de noventa años, vivimos uno de los momentos más emocionantes y gloriosos de la historia de la humanidad.

En vez de los años e incluso décadas que normalmente implica este tipo de actividades de investigación y desarrollo (I&D), la creación de esta y otras vacunas que siguieron a la de Pfizer tomó tan solo nueve meses desde el descubrimiento de la enfermedad. Se trata ciertamente de una maravilla de la ciencia, la planificación económica, el desinterés y la cooperación humanista de miles de especialistas de todo el mundo. Nos permite imaginar todo lo que podría producirse y conquistarse en un mundo más igualitario y racionalista, liberado de los grilletes de la ganancia.

A pesar de que la enorme farmacéutica privada estadounidense y su socia pionera en biotecnología alemana le den nombre a la primera vacuna, esta no es en absoluto una conquista del capitalismo. El éxito de Pfizer-BioNTech y de Moderna, que le sigue en segundo lugar, junto al de otras empresas que también están en la primera línea, dependió de años de financiación pública y, en muchos casos, de investigaciones desarrolladas por laboratorios estatales y universitarios mucho antes de 2020. Y durante este año, el año de la epidemia, estas empresas privadas volvieron a apoyarse sobre el control y el gasto estatales para el desarrollo de la vacuna o, en el caso de Pfizer, sobre la compra anticipada de millones de dosis por parte de los gobiernos.

En muchos casos, estos implementaron acuerdos de compra y medidas de apoyo a la producción antes de que estuviesen disponibles los resultados de los ensayos, para que la distribución pudiese comenzar apenas se contara con la aprobación legal, sin tener que esperarla para comenzar con la producción. Washington prometió comprar 2000 millones de dólares de la vacuna Pfizer y proveyó aproximadamente 2500 millones de dólares a Moderna para el desarrollo y la producción de su vacuna alternativa.

La increíble velocidad de desarrollo de la vacuna casi compensa la predecible noticia de que el director de Pfizer vendió el 62% de su stock el mismo día en que la empresa difundió los resultados de los ensayos, que mostraban que la vacuna tenía una eficacia superior al 90%. La mesa ejecutiva de Moderna hizo un movimiento similar luego de realizar su propio anuncio. En ambos casos, las empresas insistieron en que las ventas del stock eran legítimas amparándose en la aplicación prestablecida de la norma 10b5-1, habilitada por la legislación sobre información privilegiada. Pero, tal como informó NPR, hay expertos en cuestiones éticas vinculadas a la información privilegiada que afirman que esta es una defensa muy débil de un comportamiento «muy sospechoso», cuando no «completamente inapropiado». Aun si evaluáramos éticamente la situación con una caridad que nos dejaría al borde de la ingenuidad, estas acciones no dejarían de ser absolutamente estúpidas en términos estratégicos, sobre todo teniendo en cuenta la magnitud de la reticencia a la vacunación.  (...)

La situación será particularmente injusta para las personas que viven en los países en vías de desarrollo. Pero también en muchas zonas más pobres y menos pobladas del Occidente desarrollado, quienes viven fuera de los centros metropolitanos sufrirán los mismos horrores, tal como pudo observarse a lo largo de 2020, especialmente en el caso EE. UU. Durante la primavera, abundaron historias sobre cómo los testeos, los equipos de protección y los respiradores se distribuían en función de las posibilidades de quienes podían pagarlos mejor y no de las necesidades de quienes más los necesitaban. Hasta algunos gobernadores republicanos de estados pequeños se enfadaron al observar cómo se cancelaban pedidos de equipamiento esencial completamente pagados –algunas veces a medio camino durante el envío– para hacer más dinero sirviendo a las jurisdicciones más ricas. Un crimen de características prácticamente idénticas está desarrollándose en este momento, aunque esta vez en relación con la logística de la producción y distribución de las vacunas.  (...)

En un artículo esencial del servicio de noticias biomédicas STAT sobre el escándalo de la desigualdad de las distintas regiones de EE. UU. frente a la cadena de ultrafrío, Olivia Goldhill citó al director de suministro de Vizient, una agrupación de hospitales para comprar congeladores: «Es otro buen ejemplo de cómo nuestros hospitales rurales están al final de una cadena de suministro con menos capacidad de hacer compras importantes. Es el salvaje Oeste de la cadena de suministro; no es así como debería lucharse contra una pandemia».

Y esto sucede en el país más rico del mundo. Si la gestión de la cadena de ultrafrío está más allá del alcance de las pequeñas ciudades de Estados Unidos, la situación es todavía más grave en los países en vías de desarrollo. En los países menos desarrollados, la barrera no está meramente en el acceso al tipo adecuado de congeladores, sino en la posibilidad de disponer de la electricidad necesaria para poner a funcionar cualquier refrigerador.   (...)

Lo que realmente atenta contra la posibilidad de vacunar a quienes más lo necesitan es la corrupción corporativa, lubricada por las estructuras existentes de los distintos grupos de interés profesionales.

Durante la primavera, los estudios de Hollywood gastaron cientos de miles de dólares con éxito para presionar al gobierno de California con el objetivo de obtener la clasificación de trabajadores esenciales, y lo mismo hizo World Wrestling Entertainment en Florida. Hoy, en simultáneo con el lanzamiento de las primeras vacunas, la Asociación de Banqueros de Estados Unidos está presionando a los CDC para lograr que se priorice a los cajeros y a los prestamistas como «trabajadores esenciales», de la misma forma en la que lo está haciendo la Liga Nacional de Hockey en relación con sus jugadores y Uber y DoorDash en relación con sus choferes.

Efectivamente, es el salvaje Oeste. Lo que necesitamos es que el gobierno intervenga más de lo que lo hizo durante el mandato de Donald Trump para planificar, o al menos orientar con mano firme, algunas partes de la producción y de la cadena de suministro de la vacuna, como ocurrió en muchos países a principio de año con los equipos de protección personal (EPP), los respiradores y la producción de camas de hospital. Cuanto más grande sea el flujo de la producción y distribución de la vacuna, menos relevancia tendrán las acciones de quienes buscan colarse en la fila.  

(...) durante los últimos días y en este ambiente de «sálvese quien pueda», los investigadores del Centro de Innovación Global para la Salud de la Universidad Duke calcularon que un puñado de países ricos adquirieron, por medio de acuerdos de compra para destinatarios nacionales, alrededor de 600 millones de dosis de la vacuna de Pfizer, casi la mitad de lo que la empresa estima que puede producir hasta finales del año que viene.  (...)

Los investigadores estiman que, como resultado de este «vacunacionalismo», la mayoría de la gente de los países de bajos ingresos deberá esperar aproximadamente hasta 2024 para ser vacunada.(...)"             ( , JACOBIN América Latina, 26/12/20)

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