"Como ministro de Exteriores israelí, Shlomo Ben Ami (Tánger, 1943) vivió en primera persona las negociaciones de Camp David, en el año 2000, la gran oportunidad perdida para alcanzar una paz con los palestinos. Nacido en una familia judía marroquí de habla española, el diplomático e historiador laborista publica Profetas sin Honor (RBA), donde da por muerta la solución de dos estados y propone salidas para evitar la realidad –lamenta– de un apartheid. (...)
¿Si Camp David fue cuando más cerca estuvo la paz, es ahora cuando está más lejos?
Nadie piensa ya realmente en cómo hacer la paz. Piensan en cómo sobrevivir, cómo gestionar el conflicto más que cómo resolverlo. Y se abre la perspectiva, cataclísmica, de la solución de un Estado.
Dice que la solución de dos estados está “muerta y enterrada”. ¿Sin un resquicio de esperanza?
Creo que el pesimismo es moralmente superior al optimismo falso, al optimismo ingenuo. Por lo menos el pesimismo te hace pensar en intentar otras salidas. Seguir hablando de dos estados, como hacen los países europeos, es solo repetir un cliché vacío.
¿Cuáles son las alternativas?
Una
ya la estamos viendo. Hay una realidad de un Estado. Del Mediterráneo
hasta el río Jordán, lo que hay es un Estado dominado por una raza
superior que es la judía, donde los palestinos no tienen ningún derecho.
Un apartheid. Israel dice que es una ocupación militar, como la que de
Francia en Argelia o Inglaterra en otros territorios, y que como tal es
temporal, hasta que haya una solución. Es un engaño. El momento en que
la negociación política muere, el argumento deja de ser válido. El
apartheid es la solución, entre comillas, que estamos viviendo y que
viviremos de una forma mucho más intensa cuanto más pase el tiempo,
porque la población será más mayoritariamente árabe. Israel cada vez se
parecerá más a la Sudáfrica del apartheid, pero sin solución
sudafricana. No existe ningún escenario posible en que la minoría judía
en algún momento ofrezca el poder a la mayoría árabe.
¿Es imposible un Israel en que ciudadanos judíos y árabes sean iguales?
¿En Oriente Medio conseguiremos lo que turcos y griegos no han podido en Chipre? ¿Lo que no logró Yugoslavia lo logrará Israel, con dos nacionalismos tan divergentes y egocéntricos? En una región donde las minorías son gaseadas, los suníes están en guerra contra los chiíes, creer en un estado multicultural y multinacional es de ilusos. Ahí está el colpaso increíble de Líbano, el único estado multiétnico de Oriente Medio.
Pero, ¿no ha sido siempre Israel una excepción, la única democracia en Oriente Medio?
Fíjese que incluso cuando hay personas ilustradas y de pensamiento liberal que proponen la idea de un Estado, como el antiguo presidente Rivlin, que es una buena persona, hablan de un Estado en el que los árabes tendrán derechos civiles, pero no de la determinación del Estado. Un país, por ejemplo, en el que haya limitaciones a la inmigración de árabes, pero no a la ley de retorno de los judíos. Además sería una unión entre desiguales, tan exagerada, que nunca funcionaría. Hablamos de un país como Israel, con todas sus capacidades militares, una superpotencia científica y tecnológica... ¡Si en Alemania, tantos años después, sigue habiendo una diferencia abismal entre alemanes orientales y occidentales!
Plantea también en su libro la retirada unilateral de parte los territorios ocupados.
No es imposible. Replegarse en la valla supondría anexionarse el 8% del territorio palestino y desmantelar los asentamientos de Cisjordania. Eso en sí ya puede llevar a una confrontación feroz, y más ahora que los colonos tienen una representación mayoritaria en el Gobierno. Esta alternativa requiere un líder brutal con intenciones benignas. Como Sharon.
Alguien que sepa que hay que pagar un precio por la paz.
Sharon lo entendió. Se retiró de Gaza y tenía la intención de hacerlo en Cisjordania, de hecho había empezado ya, en el norte de Samaria.
Y entonces tuvo un infarto cerebral.
Soy de los que piensan que la mayor tragedia para la paz no fue el asesinato de Rabin, sino la muerte de Sharon. El asesinato de Rabin fue una tragedia para la democracia de Israel, pero no para el proceso de paz, porque creo que él hubiese llegado al mismo punto muerto que nosotros. Además, Rabin no siempre tuvo el coraje. En 1994, tras la masacre de Goldstein (el ataque de un colono a una mezquita en Hebrón), tuvo una oportunidad de oro para desmantelar el asentamiento judío en Hebrón. No se atrevió. Sharon no hubiese tenido problema. Desmanteló todos los asentamientos de Gaza, que incluía desmantelar cementerios, y estoy seguro de que aquella noche durmió tranquilo. Insisto: no son los grandes soñadores de la paz los que resolverán este conflicto sino líderes brutales.
¿Y de derechas?
Puede ser de la izquierda. Ehud Barak tiene esa capacidad. Clinton solía decir que nunca conoció a nadie tan valiente.
Propone una tercera solución.
Una confederación jordano-palestina. En la conferencia de Madrid (1991), no había delegación palestina, estaban representados en una delegación jordano-palestina. Eso significaba que la solución sería jordano-palestina, una confederación muchísimo más natural que la israelí-palestina. Natural en términos de religión, niveles de desarrollo, mentalidad colectiva, historia común.
Pero, ¿se dejarían los palestinos?
¿Qué
les importa más, el fin de la ocupación o un Estado? Creo que lo
primero. El Estado, de hecho, nunca fue un objetivo del movimiento
nacional palestino.
¿Y los jordanos, estarían por la labor?
Jordania tiene una responsabilidad. La guerra del 67 empezó por los jordanos, a pesar de que se les suplicó que no entrasen. El rey Husein tenía un gran temor a un Estado palestino, no quería oír hablar de eso. Propuso varias veces la solución confederada o federada. En el 2008, dos ex primeros ministros jordanos propusieron una solución jordano-palestina. No propones ese tipo de cosas si el rey es contrario. La solución estrictamente palestina ha fracasado. Y con horror. ¿Cuántos años más hay que esperar, cuántos más asentamientos, más radicalización, más guerras? Es el momento de explorar la solución jordano-palestina, y si eso no funciona hay que hacer una retirada unilateral. Si no, vamos al suicidio del Estado judío, un harakiri en toda regla, porque esto nunca fue la idea de los padres fundadores de Israel.
Hay israelíes que abandonan el país por cuestiones morales, porque la ocupación les parece un precio demasiado alto. ¿Se lo ha planteado alguna vez?
Bueno, también hay muchos estadounidenses que se van del país porque están hartos de cosas de la política. La razón principal de los que se van de Israel no es esa, sino que tiene que ver con el problema Estado-religión. Es la cuestión central de la crisis actual, porque lo que ha hecho Netanyahu con esta reforma judicial ha sido abrir la caja de Pandora. Ya no es sólo el tema de la justicia. Esta coalición de Gobierno está formada por religiosos nacionalistas de los territorios ocupados y por religiosos ortodoxos. Los ortodoxos no van al servicio militar, una gran parte de ellos no trabaja y vive de subvenciones del Estado. Y eso la mayoría de los liberales están dispuestos a soportarlo. Lo que no están dispuestos a soportar es que quieran cambiar el espacio público donde vive el Israel liberal. (...)
Los acuerdos de Abraham son el gran triunfo de Netanyahu. Unos acuerdos basados en la transacción, en el negocio. ¿Es esa la única forma que tendrá Israel de hacer la paz con sus vecinos, considerando quién son sus vecinos?
Hay que distinguir entre los vecinos árabes del perímetro interno, como Jordania, Siria, Líbano o Egipto, de los que están en el segundo círculo, cuya sensibilidad con la cuestión palestina es más alejada. Con Jordania y Egipto, por ejemplo, tenemos paz, pero no tenemos normalización de relaciones. No hay viajes, no hay comercio, es un refrigerador. Con los países de lejos, hemos hecho acuerdos de paz y hay normalización. Ni se imagina la cantidad de vuelos que hay entre Israel y Marruecos, entre Israel y Emiratos, o Bahréin. En Sudán, casi los únicos que pueden mediar en el conflicto hoy son los israelíes.
Con los
países lejanos ha sido mucho más fácil. Si no hay que negociar sobre
territorios ni lugares sagrados es más fácil. Con los vecinos no hay que
negociar solo sobre territorios. La cuestión palestina es más que eso.
Es el aspecto mítico, la religión, la memoria, los refugiados,
Jerusalén... es todo lo intangible. En los procesos de paz, lo tangible
es fácil de resolver. Lo intangible es la parte difícil. Yo participé
bastante en el proceso de paz de Colombia, y conozco algo del de Irlanda
del Norte. Ambos tienen elementos intangibles, pero en los acuerdos de
paz estos se dejaron para resolver después de la paz. Aquí en cambio lo
intangible forma parte integral de la negociación, no puede desgajarse
ni dejarse para después. (...)"
(Entrevista a Shlomo Ben Ami, Genma Saura, La Vanguardia, 01/05/23)
No hay comentarios:
Publicar un comentario