"El martes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció una tregua entre Israel e Irán después de casi dos semanas de guerra abierta.
Israel inició la guerra lanzando una ofensiva sorpresa el 13 de junio, con ataques aéreos contra instalaciones nucleares iraníes, instalaciones de misiles y personal militar y científico de alto rango, además de numerosos objetivos civiles.
En respuesta, Irán lanzó una ola de misiles balísticos y drones hacia el interior del territorio israelí, activando las sirenas de ataque aéreo en Tel Aviv, Haifa, Beersheba y numerosos otros lugares, causando una destrucción sin precedentes en el país.
Lo que comenzó como una escalada bilateral rápidamente se convirtió en algo mucho más grave: una confrontación directa entre Estados Unidos e Irán.
El 22 de junio, la Fuerza Aérea y la Armada de los Estados Unidos llevaron a cabo un ataque a gran escala contra tres instalaciones nucleares iraníes (Fordow, Natanz e Isfahán) en un ataque coordinado denominado Operación Martillo de Medianoche. Siete bombarderos B-2 del 509.º Ala de Bombarderos presuntamente volaron sin escalas desde la Base Aérea Whiteman en Misuri para realizar los ataques.
Al día siguiente, Irán tomó represalias bombardeando la base militar estadounidense de Al-Udeid en Qatar y disparando una nueva oleada de misiles contra objetivos israelíes.
Esto marcó un punto de inflexión. Por primera vez, Irán y Estados Unidos se enfrentaron en el campo de batalla sin intermediarios. Y por primera vez en la historia reciente, la prolongada campaña de Israel para provocar una guerra liderada por Estados Unidos contra Irán había tenido éxito.
No hay cambio de régimen
Tras 12 días de guerra, Israel logró dos de sus objetivos. Primero, involucró directamente a Washington en su conflicto con Teherán, sentando un peligroso precedente para la futura participación estadounidense en las guerras regionales de Israel. Segundo, generó capital político inmediato, tanto dentro como fuera del país, al presentar el respaldo militar estadounidense como una «victoria» para Israel.
Sin embargo, más allá de estas ganancias de corto plazo, las grietas en la estrategia de Israel ya están apareciendo.
Netanyahu no logró un cambio de régimen en Teherán, el verdadero objetivo de su campaña de años. En cambio, se enfrentó a un Irán resiliente y unificado que contraatacó con precisión y disciplina. Peor aún, podría haber despertado algo aún más amenazante para las ambiciones israelíes: una nueva conciencia regional.
Irán, por su parte, emerge de esta confrontación significativamente más fortalecido. A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos e Israel por paralizar su programa nuclear, Irán ha demostrado que sus capacidades estratégicas permanecen intactas y altamente funcionales.
Teherán estableció una nueva y poderosa ecuación de disuasión, demostrando que puede atacar no sólo ciudades israelíes sino también bases estadounidenses en toda la región.
Aún más trascendental, Irán libró esta lucha de forma independiente, sin apoyarse en Hezbolá ni Ansarallah, ni siquiera desplegar milicias iraquíes. Esta independencia sorprendió a muchos observadores y obligó a recalibrar el peso regional de Irán.
Unidad iraní
Tal vez el acontecimiento más significativo de todos sea uno que no puede medirse en misiles ni en víctimas: el aumento de la unidad nacional en Irán y el amplio apoyo que recibió en todo el mundo árabe y musulmán.
Durante años, Israel y sus aliados han buscado aislar a Irán, presentándolo como un paria incluso entre los musulmanes. Sin embargo, en estos últimos días, hemos presenciado lo contrario.
Desde Bagdad hasta Beirut, e incluso en capitales políticamente cautelosas como Amán y El Cairo, el apoyo a Irán aumentó considerablemente. Esta unidad por sí sola podría ser el mayor desafío para Israel hasta la fecha.
En Irán, la guerra borró, al menos por ahora, las profundas divisiones entre reformistas y conservadores. Ante una amenaza existencial, el pueblo iraní se unió, no en torno a un líder o partido, sino en torno a la defensa de su patria.
Los descendientes de una de las civilizaciones más antiguas del mundo reaccionaron con una dignidad y un orgullo que ninguna agresión extranjera pudo extinguir.
La cuestión nuclear
A pesar de los acontecimientos en el campo de batalla, el resultado real de esta guerra puede depender de lo que Irán haga a continuación con su programa nuclear.
Si Teherán decide retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) —aunque sea temporalmente— y da señales de que su programa sigue funcionando, los supuestos logros de Israel perderán todo significado.
Sin embargo, si Irán no logra tras esta confrontación militar un reposicionamiento político audaz, Netanyahu tendrá la libertad de afirmar, con o sin falsedad, que ha logrado frenar las ambiciones nucleares de Irán. Hay mucho en juego, como nunca antes.
Una farsa fabricada
Algunos medios de comunicación ahora elogian a Trump por supuestamente “ordenar” a Netanyahu que detenga nuevos ataques contra Irán.
Esta narrativa es tan insultante como falsa. Lo que presenciamos es una representación política orquestada: una disputa cuidadosamente orquestada entre dos socios que juegan a ambos lados de un juego peligroso.
La publicación de Trump sobre la verdad, «Traigan a sus pilotos a casa», no fue un llamado a la paz. Fue una maniobra calculada para recuperar credibilidad tras rendirse por completo a la guerra de Netanyahu. Le permite a Trump presentarse como moderado, distraer la atención de las pérdidas de Israel en el campo de batalla y crear la ilusión de una administración estadounidense que frena la agresión israelí.
En verdad, esta siempre fue una guerra conjunta de Estados Unidos e Israel: planificada, ejecutada y justificada con el pretexto de defender los intereses occidentales y al mismo tiempo sentar las bases para una intervención más profunda y una posible invasión.
El regreso del pueblo
En medio de todos los cálculos militares y el teatro geopolítico, una verdad destaca: los verdaderos ganadores son el pueblo iraní.
Cuando más importaba, se mantuvieron unidos. Comprendieron que resistir la agresión extranjera era más importante que las disputas internas. Recordaron al mundo —y a sí mismos— que, en momentos de crisis, las personas no son actores secundarios de la historia; son sus autores.
El mensaje de Teherán es inequívoco: Estamos aquí. Estamos orgullosos. Y no nos doblegarán.
Ese es el mensaje que Israel, y quizás incluso Washington, no anticiparon. Y es el que podría transformar la región en los próximos años."
(Ramsy Baraud, Observatorio de la crisis, 27/06/25)
No hay comentarios:
Publicar un comentario