9.7.25

“Las finanzas de Trump eran inestables hasta el momento del anuncio de su candidatura”... “Trump y sus dos hijos mayores mayores (…) reorientaron el negocio familiar (…), con inversores dispuestos a apostar por su victoria”... Una vez ganada la presidencia, su empresa anunció numerosos acuerdos que beneficiaban a Trump... la motivación más urgente para el comportamiento de Trump no es política, no es ideológica. Es descarnadamente económica: “Es la necesidad, más que el simple deseo, de dinero fácil para mantener intacto su imperio”... su negocio real consiste en ser presidente de EEUU. Y, desde ahí, “monetizar el apellido familiar”, en el ramo inmobiliario, el de criptomonedas y en lo que NYT denomina “baratijas” –que serían productos MAGA y “relojes y teléfonos dorados”–. Todos esos negocios permiten –intenten leer lo que sigue sin escalofríos– “canalizar dinero a un presidente” por parte de particulares, empresas o/y Estados. Es decir, esos negocios no solo crean pasta, sino que pueden ocultar un flujo de pasta notorio, constante, donada al presi por terceros, a cambio de políticas. Es decir, de la venta de políticas... Trump propone un nuevo tipo de Estado, fundamentado en su instrumentalización para que, zas, su jefe de Estado obtenga beneficios. Se dice rápido... Visto a donde ha llegado la cosa, la corrupción previa debe haber sido un trance importante en la política. O nunca hubiéramos llegado a la cosa (Guillem Martínez)

 "1-Sobre lo que está pasando en España es preciso señalar que, en términos generales, no pasa nada en ninguna parte que no pase, yo qué sé, en Moscow, Idaho. Por lo que, alehop, nos vamos –es un decir–, a Moscow, Idaho.

2- Uno de los hechos más indescifrables de Trump es que es, en verdad, un tipo indescifrable. En ese sentido, el Nobel de Economía Joseph Stiglitz –neokeynesiano; investigador de la desinformación como motor de desigualdad; temazo– se quejaba, en una reciente entrevista, de la imposibilidad de negociar con Trump, en tanto nadie sabe lo que quiere ese pollo. Como ejemplo del concepto nadie-sabe-lo-que-quiere-ese-pollo, citaba dos aspectos incomprensibles y, por lo tanto, innegociables, que jalonan la trayectoria de Trump2.0: la recientes demoliciones –bum– de dos grandes y fundamentales industrias exportadoras de EEUU. A saber: a) el turismo –en barrena, desalentado por el trato a inmigrantes– y b) la educación –la universitaria, pulverizada sin un motivo claro; u oscuro–. ¿Qué quiere Trump? Es decir, ¿qué quiere la época?, ¿qué esconde la época tras su espalda, mientras nos sonríe con cara de psicópata y nos explica que no sabe lo que quiere, la-la-la? 

3- Se trata de una pregunta fundamental.

4- Y el NYT va y lo responde. En un artículo que explica la época. Por dos razones. Porque a), en efecto, va y la explica. Y porque b), ello no entraña consecuencia política alguna. En el siglo XXI, por ahora, es más importante la desinformación que la información, que simplemente se acumula en otra papelera menos vistosa –como señalaría, supongo, Josep Stiglitz. Bueno, el artículo. Ahí va. Aparten a los niños.

5- Básicamente, el artículo de Russ Buettner –que se comió con patatas 2000 documentos presentados en una acción legal contra Trump, para coscarse del estado financiero del presidente– explica que “las finanzas de Trump eran inestables hasta el momento del anuncio de su candidatura”. Lo que sucedió, recordemos, en la primavera de 2024. Hasta ese momento “su edificio de oficinas en el Bajo Manhattan generaba muy poco efectivo para cubrir su hipoteca (…), muchos de sus campos de golf carecían de jugadores (…) y el flujo de millones de dólares anuales provenientes de su etapa como celebridad televisiva prácticamente se había agotado”. Además, “una repentina ola de sentencias judiciales amenazó con devorar todo su dinero”. Pero, de repente, “con la obtención de la nominación republicana, todo empezó a cambiar”: “Trump y sus dos hijos mayores mayores (…) reorientaron el negocio familiar (…), con inversores dispuestos a apostar por su victoria”. Una vez ganada la presidencia, “ese enfoque cobró plena fuerza”. Su empresa anunció numerosos acuerdos que beneficiaban a Trump. 

6- El hallazgo del NYT consiste en demostrar que la motivación más urgente para el comportamiento de Trump no es política, no es ideológica. Es descarnadamente económica: “Es la necesidad, más que el simple deseo, de dinero fácil para mantener intacto su imperio”. Es más, “la versión que Trump da de su negocio, para la última década, no es real”. Wala. Es más, su negocio real consiste en ser presidente de EEUU. Y, desde ahí, “monetizar el apellido familiar”, en el ramo inmobiliario, el de criptomonedas y en lo que NYT denomina “baratijas” –que serían productos MAGA y “relojes y teléfonos dorados”–. Todos esos negocios permiten –intenten leer lo que sigue sin escalofríos– “canalizar dinero a un presidente” por parte de particulares, empresas o/y Estados. Es decir, esos negocios no solo crean pasta, sino que pueden ocultar un flujo de pasta notorio, constante, donada al presi por terceros, a cambio de políticas. Es decir, de la venta de políticas.

7- Trump propone un nuevo tipo de Estado, fundamentado en su instrumentalización para que, zas, su jefe de Estado obtenga beneficios. Se dice rápido, lo que implica que ha sido necesario, para llegar aquí, cierta lentitud, cierta graduación. Lo que explica lo vivido desde finales de los 70 hasta Trump2.0 –el neoliberalismo, vamos– como una graduación, un itinerario hasta, lo dicho, Trump 2.0. Por eso mismo, en esa lenta transformación a lo largo de 50 años, la corrupción no debe de haber sido una excepción, un hecho marginal, sino una actividad. Visto a donde ha llegado la cosa, la  corrupción previa debe haber sido un trance importante en la política. O nunca hubiéramos llegado a la cosa.

8- Lo que nos lleva, a su vez, de Moscow, Idaho, EEUU, hasta aquí abajo. Pero, antes, nos detendremos en The Economist –a partir de ahora, TE–. Que tela.

9- Si pensamos que el trumpismo –la corrupción, la obtención de beneficios, sin penalización para el político y a través de la política– es la siguiente casilla de las democracias, conviene ir intuyendo su funcionamiento. Y eso es lo que hace TE al evaluar la Ley Grande y Bonita de Trump –una ley que supone un recorte fiscal descomunal; como buen promotor inmobiliario, a las cosas que considera importantes. Trump les brinda los adjetivos propios de la piscina de una condominio–. Es importante evaluar esa ley, pues supondrá, tal vez, la gran obra interna de Trump, el modelo a seguir por la nueva derecha en, pongamos, Europa. Y eso es lo que hace TE con estas palabras: “Se trata de un daño a los cimientos económicos de EEUU”. Y sigue. 

10- La ley supone la continuidad de los recortes fiscales de Trump 1.0 –que los demócratas, ay, uy, no tocaron–, que TE califica como “insostenible”. La Ley Grande y Bonita –no puede dejar de repetir su nombre; Trump es tan bueno para los nombres artísticos como un promotor valenciano– supondrá 12 millones de ciudadanos sin cobertura sanitaria, “una cifra escandalosa para el país más rico del mundo”, y la carbonización de la economía –lo que impedirá el desarrollo de la IA, que precisa electricidad de “modelos masivos” y, por ello, no contaminantes–. Al desastre de la Ley Grande y Bonita –rayos, no puedo parar–, se suman otros desastres ya consolidados, como el recorte histórico a la ciencia/universidad–, o la “actitud arrogante hacia el Estado de Derecho”, que “convertirá a EEUU en un lugar arriesgado para invertir”, con “los aranceles más altos de los últimos 100 años”. Un festival.

11- Es decir, la inteligencia del nuevo Estado se va en los negocios privados. El nuevo Estado renuncia a las atribuciones, novedosas en su día, asumidas por Roosevelt. Acostúmbrense a la alocución cañí que explica todo esto: iban-a-morir-igual. (...)"

Guillem Martínez  , CTXT, 09/07/2025)

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