"Feijóo ha dictaminado que español es el que vive y trabaja en España, y merece serlo. Lleva un puntito más allá el canónico dictamen de Pujol, aquel catalán es el que vive y trabaja en Cataluña, y quiere serlo. Se advertirá el puntito que va de la voluntad al merecimiento. La afirmación es simétrica de toda la que adhiere el orgullo a la identidad, sea el de nacionalidad, color, sexo y maneras de hacerlo, o cualquier otra. Mucho me temo que Feijóo está orgulloso, no solo de ser español, sino hasta de ser gallego.
Y dado el orgullo, la exigencia. Yo he visto tal tránsito incluso entre gays, absolutamente convencidos de pertenecer a un estamento superior de la sensibilidad al que no puede acceder cualquiera. El mérito de la nacionalidad se aprecia bien en las guerras civiles, y no hay que ir más lejos de la española: la Antiespaña operó perfectamente desde el inicio de los tiros. También, con todas las proporciones debidamente guardadas (a menos que se me pongan gallitos, que entonces no) la Antiespaña anida en la actitud de Vox, cuando se niega a participar en los actos de la Fiesta Nacional. Aunque lo comprendo: la patria exige demasiado cuando obliga a admitir que Pedro Sánchez es uno de los nuestros.
Así pues, se verá que la base conceptual del pronunciamiento de Feijóo sobre la patria y el merecimiento es intelectual y moralmente bochornoso. Su objetivo político es frenar el derrame de votos hacia el partido del merecido Abascal. También un grave error, a mi sano juicio, que arranca de la estrábica estrategia explicitada en el último e inútil congreso del partido, que Feijóo clausuró diciendo que no gobernaría con Vox. Una afirmación imprudente, cada vez más imprudente a medida que pasan los días y los sondeos, (...)"
(Arcadi Espada, El Mundo, 15/10/25)
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