25.11.25

El niño venezolano de 11 años estaba solo en su casa de Texas, esperando a su madre, que había sido detenida por funcionarios migratorios estadounidenses. Nunca volvería. Emmanuel Leandro Caicedo Venecia acabó viviendo solo durante tres meses este verano. Un vecino le llevaba comida, pero Emmanuel se las arreglaba solo... Su madre había decidido que tenía que ser así, temerosa de que pusieran a su hijo en un centro de acogida... En todo el país, un número cada vez mayor de niños venezolanos cuyos padres fueron deportados a su país de origen se han quedado en Estados Unidos, al cuidado de familiares, vecinos, niñeras, de quienquiera que los padres pudieran identificar... Otros afirmaron que fueron presionados o engañados por funcionarios migratorios estadounidenses para embarcar en vuelos de deportación sin sus hijos, algunos de los cuales han terminado en hogares de acogida... Durante los últimos meses, familias ansiosas acudieron en masa al aeropuerto internacional Simón Bolívar, a las afueras de Caracas, impulsadas por la esperanza de que los vuelos procedentes de Estados Unidos incluyeran a un grupo de niños que habían sido separados de sus padres. Las madres rezan en voz baja. “Que sea el mío, Dios mío, que sea el mío” (Luis Ferré-Sadurní)

 "El niño venezolano de 11 años estaba solo en su casa de Texas, esperando a su madre, que había sido detenida por funcionarios migratorios estadounidenses. Nunca volvería.

El niño, Emmanuel Leandro Caicedo Venecia, acabó viviendo solo durante tres meses este verano, asistiendo a la escuela e incluso acudiendo a pie a su graduación de quinto grado para recoger su diploma, dijo su madre. Un vecino le llevaba comida, pero Emmanuel se las arreglaba solo.

Su madre había decidido que tenía que ser así. Temerosa de que pusieran a su hijo en un centro de acogida, había tomado una decisión mientras estaba detenida: mintió a los funcionarios migratorios, dijo, diciéndoles que Emmanuel estaba al cuidado de un adulto. La deportaron a Venezuela sin él a finales de julio y Emmanuel acabó viviendo con un conocido.

“Yo sigo esperando que lo traigan conmigo”, dijo su madre, Deisy Carolina Venecia Farías, a principios de este año.

En todo el país, un número cada vez mayor de niños venezolanos cuyos padres fueron deportados a su país de origen se han quedado en Estados Unidos, al cuidado de familiares, vecinos, niñeras, de quienquiera que los padres pudieran identificar.

Las autoridades venezolanas afirman que 150 niños venezolanos, desde recién nacidos hasta adolescentes, han acabado separados de sus padres debido a la aceleración de la campaña de deportación del presidente Donald Trump. La mayoría de los niños nacieron en Venezuela, y algunos en Colombia, pero algunos de los más pequeños, incluidos bebés de meses, nacieron en Estados Unidos, lo que complica los esfuerzos para repatriarlos.

Aunque ni las autoridades estadounidenses ni los grupos de defensa llevan un recuento, las autoridades venezolanas compartieron una lista de niños que dijeron que habían sido separados, y The New York Times entrevistó a los padres y familiares de más de una decena de niños, corroborando sus relatos con documentos judiciales, registros policiales y expedientes de casos de inmigración.

La lista del gobierno venezolano incluye a niños cuyos padres fueron deportados a Venezuela, así como a niños cuyos padres permanecen encerrados en Estados Unidos.

En las entrevistas, muchos padres dijeron que habían optado por ser deportados sin sus hijos, una decisión dolorosa que tomaron para evitar pasar meses detenidos. Tenían la esperanza, dijeron, de que regresar a su patria aceleraría la reunión con sus hijos.

Otros afirmaron que fueron presionados o engañados por funcionarios migratorios estadounidenses para embarcar en vuelos de deportación sin sus hijos, algunos de los cuales han terminado en hogares de acogida.

El gobierno de Trump ha dicho que no separa a las familias, una práctica que generó divisiones durante el primer mandato del presidente. Durante el verano, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas publicó directrices actualizadas que obligan a sus agentes a ofrecer a los inmigrantes que se encuentran ilegalmente en Estados Unidos la opción de ser deportados junto con sus hijos.

En un comunicado, una portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, la agencia matriz del ICE, defendió las políticas del gobierno de Trump, pero no abordó las afirmaciones de Venezuela ni dijo cuántos niños se han quedado en Estados Unidos.

“ICE no separa a las familias”, dijo la portavoz, Tricia McLaughlin. “Se pregunta a los padres si quieren ser expulsados con sus hijos, o bien el ICE colocará a los niños con una persona segura que el padre designe”.

Aunque algunas familias han sido deportadas juntas, muchas madres y padres han aterrizado en Venezuela sin sus hijos, lo que ha desencadenado una lucha diplomática en el gobierno venezolano para localizar y repatriar a los niños.

Otros países latinoamericanos —como Guatemala, Honduras y México— parecen estar lidiando con separaciones similares, a veces de niños nacidos en Estados Unidos, según informan los medios de comunicación. Pero ningún país se ha pronunciado tanto sobre las separaciones como Venezuela.

El gobierno del autócrata Nicolás Maduro ha convertido las separaciones en un grito de guerra nacional contra Estados Unidos, en medio de las crecientes tensiones entre ambos países y de un gran despliegue militar estadounidense en el Caribe.

Las propias políticas de Maduro, incluidas la represión, la mala gestión económica y los abusos contra los derechos humanos, desempeñaron el papel más importante en la crisis migratoria que empujó a más de siete millones de personas a abandonar Venezuela, según una amplia franja de analistas políticos y grupos de derechos humanos. Ahora intenta erigirse en defensor de los venezolanos que, según él, han sido maltratados por Trump.

Las familias que claman por el regreso de sus hijos han depositado casi todas sus esperanzas en Maduro. No han dudado en participar en concentraciones organizadas por el gobierno en Caracas, la capital venezolana, y han grabado videos conmovedores que han compartido en redes sociales. En agosto, muchas familias firmaron una carta dirigida a Melania Trump, la primera dama, pidiéndole “que escuche el clamor de las familias”.

“Me están llamando preguntando cuándo las voy a buscar”, dijo en una entrevista, Anabel Bustamante, de 26 años, quien lleva nueve meses separada de sus hijas de 3 y 7 años.

“Me preguntaron hace poco que si se pueden esconder en una caja y mandarla a Venezuela”, dijo Bustamante, cuyas hijas, Diangerlin y Aranza, viven con su abuela en Arkansas.

Bustamante no ha visto a las niñas desde febrero, cuando agentes de policía se presentaron en su casa, en una tranquila calle de Arkansas, donde la familia vivía tras emigrar a Estados Unidos hace dos años. Las autoridades acusaron a Bustamante de fraude de identidad no financiero, según los registros policiales, que ella supuso que estaba relacionado con su trabajo como repartidora sin papeles.

Bustamante fue encarcelada y trasladada a un centro de detención en Luisiana, donde dijo que los funcionarios federales le pidieron que firmara un documento si quería ser deportada junto con sus hijas. Se negó a firmarlo, dijo, por miedo a que los agentes del ICE detuvieran a su hermana y a su madre si iban a recoger a sus hijas.

En julio fue deportada, dejando atrás a sus hijas.

Muchos padres, la mayoría de los cuales entraron en Estados Unidos durante el gobierno de Joe Biden, dijeron al Times que se les ofreció la opción de ser deportados con sus hijos.

Algunos de ellos lo consideraron una atroz táctica de presión: si querían ser deportados con sus hijos, algunos contaron que el ICE les dijo que tendrían que pasar hasta un año detenidos mientras los funcionarios estadounidenses recuperaban a sus hijos y organizaban el viaje.

Jaimary José Cárdenas Paz dijo que el ICE y una trabajadora social la instaron a deportarse sin su hijo de 9 años, José Daniel Urdaneta Cárdenas, después de que, el 7 de mayo, agentes del ICE la detuvieron junto con su pareja a las puertas de un tribunal de inmigración de Boston.

El 19 de mayo, mientras Cárdenas, que había entrado en Estados Unidos en 2024, estaba detenida, un agente del ICE la entrevistó. Le dijo: “Lo que quiero es salir de aquí y volver a mi país con mi hijo”, según una transcripción.

Sin embargo, dijo que los funcionarios le dijeron más tarde que José Daniel, quien se alojaba con su tía en Massachusetts, “podría tener un mejor futuro” en Estados Unidos, y tal vez incluso se le concediera la ciudadanía estadounidense en el futuro.

Dijo que los funcionarios le dijeron que permanecería bajo custodia del ICE entre seis y nueve meses si quería ser deportada junto con su hijo. Optó por marcharse sin José Daniel, el 11 de julio.

McLaughlin, la portavoz del DHS, dijo que Cárdenas “optó por ser expulsada por sí misma y pidió que su hijo quedara al cuidado de su tía”. Su hijo fue deportado a Venezuela dos meses después, en septiembre.

Algunos padres dijeron que habían elegido un destino similar porque temían por la seguridad de sus hijos a manos de los funcionarios migratorios.

Unos pocos dijeron que nunca se les ofreció una opción o que se les dio una orientación engañosa, y una madre dijo que subió a un avión con la impresión de que su hijo estaría en el vuelo, pero no fue así.

María Alejandra Rubio González dijo que pidió repetidamente a los funcionarios migratorios que la deportaran a Venezuela con su hijo de 8 años, Anyerson, quien se quedó con un amigo en los suburbios de Atlanta tras su detención el 15 de marzo. Las autoridades locales la acusaron de conducir bajo los efectos del alcohol y sin carné, según consta en los registros policiales.

“Me dijeron: ‘Ok, lo sabemos. No se preocupe, será deportada con su hijo”, recordó. Cuando los agentes intentaron colocarla en un vuelo de deportación, dijo que se negó a embarcar porque no veía a su hijo a bordo.

“Lloré y lloré y no me monté”, dijo. “Me engañaron”.

Rubio González fue finalmente deportada sin Anyerson el 23 de julio, junto con otros más de 200 venezolanos, entre ellos cuatro madres que también se fueron sin sus hijos, dijo.

McLaughlin dijo que Rubio González “decidió no interponer una apelación” después de que un juez ordenara su expulsión y “cedió la custodia de su hijo a un amigo”. La madre se reunió con su hijo más de seis meses después, después de que la amistad entregara a Anyerson al ICE y el gobierno venezolano facilitara su regreso el 17 de septiembre.

Más de 17.000 venezolanos, en su mayoría hombres, han sido deportados a Venezuela este año, según funcionarios venezolanos.

Por el camino, según los dirigentes venezolanos, 150 niños menores de 18 años han sido separados de sus padres, después de que los adultos fueran detenidos o deportados.

Cincuenta y siete de esos niños se han reunido, poco a poco, con sus familias en Venezuela. Fueron colocados en vuelos de deportación tras negociaciones entre los gobiernos venezolano y estadounidense.

Funcionarios venezolanos han compartido listas de niños que quieren de vuelta con el Departamento de Estado estadounidense, que ha remitido esa información al ICE. Los canales diplomáticos parecen haberse deteriorado desde que Estados Unidos comenzó a atacar a presuntos barcos de contrabando de drogas frente a las costas de Venezuela, aunque continúan los vuelos de deportación.

A mediados de noviembre, 93 niños seguían en Estados Unidos, dijeron funcionarios venezolanos, y se prevé que la cifra siga aumentando.

Los funcionarios venezolanos han descrito las separaciones en términos duros, acusando ampliamente al gobierno de Trump de “secuestrar” a los niños.

Los casos examinados por el Times muestran que muchos padres acabaron bajo custodia del ICE tras ser detenidos por funcionarios migratorios — de un tribunal de inmigración o en un control de tráfico— o tras tener encontronazos con la ley, según los registros policiales.

En Georgia y Texas, estados en los que las fuerzas de seguridad locales cooperan habitualmente con el ICE, algunos padres fueron detenidos por la policía y encarcelados por infracciones de tráfico, como conducir sin carné, antes de ser transferidos a la custodia del ICE.

“Al igual que los ciudadanos estadounidenses que cometen delitos pueden enfrentarse a la separación de su familia, lo mismo puede ocurrir con los extranjeros ilegales”, dijo McLaughlin.

Durante los últimos meses, familias ansiosas acudieron en masa al aeropuerto internacional Simón Bolívar, a las afueras de Caracas, impulsadas por la esperanza de que los vuelos procedentes de Estados Unidos incluyeran a un grupo de niños que habían sido separados de sus padres.

Las madres rezan en voz baja.

“Que sea el mío, Dios mío, que sea el mío”.

Una mañana de septiembre, un grupo de madres se desplomó en el suelo al enterarse de que sus hijos no estaban en el vuelo que habían estado esperando. Sus gritos y súplicas atravesaron la terminal del aeropuerto.

Pero la agonía también dio paso a escenas de alegría.

Tras casi siete meses separados, la madre de Emmanuel, el niño de 11 años que vivió solo durante tres meses, llegó al aeropuerto después de que le dijeran que su hijo volvía a casa el 7 de noviembre.

La madre, Venecia Farías, de 35 años, no lo había visto desde que fue detenida por agentes de la Patrulla Fronteriza el 21 de abril, junto con su marido, cuando se dirigían en coche a su casa, cerca de la frontera entre Estados Unidos y México, en Brownsville, Texas.

“Mi hijo estaba solo en la casa esperándonos”, dijo.

McLaughlin argumentó que fue detenida por la Patrulla Fronteriza cuando intentaba “volver a entrar ilegalmente en el país” tras salir de Estados Unidos sin su hijo. Venecia Farías dijo que eso era falso.

“Qué locura”, dijo, insistiendo en que nunca salió de Estados Unidos y que fue detenida tras equivocarse de camino a casa, conduciendo hacia uno de los muchos puestos de control de la Patrulla Fronteriza cerca de la frontera.

Relató las dificultades a las que se enfrentó en un principio para llegar a Estados Unidos, incluido el pago de miles de dólares a contrabandistas y un breve secuestro en México. “¿Usted cree que yo iba a salir de Estados Unidos? ¿A México?”.

Tras la detención de su madre, Emmanuel pasó la mayor parte del verano viviendo solo. Dormía en un colchón en el suelo y se administraba un nebulizador para tratar su asma crónica, dijo su madre. Finalmente se fue a vivir con una persona conocida en Texas, quien cobraba a su madre 400 dólares semanales para cubrir los gastos del niño.  

La suma era tan elevada que Venecia Farías tuvo que pedir dinero a Venezuela para cubrir el costo. Emmanuel, próximo a la adolescencia, se había vuelto más irritable. Y los ataques de asma siempre acechaban.

Todas las preocupaciones llegarían a su fin.

A principios de este mes, Emmanuel desembarcó de un avión y vio a su madre entre una multitud de familias. Se apresuró a pasar entre el gentío mientras su madre extendía los brazos.

Dio un salto, tan fuerte que ambos cayeron sobre un sofá, llorando y estrechándose en un fuerte abrazo." 

(Luis Ferré-Sadurní , Julie Turkewitz e  ,  The New York Times, 25/11/25)

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