27.11.25

Los trabajadores de la UNRWA son todos palestinos y saben que si no salen a trabajar, su comunidad se queda sin ayuda, y eso no lo van a permitir"... Han sufrido bombardeos, asesinatos, campañas de desinformación, bloqueos humanitarios, retirada de la financiación y un señalamiento continuo por parte de Israel. Y, sin embargo, han seguido adelante... Israel marcó a la UNRWA en el terreno como un objetivo. El resultado ha sido el asesinato de 382 compañeros y la destrucción de la práctica totalidad de nuestras infraestructuras, que, al ser edificios de Naciones Unidas, tienen una protección especial y no se les puede atacar. Muchísimo menos cuando acogen a población civil, mayoritariamente mujeres y niños. Aún así, Israel ha asesinado en nuestras instalaciones a más de 800 personas. Es una cifra terrible e inconcebible bajo el derecho internacional humanitario... En esta situación, nuestros equipos dentro de Gaza han realizado un ejercicio de resistencia increíble... ha sido una situación de angustia absoluta. Cada día, cuando les llamábamos, no sabíamos si alguien iba a coger el teléfono. No sabíamos si iban a seguir vivos... Nos han contado cómo sus hijos han sido asesinados, que tienen familiares desaparecidos, con sus casas destruidas y viviendo en unas situaciones miserables en tiendas de campaña hechas de plástico. Nos contaban cómo pasaban la noche escuchando el llanto de sus hijos porque llevaban días sin comer. Y cómo cada vez que se tenían que ir al trabajo esos mismos hijos se abrazaban a sus piernas para pedirles que no se fueran porque tenían miedo de no volverles a ver. Algunos incluso se los llevaban a trabajar porque decían que, si les iban a matar, mejor que les mataran a todos juntos y así no tener que sufrir las pérdidas. Todos los días han tenido que tomar decisiones desgarradoras... por eso han recibido el Premio InfoLibre

 "Han sufrido bombardeos, asesinatos, campañas de desinformación, bloqueos humanitarios, retirada de la financiación y un señalamiento continuo por parte de Israel. Y, sin embargo, han seguido adelante. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, más conocida por sus siglas, UNRWA, es la ganadora del Premio infoLibre 2025, un galardón que se otorga a personas o instituciones que mejor se identifican con las ideas y valores que este medio defiende. Han sido dos años de genocidio donde sus trabajadores han intentado, por todos los medios, llegar a los palestinos que necesitaban ayuda. Pese a la masacre, ellos siempre han seguido allí haciendo lo posible por dar a los gazatíes algo a lo que agarrarse.

Para conocer cómo han vivido las matanzas de sus propios trabajadores, la destrucción de sus instalaciones por parte de Israel, la hambruna, las bombas, pero sobre todo para saber cómo se consigue seguir ayudando en medio del horror, hablamos con Raquel Martí, directora ejecutiva de la UNRWA en España. 

¿Cómo vivieron el inicio de la invasión israelí a la Franja? ¿Esperaban una virulencia tan grande o superó sus expectativas?

El 7 de octubre lo vivimos, por un lado, con estupor, al ver los ataques de Hamás contra la población israelí y, por otro, con espanto, no solamente por la envergadura de los ataques y por la masacre realizada, sino porque en ese momento fuimos conscientes de que la respuesta de Israel iba a ser absolutamente atroz. Y no nos equivocamos. La UNRWA está acostumbrada a pasar por situaciones de violencia extrema en Gaza, no era la primera vez que algo así sucedía. De hecho, tenemos a nuestra espalda décadas de trabajo en situaciones de emergencia sin contar con ayuda humanitaria en la Franja, con lo que estamos preparados para ofensivas militares en la zona. Evidentemente, no lo estábamos para una destrucción masiva de Gaza, ni para una matanza de la envergadura que se ha llevado a cabo. Tampoco para un bloqueo humanitario en una situación tan crítica para la población.

¿Cómo se responde desde la organización al comienzo de los ataques?

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Pese a la destrucción, fuimos capaces de reaccionar y de ponernos en marcha rápidamente. Tenemos planes de contingencia ya previstos para situaciones similares, aunque no de esta envergadura. Evidentemente nos hemos visto desbordados. Por ejemplo, teníamos previsto que nuestras escuelas fueran refugios para unas 200.000 personas. En realidad, hemos llegado a alojar hasta un millón. Eso es casi la mitad de la población refugiada dentro de las escuelas, lo que muestra bien cómo la situación nos ha sobrepasado. 

Otro de los problemas que ha sufrido la UNRWA durante todo el tiempo que ha durado la invasión ha sido la desinformación. Se les ha relacionado constantemente con Hamás, lo que ha llevado a muchos gobiernos a retirar su financiación. ¿Cómo han vivido esta situación?

Nunca pensamos que íbamos a ver una criminalización de esa envergadura contra una agencia de Naciones Unidas. Cuando Israel anunció que nueve integrantes de nuestro personal (después lo incrementaron a 19) habían participado en los ataques del 7 de octubre, no nos cabía en la cabeza que, en el caso de que fuera cierto, se pretendiera criminalizar a la totalidad de la agencia. Mucho menos que, en un momento en el que la Corte Internacional de Justicia, en sus medidas cautelares para la prevención del genocidio, pedía que se debía incrementar la financiación humanitaria, a la mayor agencia de Naciones Unidas en Gaza, a la única que tiene capacidad de coordinar la entrada de ayuda humanitaria, todos los refugios, las clínicas… se le retiraran los fondos. Eso coincidió en un momento, a finales de 2023 que, como ahora, existía un déficit presupuestario que ponía en peligro la continuidad de las operaciones. Por todo ello, fue un golpe terrible para la agencia que nos dejó al borde del colapso.

Durante estos dos años hemos visto masacres y ataques indiscriminados contra hospitales, escuelas y hasta puestos de reparto de comida ¿Cómo han vivido esa inseguridad constante?

Todas estas declaraciones y condenas de Israel marcaron a la UNRWA en el terreno como un objetivo. El resultado de ello ha sido el asesinato de 382 compañeros y la destrucción de la práctica totalidad de nuestras infraestructuras. Algo más grave todavía si se tiene en cuenta que, al ser edificios de Naciones Unidas, tienen una protección especial y no se les puede atacar. Muchísimo menos cuando acogen a población civil, mayoritariamente mujeres y niños. Aún así, Israel ha asesinado en nuestras instalaciones a más de 800 personas. Es una cifra terrible e inconcebible bajo el derecho internacional humanitario.

En esta situación, nuestros equipos dentro de Gaza han realizado un ejercicio de resistencia increíble. No solamente se les estaba bombardeando y asesinando, igual que al resto de la población de Palestina, sino que además les estaban desplazando constantemente. Al principio de la ofensiva, Israel atacó nuestra sede central en Gaza. Un ataque de advertencia en el que se produjeron daños físicos a las instalaciones, pero afortunadamente no hubo heridos. Sin embargo, inmediatamente nos hicieron una llamada por teléfono para advertirnos de que o abandonábamos las instalaciones o no podían garantizar nuestra seguridad.

A partir de ese momento, como el resto de la población de Gaza, nuestro personal se ha tenido que desplazar constantemente. Además de mantener nuestras operaciones en albergues para la población desplazada, lo hemos tenido que hacer con nuestro propio personal desplazado, que ha perdido sus casas y que ha estado durmiendo también en nuestros refugios o en tiendas de campaña. Personal que a lo largo de toda la ofensiva ha dejado de comer, sobre todo cuando se declaró la situación de hambruna y no había alimentos para nadie. Ni para los civiles ni para nuestros trabajadores.

Con respecto a eso ¿cómo es para esos trabajadores, que tienen familias y que son personas, tratar con una población que está sufriendo un genocidio? ¿Cómo se trabaja en esas condiciones desde el punto de vista personal?

Me faltarían palabras para ser capaz de describir un ápice de lo que han sentido nuestros compañeros. También los que estábamos al otro lado, trabajando todos los días con ellos. Realmente ha sido una situación de angustia absoluta. Cada día, cuando les llamábamos, no sabíamos si alguien iba a coger el teléfono. No sabíamos si iban a seguir vivos. De hecho, a lo largo de estos dos años, ha habido compañeros que han sido asesinados y que no nos han vuelto a coger más el teléfono. Cuando afortunadamente sí lo hacían, los primeros minutos de las conversaciones eran siempre para interesarte por la situación de la persona con la que hablabas y escuchar durante unos minutos las situaciones más atroces, que no nos podemos imaginar cómo han sobrevivido a ellas. Nos han contado cómo sus hijos han sido asesinados, que tienen familiares desaparecidos, con sus casas destruidas y viviendo en unas situaciones miserables en tiendas de campaña hechas de plástico. Nos contaban cómo pasaban la noche escuchando el llanto de sus hijos porque llevaban días sin comer. Y cómo cada vez que se tenían que ir al trabajo esos mismos hijos se abrazaban a sus piernas para pedirles que no se fueran porque tenían miedo de no volverles a ver. Algunos incluso se los llevaban a trabajar porque decían que, si les iban a matar, mejor que les mataran a todos juntos y así no tener que sufrir las pérdidas. Todos los días han tenido que tomar decisiones desgarradoras.

Evidentemente, ha habido días que no han podido trabajar porque estaban absolutamente sobrepasados. De los 13.000 trabajadores que hay en Gaza, hemos tenido una media de 11.000 o 12.000 diarios, lo cual quiere decir que 1.000 diariamente no han podido acudir a sus centros debido a la situación tanto física como emocional que estaban viviendo. Hemos tenido heridos, personal detenido y torturado por Israel y todavía hay trabajadores de la UNRWA que siguen en la cárcel, algunos incluso en paradero desconocido. Realmente no puedo explicar cómo han sido capaces de sobrevivir a todo esto, pero lo que sí puedo decir es que, pese a estar emocionalmente destrozados, han encontrado las fuerzas para continuar trabajando.

Han demostrado una fortaleza tremenda. Es por las ganas que tienen de vivir, porque no quieren perder la esperanza de que todo vaya a cambiar en Gaza y de que vayan a conseguir, por fin, una situación en la que se les permita vivir con dignidad. Es algo a lo que se aferran y por lo que luchan cada mañana.

Conforme iba avanzando el genocidio, las circunstancias eran cada vez más y más difíciles: hambruna, una destrucción mayor… ¿Cómo se han organizado para que todo siga funcionando?

Con respecto a la comida, en la tregua de principios de este año logramos introducir hasta 900 camiones diarios durante una serie de días hasta que se rompió el alto el fuego. Esto nos permitió tener alimentos y ayuda humanitaria durante meses, pero siempre intentando al máximo reducir o optimizar los repartos de alimentos para llegar al mayor número de personas y no con las cantidades deseadas. También, en lugar de decidir dar harina a la población directamente, hemos trabajado con panaderías para que pudieran producir pan con la harina que lo que les dábamos de forma gratuita y así que pudieran vender pan a precios subsidiados por nosotros, para que de esa forma todo el mundo pudiera tener acceso a pan. Cuando Israel decide cerrar los puntos de entrada y se nos van acabando los alimentos, nosotros seguimos trabajando, al igual que con la sanidad.

Nos han destruido las infraestructuras, las clínicas de salud y hemos vuelto a montarlas en edificios que quedaban en pie. Hemos creado clínicas móviles de salud para ir allá donde estaba la población. Hemos mantenido, hasta que han sido bombardeadas, las clínicas abiertas y hemos hecho esfuerzos ingentes por seguir dando los servicios. Prueba de ello, por ejemplo, fue cuando Israel nos permitió vacunar contra el polio y llegamos a vacunar a 600.000 niños en una campaña que duró unas semanas. 

Hemos continuado con nuestra labor en unas condiciones muy complejas, en las que constantemente teníamos que estar cambiando, no solamente la planificación diaria, sino los planes de contingencia, porque constantemente Israel estaba forzando a moverse a la población. Con lo cual, cuando de repente llegaba una orden de desplazamiento y la población se marchaba a un lugar, inmediatamente la UNRWA se trasladaba a ese mismo sitio para ayudar a la población a establecerse, para ver la situación en la que venían, para buscar a la personas que necesitaban atención en salud, psicológica…

Pero realmente si me preguntas cómo hemos sido capaces de seguir trabajando bajo estas circunstancias, la respuesta es gracias a que nuestro personal es palestino. Si no hubiera sido así, esto hubiera sido inviable. Y gracias a que UNRWA solo contrata población palestina, la agencia tiene una fortaleza tremenda en todos los conflictos, porque saben que si no salen cada día a trabajar, sus hijos, su familia, sus vecinos, su comunidad se queda sin asistencia. Y esto es algo que ellos nunca van a permitir, aunque tengan que poner su vida en riesgo.

¿Cómo se sienten al recibir este premio?

Mientras todos nuestros trabajadores estaban arriesgando sus vidas para ayudar a la población palestina, estaban a la vez escuchando cómo, fuera de Gaza, se les estaba atacando, vilipendiándolos y acusándolos de ser terroristas, todo ello promovido por Israel. Eso es un golpe fortísimo para todos ellos, que lo han dejado todo para cumplir con su trabajo. Han sido momentos terribles, dificilísimos, pero aún así no han conseguido quebrar la determinación del personal de UNRWA y hemos seguido adelante hasta hoy. Creo que eso es admirable. Este premio para nosotros es una válvula de oxígeno que nos da fuerzas para seguir adelante con nuestro trabajo y que realmente agradecemos. Lo hacemos de corazón porque nos ayuda mucho a mantenernos firmes con nuestras obligaciones."

(Pablo Mortera Franco , InfoLibre, 26/11/25)

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