"(...) Lo que se pretende es poner de manifiesto que la economía
española tiene un grave problema de falta de resiliencia frente a las
crisis, que con seguridad ha empeorado con las reformas laborales de
esta década.
Que determinados aspectos de la regulación
laboral hacen que las empresas ajusten preferentemente a través de la
destrucción del empleo multiplicando los efectos de las recesiones.
Que, ante la magnitud irracional de las caídas del empleo, muy superiores a las producidas en los países de nuestro entorno frente a shocks similares, los denominados estabilizadores automáticos alcanzan una dimensión que los convierte en lo contrario, en verdaderos desestabilizadores.
Y que, si no se reflexiona sobre todo ello y se realizan las necesarias
correcciones (en la línea de que el comportamiento del empleo sea
similar al del resto de las economías, más estables y resilientes), los efectos de una recesión o incluso de una simple desaceleración del crecimiento pueden ser temibles. (...)
Los riesgos del sistema de ajuste del empleo en España son sistémicos
Como ha quedado de manifiesto, las
pérdidas de empleo son en España muy superiores a las registradas en los
países de nuestro entorno. En 2013, último año de destrucción de empleo
se había perdido una cifra algo superior al 15% del empleo que había en
2007. Tanto en la primera parte de la crisis, entre 2008 y 2010, como
en la segunda, entre 2010 y 2013, las pérdidas de empleo fueron muy
superiores a las caídas del PIB. En la primera se perdió alrededor de un
ocho por ciento del empleo anterior a la crisis y en la segunda casi un
nueve por ciento del que subsistía en 2010.
En
la primera parte de la crisis, la caída del empleo triplica la del PIB y
en la segunda la supera en más de un 60%. Son magnitudes que no se
encuentran ni de lejos en la mayoría de los países que nos rodean. Y son
la causa de que, mientras la tasa de paro no ha crecido en general más
allá del 10-12% en otros países, en España haya llegado a superar el
26%. Desde el 8% de 2007, en dos años de crisis se duplicó, y en cinco
se triplicó.
Tenemos un gravísimo problema. No debemos y no podemos cerrar los ojos. El problema está en la
forma en que nuestro mercado de trabajo está organizado para que la
economía y las empresas ajusten las caídas de la producción -en proporción mucho mayor que estas- mediante la destrucción del empleo.
Esto es un barril de pólvora. Las
medidas que se han adoptado en la reforma de 2012 han provocado un
considerable agravamiento del problema, que tiene hondas raíces. Si no
se toman las medidas adecuadas, en la próxima crisis se producirá una
verdadera debacle social y económica. Y el desempleo podría llegar al
30%.
Sería irresponsable cerrar los
ojos. Hay quien dice que esto es positivo porque permite a las empresas
ajustarse más rápidamente, pero eso no es cierto. Recordemos, una vez
más, lo que dice el trabajo del Banco de España: “Esta
reacción del empleo más que proporcional al descenso de la actividad
(…), de hecho, generó un efecto amplificador sobre la propia crisis”. Los efectos económicos y sociales son inmensos.
Esto
no es positivo en absoluto: una altísima tasa de desempleo,
externalización de costes de las empresas, pérdida de capital humano,
costes sociales elevadísimos, costes económicos (solo las prestaciones
por desempleo han supuesto una descomunal cifra de gasto: desde 2008,
más de 280.000 millones de euros, que se podrían haber destinado mucho
más útilmente para mantener el empleo), retroalimentación de la crisis,
hundimiento de nuevas empresas, pérdida de tejido empresarial, etc.
¿Cómo se puede pensar que no cuesta nada? Los efectos económicos y
sociales son inmensos.
Los
despidos masivos no son la solución, son el problema. Continuar
consintiendo y sosteniendo un esquema de utilización de los contratos
temporales basado en el fraude no es la solución, es el problema. El
fraude no es flexibilidad. Dejar en manos de las empresas la decisión de
destruir empleo, aunque no esté justificado y haya otras posibilidades
de ajuste, no es la solución, es el problema. Un problema que nos puede
llevar por delante en la crisis próxima.
Debe
establecerse un sistema que facilite que las empresas se ajusten con
los menores costes posibles, reduciendo temporalmente sus costes tanto
como sea posible, pero minimizando la destrucción de empleo. Sistemas
alternativos a los despidos como el alemán (kurzarbeit), fortalecen su economía, la hacen muy resiliente
ante las crisis y ahorran cuantiosos fondos públicos.
Funcionan, porque
son prácticamente obligatorios. Debemos corregir todo este sinsentido.
Todos los países a los que deberíamos parecernos, de una u otra forma
han establecido sistemas que impiden que los efectos sobre el empleo y
el mercado de trabajo multipliquen la profundidad de las recesiones.
En
nuestro caso, continuamos dando pasos en sentido contrario. Se plantean
medidas que promueven y estimulan aún más los despidos, como la mochila
austriaca y otras que se barajan. Reformas poco meditadas que
desconocen el funcionamiento del mercado laboral español y que agravan
aún más el problema. Reformas que suenan bien a los que siempre quieren
favorecer los despidos. Reformas que no entienden el problema y no son
las que se necesitan.
Nuestro problema es el error en el modelo de flexibilidad: muy pocos avanzan en la flexibilidad interna,
que moderniza, hace más eficiente la organización del trabajo y aumenta
la productividad, porque lo que promueve el sistema laboral es la externa: contratos temporales sin estabilidad ni productividad y, si usted desea más productividad, despida.
Es
preciso recuperar la responsabilidad y el sentido común, buscar lo que
los demás tienen de bueno y arreglar este gravísimo problema. Estamos a
tiempo antes de que llegue la siguiente crisis.
Este artículo
pretende continuar y desarrollar en algunos aspectos la muy necesaria y
oportuna reflexión iniciada por el publicado hace pocos días en esta web
de EFC por Ignacio Muro: “¿Desempleo masivo en la próxima crisis? Por favor, otra vez no”.
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