11.1.25

Musk puede hacer más daño a la derecha que a la izquierda. Sobre todo, a la soberanista La irrupción del multimillonario en la política europea favorece, en principio, a las derechas populistas y extremas del continente. Sin embargo, ese respaldo se les puede volver en contra rápidamente... Musk ha forjado su carrera empresarial mucho más con los anuncios de futuro que con la aportación de realidades concretas. Su capacidad para contar una historia convincente a los mercados, acompañada de la promesa de grandes beneficios, le ha llevado a lo más alto... Quizá sus anuncios sean realizables, quizá no, pero se trata de una promesa formulada en términos concretos que puede sonar muy bien a muchos estadounidenses. En un mundo desorganizado, los visionarios suelen ser bien aceptados... La cuestión es que su propuesta suena bien en EEUU, pero bastante peor en Europa... Las intervenciones de Musk son parte de un programa de imposición de los intereses de Washington en Europa... pueden suponer la reconversión de nuestro continente, y no en términos favorables... Musk puede favorecer a esas derechas que piensan que la UE es un problema; a partir de ahí, lo demás son dificultades... La UE parece agonizante: la falta de respuesta y la inacción de Bruselas frente a los anuncios de Trump y Musk son muy preocupantes... La presión estadounidense puede causar grandes complicaciones a Alemania o Francia, entre otros países, así como un parón económico en el conjunto de la eurozona. No se aprecian países continentales que vayan a salir beneficiados si los planes que apunta Trump se llevan a efecto (Esteban Hernández)

 "El hombre más rico del mundo lo es porque su empresa convence a los mercados financieros. El poder y la influencia de Elon Musk emanan de la confianza que capitales de todas partes del mundo depositan en EEUU y en Tesla, como una de las firmas tecnológicas importantes.

Musk está utilizando ese poder de una manera peculiar. Y no exenta de contradicciones. Una de ellas es que Musk ataca a Keir Starmer e intenta sacarle del gobierno, cuando el mayor fondo de pensiones del Reino Unido, el Universities Superannuation Scheme, tiene una parte relevante de su capital invertido en Tesla: los pensionistas británicos estarían aportando capital a quien quiere despedir a su primer ministro.

No es la única paradoja. Las cifras de negocios de empresas dirigidas por Musk, como Starlink y SpaceX, son bastante menores que las de grandes firma s cotizadas, pero generan mucha más confianza. Ni siquiera Tesla es esa gran empresa, en sus cifras reales, que su cotización anuncia. Los coches eléctricos de Musk están lejos de ser el enorme éxito que prometieron; los producidos por los chinos tienen capacidades mayores, son entregados con menor dilación y cuentan con precios más baratos. Sin embargo, los mercados siguen confiando en Tesla porque existe una promesa, la de convertirse en la compañía dominante en el sector de los coches autónomos, que hace pensar a los inversores que la compañía será todavía más rentable en el futuro.

Su capacidad para contar una historia convincente a los mercados y la promesa de grandes beneficios, le ha llevado a lo más alto

Esa es la clave de Musk: ha forjado su carrera empresarial mucho más con los anuncios de futuro que con la aportación de realidades concretas. Su capacidad para contar una historia convincente a los mercados, acompañada de la promesa de grandes beneficios, le ha llevado a lo más alto. Y justamente es esa posición la que está aplicando ahora a la política de la mano de Trump.

Trump y Musk están vendiendo poder al establishment y a la población norteamericana; les están contando que van a reescribir el orden internacional en términos favorables a su país. Tienen ideas disruptivas, grandes visiones, hablan de una gran América. Quizá sus anuncios sean realizables, quizá no, pero se trata de una promesa formulada en términos concretos que puede sonar muy bien a muchos estadounidenses. En un mundo desorganizado, los visionarios suelen ser bien aceptados.

La soberanía aparece en escena

La cuestión es que su propuesta suena bien en EEUU, pero bastante peor en Europa. Las intervenciones de Musk, intentando desestabilizar Alemania para favorecer a una opción política de extrema derecha o los ataques al primer ministro británico, son parte de un programa de imposición de los intereses de Washington en Europa. Las exigencias a Dinamarca para que Groenlandia pase a manos estadounidenses con el objetivo de combatir las opciones rusas en el Ártico y seguir controlando las vías marítimas son otro elemento perturbador, como las imposiciones para que los Estados europeos compren petróleo y gas a EEUU, o las inversiones en defensa, o la ruptura con las fuentes energéticas rusas, o los aranceles. Las acciones anunciadas por Trump, que Musk pone encima de la mesa continuamente, pueden suponer la reconversión de nuestro continente, y no en términos favorables.

Musk puede favorecer a esas derechas que piensan que la UE es un problema; a partir de ahí, lo demás son dificultades

El éxito de Trump y la presión de Musk están sirviendo, indudablemente, para que las derechas soberanistas europeas crezcan en intención de voto, y para que las poblaciones piensen cada vez más en términos nacionales. La soberanía es una cuestión muy relevante en este tiempo, y lo será cada vez más. La UE parece agonizante: la falta de respuesta y la inacción de Bruselas frente a los anuncios de Trump y Musk son muy preocupantes.

En este sentido, la acción de Musk puede favorecer a unas derechas que piensan que la Unión Europea es más un problema que una solución y que aspiran a gozar de un margen de acción cada vez más amplio frente a Bruselas. Pero, una vez establecido este punto, lo demás son dificultades para ellas.

Los dilemas del nacionalismo conservador

La presión estadounidense puede causar grandes complicaciones a Alemania o Francia, entre otros países, así como un parón económico en el conjunto de la eurozona. No se aprecian países continentales que vayan a salir beneficiados si los planes que apunta Trump se llevan a efecto. En este caso, existirá una contradicción, complicada de salvar, entre proclamarse derecha nacionalista y actuar en términos que benefician a otros Estados.

Hasta ahora, tenían en común la lucha contra el establishment que gobernaba EEUU y la UE. Todavía pueden, como Vox, seguir combatiendo al globalismo como sinónimo de progresismo internacionalista, pero eso les sitúa más en el eje izquierda/derecha que en el nacional/global; pueden luchar contra los zurdos, como Milei, y empujar para que Sánchez salga del gobierno, pero eso es seguir anclados en las coordenadas neoliberales.

"El mundo se gobierna mejor cuando existen naciones libres e independientes que persiguen el bien político de acuerdo a sus tradiciones"

A la derecha soberanista no le basta con supeditarse a las necesidades estadounidenses, reducir impuestos y abrir los mercados. Así lo explica Yoram Hazony, uno de los pensadores más relevantes del nacionalismo conservador, presidente de la Fundación Edmund Burke y responsable de la NatCon (National Conservatism Conference, en la que han participado las derechas europeas, Vox incluido): “En la medida en que no hay verdades universales, un régimen global deja de tener sentido y debe ser rebajado hacia una versión más modesta, en la que ha de permitirse que cada nación trace su propio rumbo, cultive sus propias tradiciones y persiga sus propios intereses sin interferencia… El mundo se gobierna mejor cuando existen naciones libres e independientes que persiguen el bien político de acuerdo a sus propias tradiciones y creencias. Creaciones como la Unión Europea responden al primer propósito, al igual que lo han hecho unos Estados Unidos que se han apartado de la independencia nacional y han tratado de establecer un régimen jurídico mundial que se impone a todas las naciones mediante el poderío norteamericano”.

Hazony, en su libro La virtud del nacionalismo (Ed. Homo Legens), señala una de las constantes de la derecha soberanista: “La supeditación de la persona al colectivo, a la comunidad y a la nación devuelve un sentido vital, que otorga un significado único. Los valores en común permiten un grado mayor de libertad a sus integrantes, les hace participar en un proyecto compartido que otorga muchas más posibilidades al individuo. La promoción de esos valores particulares, con son parte de una herencia y de un futuro, se convierte en una necesidad que se opone necesariamente a los valores universales del imperio”.

Se hace difícil entender cómo esta supeditación de la persona a la comunidad y la nación puede funcionar cuando los intereses que se persiguen benefician fundamentalmente a otro Estado, y más aún cuando pueden causar un perjuicio al propio. No es una objeción ociosa, sino parte de las tensiones presentes entre las derechas soberanistas europeas. Cuando se colocan por delante los intereses y las necesidades nacionales, los acuerdos no son tan sencillos. De momento, las derechas populistas y extremas han conseguido establecer puntos en común, sobre todo por los enemigos que comparten. Pero cuando alcanzan el poder, o cuando los rivales políticos se debilitan, surgen las divergencias sobre los proyectos. Las derechas francesas, húngaras y polacas, por citar algunas de ellas, tienen visiones muy diferentes respecto de cómo afrontar el futuro.

Puede que el futuro de Vox sea despejar el camino para que la derecha española, esto es, el PP, cuente con un poder amplio en nuestro país

De momento, Trump y Musk están poniendo presión sobre los países que más necesitan vincular a su esfera, el Reino Unido gobernado por los laboristas y una Alemania que continúa siendo el centro de Europa. Pero, al actuar de esta manera, que favorece coyunturalmente a las derechas soberanistas, corren el riesgo de poner las bases de la Europa del futuro: una dividida por los intereses nacionales. Y, en ese escenario, será mucho más difícil que exista un alineamiento con EEUU tan evidente como en los últimos tiempos, porque los intereses de los países divergen. Habrá tensiones.

En segunda instancia, hay que constatar el peligro que esto significa para las derechas soberanistas. Pueden ser un instrumento para debilitar al establishment europeo, progresistas incluidos, de modo que, bajo la presión de tales partidos, se vean obligados a vincularse con EEUU de una manera más decidida. Corren el riesgo de que, en ese instante, el componente soberanista se vea obligado a desaparecer y queden simplemente como una evolución más aguerrida de las derechas actuales. Pueden convertirse en una palanca más que en un proyecto de futuro. Meloni gobierna porque hizo una alianza con la derecha tradicional italiana, que le da soporte en muchas de sus decisiones; Milei tuvo que llegar a un acuerdo con Macri; puede que el futuro de Vox sea despejar el camino para que la derecha española, esto es, el PP, cuente con un poder amplio en nuestro país."

(Esteban Hernández , El Confidencial, 10/01/25)

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