19.5.25

A diferencia de Chile siempre pensé que Alemania había logrado consolidar una memoria histórica con un trabajo de profunda concientización de lo que significaba el fascismo... Pero esta creencia se derrumbó rápidamente con el genocidio en Gaza... La clase política alemana rápidamente aclaró que la seguridad de Israel era “razón de Estado”, mientras que internamente el Estado y los medios de prensa apoyaban la represión y difamación de la protesta pro-palestina tachada de “antisemita” o “simpatizante de terrorismo”. Esta campaña de represión y difamación hacia dentro, tiene como base el uso de la muy debatida y criticada definición de antisemitismo de la IHRA que equipara “antisionismo” con “antisemitismo”. ¿Desde cuándo está prohibido criticar las políticas de un Estado especifico? Más aun cuando sus propios soldados exponen sus crímenes de guerra en internet sin temer la más mínima represalia... Este apoyo incondicional a Israel está llevando a Alemania a un camino de autoritarismo político que rayana en el fascismo... se busca dar la imagen que el antisemitismo se expresa en los que protestan contra el genocidio en Gaza en su mayoría estudiantes, extranjeros, y alemanes con “trasfondo migracional”. Esto se conecta con la idea falsa que el anti-semitismo es un fenómeno importado (debido a la alta incidencia árabe sobre todo en Berlín), y como un elemento ideológico de la izquierda... el uso de esta acusación de antisemitismo en occidente se ha traducido en que la gente que se atrevió a pronunciarse en público contra esto perdiera sus trabajos o fueran públicamente expuestos y difamados... Aun así, en países como EE UU y Alemania son sobre todo judíos los que lideran las protestas pro-palestinas... mientras que el embrutecimiento como estrategia mediática buscará aplacar todo sentido mínimo de justicia, de humanidad y crítica anticolonial a las políticas genocidas de Israel y sus aliados del Norte, esto incluye también la crítica al fracaso de este tipo de memoria construida desde el Estado y sus instituciones (Sascha Cornejo Puschner)

 "Como chileno nacido en Alemania, hijo de exiliado y familiar de detenido desaparecido, siempre he mirado con admiración este trabajo de la memoria alemana y el consenso social de lo que fueron los crímenes nazis. Siempre pensé que Chile tenía mucho que aprender de Alemania en cómo trabajar la memoria de las propias víctimas, las de la dictadura.        

A diferencia de Alemania, en Chile este consenso social acerca de los crímenes de la dictadura brilla por su ausencia, con lo cual la memoria termina reducida a una cuestión de izquierda vs. derecha, como si los miles de asesinados y desaparecidos no eran hijas e hijos, mamás y papás, abuelas y abuelos sino simplemente “zurdos“, cuya aniquilación quedaba justificada debido a su adhesión política. A pesar de la existencia de diversos centros de tortura y detención como Villa Grimaldi, Londres 38, tres y cuatro Álamos, la narrativa que parecer haber prevalecido en la sociedad chilena 30 años más tarde ha sido: “Para que se meten en política” De otra forma, no me explico el por qué la memoria histórica de la dictadura solo termina siendo una memoria de unos pocos, los que aun lloramos a nuestros muertos.

A pesar de que mis críticas a como ha funcionado el trabajo de la memoria en Chile siguen vigentes, las apreciaciones acerca de la memoria alemana se han ido transformado durante este año y medio. Este corto ensayo intenta describir como la memoria alemana ha sido usurpada e instrumentalizada para los más bajos fines políticos.        

Memoria instrumentalizada
Todos los que han pasado por Berlín han conocido los llamados Stolpersteine, estas placas conmemorativas que tienen grabado el nombre de personas judías que tuvieron que arrancar de sus hogares o fueron arrancados a la fuerza por el régimen nacionalsocialistai. Este dispositivo visual muy simple pero muy poderoso nos habla de la exitosa política de la memoria histórica que se ha instalado en Alemania como parte de la política de Estado.

A diferencia de Chile siempre pensé que Alemania había logrado consolidar una memoria histórica con un trabajo de profunda concientización de lo que significaba el fascismo. También pensaba que sus llamados al Nunca más se traducían en intentos por establecer políticas públicas de concientización y reflexión serias y profundas. Inocentemente había creído que este país había aprendido sus lecciones de su propia historia -después de llevar a cabo varios genocidios tanto debido a su historia colonial como también la nacionalsocialista-. Pero esta creencia se derrumbó rápidamente con el genocidio en Gaza.

La clase política alemana rápidamente aclaró que ante los ataque de Hamas del 7 de octubre, la seguridad de Israel era “razón de Estado” tal como lo había señalado Angela Merkel unos años atrásii. Alemania le ha dado apoyo logístico, militar y diplomático a Israel desde que este comenzara su “operación militar” en Gaza. La clase política se comprometió a ayudar a Israel a través del envío de armamento y apoyo diplomáticoiii, mientras que internamente el Estado y los medios de prensa apoyaban la represión y difamación de la protesta pro-palestina tachada de “antisemita” o “simpatizante de terrorismo”. Esta campaña de represión y difamación hacia dentro, tiene como base el uso de la muy debatida y criticada definición de antisemitismo de la IHRA que equipara “antisionismo” con “antisemitismo”iv.

Este apoyo incondicional a Israel, está llevando a Alemania a un camino de autoritarismo político que rayana en el fascismo, ya que se vuelve cada vez más contra las minorías más precarizadas (estudiantes, extranjeros, migrantes) los que se atreven a protestar contra el genocidio y contra la complicidad alemana.

Caza de brujas y el falso anti-antisemitismo
Este movimiento y recurso de represión anti-antisemita no es nuevo y es ocupado de hace tiempo para difamar a todo critico a las políticas coloniales, de limpieza étnica y apartheid del estado de Israel contra la población palestina. Los trabajos del sociólogo israelí Moshe Zuckermann demuestran que el uso de la categoría de antisemitismo ha sido una estrategia recurrente del Estado Israelí contra sus críticosv, donde los últimos casos de evidente brutalidad genocida y la creciente protesta en el mundo occidental solo han ido intensificado el uso de esta herramienta de difamaciónvi.

¿Qué gana Alemania de todo esto? Aparte de obedecer a una lógica económica de comercio entre estas dos naciones, el compromiso alemán con Israel tiene también por objeto lavar la imagen de Alemania que tiene un profundo problema con el antisemitismo, que es un fenómeno principalmente asociado a la ideología de derecha. Sin embargo, desde la política y los medios que funcionan en tándem se busca dar la imagen que el antisemitismo se expresa en los que protestan contra el genocidio en Gaza en su mayoría estudiantes, extranjeros, y alemanes con “trasfondo migracional”. Esto se conecta con la idea falsa que el anti-semitismo es un fenómeno importado (debido a la alta incidencia árabe sobre todo en Berlín), y como un elemento ideológico de la izquierda. De hecho, la líder de la ultra derecha Alice Weidel sostuvo en una entrevista que Hitler “era comunista” y que los anti-semitas son todos de izquierda, es decir pro-palestinosvii.

A pesar de lo absurdo de esa idea, que una líder de ultra-derecha declare tal sin sentido, tiene todo el sentido. Esto porque la extrema derecha “global” no solo apoya el sionismo -y por ende el genocidio en Gaza-, sino que en su profundo antisemitismo muchos de estos sueñan deshacerse alguna vez de los judíos que viven completamente integrados en las sociedades occidentales. Para que emigren todos los judíos, necesitan proyectar una sensación de “inseguridad” para la vida judía y que solo Israel puede en efecto otorgarles esa seguridad. De esta manera el sionismo conecta con el verdadero antisemitismo porque contradice la idea que los judíos puedan vivir en paz y con seguridad en cualquier lugar del mundoviii. Otros antisemitas encubiertos son los cristianos evangélicos de extrema derecha que apoyan el sionismo por razones mesiánicas y escatológicas, ya que creen que cuando todos los judíos regresen “a su tierra” (es decir palestina convertida en la “Gran Israel”), esperan la segunda venida de cristoix y los primeros que serán condenados son los infieles, entre ellos los judíos.

De esta manera se entiende que esta estrategia de distorsión semiótica tiene como base el renombrar el antisemitismo como antisionismo, así los críticos de Israel se convierten en enemigos de todos los judíos del mundo. Esta falsa conflagración ha ido acompañada de una oleada de represión en occidente cuyo giro autoritario ya lo iniciaron los liberales bajo el mandato de Joe “genocide” Bidenx, ahora solo es profundizado por la extrema derecha en su constante esfuerzo por torcer las narrativas e imponer una visión alternativa del mundo que justifique cualquier barbaridad.

En términos concretos, el uso de esta acusación de antisemitismo en occidente se ha traducido en que la gente que se atrevió a pronunciarse en público contra esto perdiera sus trabajos o fueran públicamente expuestos y difamados. Vale recordar que la acusación de antisemitismo es una acusación grave en Alemania que te puede perjudicar mucho en la vida.

Aun así, en países como EE UU y Alemania son sobre todo judíos los que lideran las protestas pro-palestinas. Diversos grupos tanto de estudiantes como sobrevivientes del Holocausto han condenado las acciones de Israel, clamando “No en nuestro nombre!xi. Pero estos judíos anti-sionistas son igualmente reprimidos por las fuerzas policiales alemanas, ya que representan a los judíos “incomodos” e “izquierdistas” que no encajan dentro de la propaganda sionista que emana del Estado alemán y de los grupos de lobby que buscan implementar políticas más represivas contra los críticos al estado de Israelxii. La propaganda emanada de Israel intenta equiparar a todos los judíos con la nación de Israel y el sionismo con el judaísmo. De la misma forma funciona la conflagración entre “antisionismo” como otra expresión más de “antisemitismo”, de hecho, los alemanes ahora hablan de ”antisemitismo antiisraelí”.

Pero conviene preguntar ¿qué es realmente el antisemitismo hoy? A diferencia de lo que sostiene la propaganda sionista, el antisemitismo debe diferenciarse del antisionismo. Según la definición de la Declaracion de Jerusalem que realiza una clara distinción entre ambas posturas (a diferencia de la definición de la IHRA), antisemitismo se refiere a “la discriminación, los prejuicios, la hostilidad o la violencia contra los judíos por ser judíos (o contra las instituciones judías por ser judías)”. En cambio el antisionismo se opone al sionismo como ideología política que puede resumirse en la frase “a land without people for a people without land” (una tierra sin gente para una gente sin tierra), que resume bien el carácter colonial de asentamiento de la ideología sionista expresado en su forma más brutal en figuras que lideran el movimiento de los colonos israelíes más fanáticos, Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir. Ambos líderes políticos son parte de la coalición de ultra derecha del gobierno actual liderado por el criminal de guerra, Benjamin Netanyahu.

Teniendo en claro esta diferenciación entre antisionismo y antisemitismo, cualquier crítica a las políticas del estado de Israel debieran ser legítimas, así como debiera ser legitimo cualquier crítica política hacia un determinado Estado y sus prácticas. ¿Desde cuándo que es prohibido criticar las políticas de una Estado especifico? Pues, en el caso alemán -como en muchos países occidentales-, Israel siempre es tratado como si fuera alguna excepción. Una excepción que no es nueva si se fija en las múltiples resoluciones de la ONU que condenan las políticas de asentamiento colonial de los territorios palestinos por parte de Israel, los cuales han sido completamente ignoradosxiii. No creo que existe país en el mundo que goce de tanta excepcionalidad, y que nunca ha tenido que rendir cuenta por sus innumerables actos de crueldad (quizás solo comparable a su gran aliado imperial EE UU)xiv. Más aun cuando sus propios soldados exponen sus crímenes de guerra en internet sin temer la más mínima represaliaxv.

Una peligrosa alianza
A pesar de existir tanta evidencia de crímenes de guerra y clamores genocidasxvi, la elite política alemana continúa cegada en su compromiso con el estado israelí, ignorando todo contexto histórico y negando el carácter humano a los palestinos. Como una nación que arrastra un pasado colonizador, al parecer, en Alemania se espera de los palestinos que desistan de toda resistencia a la expropiación de sus tierras y que se conviertan en lo que el autor palestino Mohammed El-Kurd llamó, victimas perfectasxvii. Solo así, en su calidad de víctima, la vida de los palestinos les es otorgada algún grado de reconocimiento, algún grado de humanidad.

De hecho, reiteradas veces se ha denunciado la doble vara de medir con la cual Europa condena los ataques Rusos a Ucrania, mientras callan sobre lo de Gazaxviii. De esta forma su mensaje al mundo es que los palestinos como grupo humano no caben dentro de la esfera humana. Aunque esto no lo digan de manera abierta su narrativa repite uno-a-uno las propagandas del Ejercito Israelí (IDF), que ya es bien conocido por su inmensa campaña desinformativa y de deshumanización de la vida palestinaxix.

Pero lo más llamativo es que este apoyo incondicional al genocidio de los palestinos es reforzado con cada acto de solidaridad con Israel y las víctimas del holocausto ahora equiparado con las víctimas del 7 de octubrexx. ¡Cuán teatro de la memoria! En innumerables ocasiones el gobierno alemán ha declarado su completo respaldo a Israel defendiendo su derecho a la legítima defensa, y su completa condena a lo que fueron los ataques de Hamas del 7 de Octubre. Reacción que era de esperar, sobre todo de un Estado que dice defender la vida judía contra cualquier ataque “antisemita”.

Dentro la lógica de esta construcción narrativa maniquea (de la “única democracia en el medio oriente” que solo se defiende ante “malvados terroristas”), las razones históricas que llevaron a esos ataques son eclipsadas para hablarnos solo de actos terroristas y de antisemitismo, dejando fuera toda referencia de la vida palestina bajo el yugo de la ocupación colonial que es lo que motivó estos ataques en primer lugar. Pero la opción es ignorar los hechos históricos de la ocupación y presentar esta violencia como “salidas desde la nada” para luego expresar muestras de molestias cuando a alguien se le ocurre recordarles que existe este contexto de violencia colonialxxi.

Este vínculo entre memoria y solidaridad con Israel ha resultado ser extremadamente nefasto y peligroso, sobre todo porque Alemania no ha cesado su apoyo a pesar de los incontables crímenes perpetrado por Israel sólo el último año y medio. A pesar de toda la abundante evidencia sobre colegios, universidades, hospitales, infraestructura sanitaria bombardeados en Gazaxxii, Alemania ha ido reforzado ese vínculo ignorando sus obligaciones ante la Corte Criminal Internacional y la Corte Internacional de Justicia. Un vínculo nefasto porque Alemania juega un teatro de lo absurdo, en lo que un investigador llamo “catecismo alemán”xxiii, es decir, la fetichización de la memoria del holocausto convertido en dogma cuasi religioso a la vez de herramienta política.

El holocausto ha sido construido como una suerte de pecado original, elemento esencial identitario del carácter alemán de posguerra, crimen que no tiene igual y cuyas comparaciones pueden ser hasta penalizadas. De esta forma se le presenta como un teatro del horror donde se expone el sufrimiento de los judíos como si esto no tuviera igual en la historia de la humanidad. Esta apelación al sufrimiento judío -único e irrepetible- busca reforzar dogmáticamente el compromiso del alemán con el Estado de Israel que dice representar a los judíos (y su descendencia), reforzando así también la conexión simbólica entre ambos estados -el alemán y el Israelí. El primero que busca absolver su culpa y el segundo que supuestamente tiene el poder de dar esa absolución. De esta forma la memoria alemana permanece cautiva de su auto-declarado compromiso con el proyecto sionista. Aquí no se trata de negar que el holocausto fue una realidad, sino criticar su uso instrumental a favor de una política de exterminio de otro grupo humano como son los palestinos hoy. La construcción fetichizada de este hecho, se traduce en que los sufrimientos de los judíos durante el régimen nazi no tienen -y no pueden tener- comparación con otros sufrimientos humanos, ni equivalencia con nada. De esta manera, la vida judía puesto en un altar de excepción debido a su sufrimiento histórico inigualable e incomparable, no puede equipararse con el sufrimiento de los palestinos masacrados hoy, que se convierten en moneda de cambio para lavar esta culpa que el Estado alemán proyecta sobre sus ciudadanos. Esta construcción narrativa implica que el holocausto no trata de “responsabilidad histórica” del Estado alemán para con los descendientes de los judíos que fueron asesinados por los nazis, sino como una profunda e irracional “culpa” que debe ser expiada, aunque sea permitiendo que otro genocidio ocurra, con la “pequeña” diferencia de quienes sufren esta política de la expiación no son los alemanes. Es por eso que hoy hay voces que claman irónicamente “líbranos de la culpa alemana”xxiv porque no fueron los palestinos quienes llevaron a cabo el holocausto, pero son estos los que hoy pagan esta culpa con su propia sangre.

El giro autoritario
Pero el vínculo entre esta memoria histórica instrumentalizada a favor del apoyo al sionismo es sobre todo peligroso. Esto porque Alemania está llevando a cabo un giro cada vez más autoritario y represivo. Tanto los medios de prensa, la academia universitaria, la política y la policía no escatiman esfuerzos por silenciar a todo critico a Israel a través de diversos dispositivos de represiónxxv. Esto lo pudimos apreciar con la prohibición del congreso Palestina que iba a realizarse en Berlín en abril de 2024xxvi, y los reiterados esfuerzos por difamar e intimidar a los rostros más visibles de la protesta pro-palestinaxxvii. De hecho esta represión ha funcionado como laboratorio para medir el grado de permisibilidad de la represión policial dentro de sociedades supuestamente democráticasxxviii.

Sin embargo, es probable que este disciplinamiento se hará cada vez más difícil en la medida que Israel continua con la limpieza étnica en Gaza donde las cifras “oficiales” de muertes ya alcanzan las 51 mil personasxxix, con sus redadas en Cisjordania y sus bombardeos esporádicos a Líbano, Yemen, y Siria. La protesta en contra del genocidio no se detendrá. Lo que obligará al Estado alemán a reforzar aún más las medidas represivas añadiendo nuevas como la deportación, emulando la receta estadounidense. Como resultado, cinco estudiantes extranjeros enfrentan su posible deportación de Alemania debido a su participación en la protesta pro-palestinaxxx. Diferentes mociones de parlamentarios alemanes quieren llevar adelante procesos de purga de voces críticas dentro de las universidades a fin de combatir lo que ellos llaman “antisemitismo”xxxi (e irónicamente llaman a defender la libertad de opinión); también hay quienes sueñan con quitarles la nacionalidad alemana quienes tienen doble nacionalidad debido a su abierto “odio a Israel”xxxii. Mientras que el genocidio se haga cada vez más difícil de negar, aumentarán también las voces críticas a Israel y contra las políticas represivas del estado alemán. Porque a diferencia de lo que los medios estatales y la clase política quieren hacer creer al público, se trata de un sentido mínimo de humanidad, humanidad -que según los continuos mensajes que emanan de las elites políticas en Washington, Berlín, Londres o Bruselas -, es atribuida diferencialmente.

Palabras finales
¿Cuáles son entonces las enseñanzas que podemos extraer de esta experiencia de la instrumentalización de la memoria histórica del holocausto para escudar un nuevo genocidio? Primero, que un trabajo de memoria histórica debe ir acompañado de una reflexión genuina “desde abajo” y no impuesta desde arriba guiando las reflexiones sobre “derechos humanos” y la noción misma de “ser humano”, que como vemos en el ejemplo alemán, siempre puede ser manipulada y tergiversada para cumplir ciertos propósitos políticos. Segundo, que la instrumentalización del sufrimiento puede aplicarse también a otros casos de memoria según los requerimientos de un Estado y sus instituciones. Esto nos lleva a la triste verdad que en tiempos de la post-verdad, todo puede ser tergiversado y manipulado para responder a ciertos fines políticos, y como vemos en este caso, la memoria no es excepción. Tercero, es que el orden liberal y todo el engranaje discursivo que ha construido (Democracia, Derechos Humanos, Libertad, Libre pensamiento y opinión) más tardar ahora, con el genocidio en Gaza, las políticas neo-fascistas de Trump y el orden militarista y represivo de la Unión Europea se derrumba ante nuestros ojos cuan castillo de naipes. Lo que queda de todo ello es propaganda e ideología en su expresión más cruda, mientras que el embrutecimiento como estrategia mediática buscará aplacar todo sentido mínimo de justicia, de humanidad y crítica anticolonial a las políticas genocidas de Israel y sus aliados del Norte, esto incluye también la crítica al fracaso de este tipo de memoria construida desde el Estado y sus instituciones.

A pesar que los alemanes se nieguen a reconocer su propio fracaso en lo que respecta la construcción de una memoria histórica real, genuina y no excluyente, el resto del mundo si tiene mucho que aprender de estas nefasta experiencia, la de una memoria histórica usurpada."                   ( , Viento Sur, 09/05/25)

No hay comentarios: