"Los precios de los alimentos se han disparado estos últimos años en toda la Unión Europea. En marzo de 2023, la inflación en alimentos alcanzó la cifra récord del 15%. Los consumidores alemanes pagan casi un 30% más por los alimentos que en 2021, a pesar de la reducción de costos energéticos y de producción.
Algunos economistas lo atribuyen a que los procesadores y vendedores minoristas están obteniendo beneficios inesperados, a expensas de los hogares de bajos ingresos. Al mismo tiempo, la parte del precio minorista que llega al agricultor es cada vez menor. Los productores alemanes, por ejemplo, sólo recibieron el 21,7% del precio minorista en 2021, y la cifra está en disminución. Un ejemplo sorprendente es la participación declinante de los agricultores en el precio del pan: en 1970 obtenían el 19,2% del precio de venta al público; en 2022, el porcentaje se había derrumbado al 5%.
Los productores de leche enfrentan desafíos similares. Entre 2014 y 2024, los precios de la leche quedaron sistemáticamente retrasados respecto del aumento de costos de producción. El resultado es que muchos establecimientos operan a pérdida y dependen de subsidios para sobrevivir.
A los agricultores se les pide producir alimentos de alta calidad y al mismo tiempo proteger el medioambiente, el clima y los animales (a menudo, cumpliendo gravosas normas burocráticas). Pero conforme la creación de valor se aleja de los productores, los beneficios se concentran cada vez más en unos pocos procesadores y minoristas poderosos.
Las protestas generalizadas de agricultores a principios de 2024 revelaron la profunda frustración de todo el sector agrícola de la UE. Pero la respuesta política fue decepcionante. Bajo presión de facciones conservadoras y liberales, se eliminaron las normas ambientales de la política agrícola común del bloque, lo que fue un duro golpe contra su ya frágil pilar ecológico. En tanto, no se ha dado respuesta suficiente a la cuestión central: garantizar precios justos en toda la cadena de valor.
Felizmente, esta cuestión comienza por fin a generar interés político. La UE está revisando su directiva sobre prácticas comerciales desleales y el reglamento sobre organización común de los mercados. Estas reformas son el resultado del «diálogo estratégico sobre el futuro de la agricultura de la UE» (un foro para la discusión de políticas puesto en marcha por la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen en 2024, que reunió a una amplia coalición de partes interesadas). El comisario de agricultura de la UE, Christophe Hansen, ha incorporado algunas de las recomendaciones a su agenda de políticas.
Pero para resolver los problemas de la cadena alimentaria europea no bastan cambios cosméticos. Se necesita un mecanismo de fijación de precios que comience en el productor; esto implica cuatro reformas fundamentales, empezando por el cumplimiento de obligaciones contractuales. En el caso particular de los productores lácteos, es común que entreguen sus productos sin saber qué precio se les pagará, algo que en la mayoría de los demás sectores sería impensable.
La legislación de la UE ya ofrece margen para reformas, de las que hay ejemplos en Francia y España, donde es obligatoria la firma de contratos escritos vinculantes. España incluso prohíbe vender por debajo del costo de producción. Pero en Alemania, los intentos de introducir medidas similares chocaron contra la resistencia del lobby agrícola y de sus aliados conservadores y liberales.
En segundo lugar, las cooperativas agrícolas también tienen que estar obligadas a firmar contratos. A pesar de sus principios fundacionales progresistas, muchas cooperativas ahora funcionan como grandes empresas convencionales que dan más importancia a minimizar los precios de compra que a proteger los intereses de los productores lácteos. Aun así, en países como Alemania (donde representan el 70% del procesamiento lácteo) siguen exentas de esa obligación.
En tercer lugar, hay que reforzar los derechos de las organizaciones de productores. Gigantes lácteos como Arla y DMK podrían controlar hasta el 13% del volumen de producción de leche en la UE una vez concretado su proyecto de fusión; pero las normas actuales de la UE limitan a sólo el 4% la cuota de mercado de las organizaciones de productores dirigidas por agricultores. A pesar de años de intensos debates, este desequilibrio persiste y dificulta una negociación justa.
Por último, las autoridades de la UE deben frenar la concentración del mercado minorista de alimentos. En Alemania, cuatro minoristas controlan el 85% del mercado alimentario. Y también el sector de procesamiento está muy concentrado. Un informe de 2024 de la Comisión Alemana de Monopolios advertía de que la creciente concentración del mercado perjudica a productores y consumidores por igual.
Pero a pesar de estos problemas, empiezan a surgir modelos prometedores. Un ejemplo es el reciente proyecto piloto de contrato tripartito en Alemania, que se basa en el modelo francés. En vez de que los productores entreguen productos a ciegas a los procesadores, que a su vez firman contratos separados con los minoristas, con el nuevo modelo las tres partes deben acordar de antemano la elección de los socios comerciales y firmar contratos a largo plazo (por lo general, de entre 3 y 5 años) con estructuras de precios claras.
El contrato tripartito contiene cláusulas que obligan a revisarlo en forma trimestral para adecuarlo a fluctuaciones del mercado y de los costos. Además de los precios, se ocupa de la presentación de los productos, las estrategias de comercialización y las normas sobre bienestar animal y sostenibilidad ambiental. Fomentando un sentido de responsabilidad compartida, promueve mejoras de calidad y una compensación justa. También ayuda a proteger a productores y consumidores contra la volatilidad del mercado, crea valor añadido en toda la cadena de suministro y ofrece una base para la definición de buenas prácticas que puedan llevarse a escala regional y nacional.
El único modo de que la agricultura europea siga siendo viable es que los agricultores puedan cubrir sus costos; por eso el Consejo Europeo de la Leche considera que el contrato tripartito es un paso importante hacia una estructura de mercado más justa y sostenible; y puede generar estabilidad de ingresos y seguridad en la planificación, con beneficios para todas las partes interesadas: agricultores, procesadores y consumidores (que hoy pagan de más por alimentos de bajo costo producidos en masa).
Una fijación de precios justa también mejorará la resiliencia de Europa frente a crisis, guerras y el cambio climático. Los precios artificialmente bajos actuales son posibles mediante la sobreexplotación de los recursos naturales (tanto en Europa como en el resto del mundo), sumada a la falta de bienestar animal, la precariedad de la mano de obra migrante y una presión financiera implacable sobre los agricultores. Puesto que muchos agricultores de la UE padecen cargas de deuda aplastantes y un encarecimiento de los insumos, no es de extrañar que menos del 12% tengan menos de 40 años.
Si Europa quiere seguir teniendo alimentos, debe lograr que la agricultura sea económica y ecológicamente sostenible; no con más subsidios, sino con condiciones de mercado justas y normas de sostenibilidad sólidas. Soluciones basadas en el mercado como el contrato tripartito son la prueba de que el cambio positivo es posible, siempre que Europa mantenga el rumbo."
(productor lechero de tercera generación, productor lechero ecológico, Project Syndicate )
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