"España constituye hoy una excepción entre los grandes Estados europeos por el intenso crecimiento de su población. En los últimos cinco años, hemos sumado 1,7 millones de habitantes, mientras Polonia perdía 1,5 millones
e Italia 700.000. Alemania, un país de 83 millones de habitantes,
apenas ha incrementado su población en 410.000 y Francia ha crecido en
algo más de 1,1 millones. El crecimiento demográfico español se sitúa muy por encima de la media europea y contrasta con un contexto en el que nueve países de la UE han reducido su población en el último quinquenio.
Este
crecimiento no se explica por la dinámica natural de la población, sino
exclusivamente por la inmigración. El saldo vegetativo fue negativo en
2024 en casi 115.000 personas y mantiene ese signo desde que en 2015 el
número de defunciones fue mayor que los nacimientos por primera vez. Desde 2017 hasta comienzos de 2025, la población extranjera se ha incrementado en casi dos millones de personas
y de acuerdo con los últimos datos del mes de julio, han superado los
siete millones de personas: el 14,3% del total nacional. A ellos se
añade un promedio de 190.000 personas que se nacionalizan anualmente desde 2020, una cifra que ha alcanzado su máximo de la serie el pasado año con más de 250.000 nacionalizaciones tramitadas. Actualmente,
8,8 millones de ciudadanos que viven en España han nacido en el
extranjero, es decir, el 18,2% del total de la población.
Para
los principales organismos y expertos internacionales, la inmigración se
ha convertido en una de las claves del crecimiento económico español e identifican un círculo virtuoso entre incremento del PIB y llegada de nuevos ciudadanos.
El FMI atribuye parte del vigor de la recuperación pospandemia al
aumento de la fuerza laboral procedente del exterior, que ha sostenido
el empleo y el PIB en un contexto de envejecimiento acelerado. La OCDE
refuerza esta visión al señalar que, ante la futura caída de la población activa por la baja natalidad, la inmigración es esencial para mantener el potencial de crecimiento.
Del mismo modo, el Banco Central Europeo subraya que los trabajadores
extranjeros han sido un motor directo de expansión económica, al aliviar
la escasez de mano de obra y ampliar la oferta de trabajo.
La capacidad para atraer e integrar talento extranjero
se está convirtiendo en una de las principales fortalezas de la
economía española, reconocida y envidiada por analistas internacionales.
Los mismos analistas observan con preocupación cómo en muchos de los
países de Europa y en Estados Unidos se aplican políticas restrictivas a la inmigración, pese a que todos los elementos objetivos recomiendan lo contrario. España está definiendo una vía alternativa para afrontar el futuro dentro de un marco occidental de limitación de la inmigración.
¿Cómo afrontar el envejecimiento de la población, la despoblación de los espacios rurales o los enormes retos de la transformación digital y de la descarbonización de la economía contando con una población envejecida y sin capacidad de reemplazo?
El origen de la inmigración es otro de los factores que definen la excepción demográfica española. En su mayoría, y crecientemente, los inmigrantes que llegan proceden de América Latina y comparten, por tanto, lengua y una profunda afinidad cultural.
En el último año, cerca del 70% del incremento de los residentes
extranjeros tenía origen latinoamericano, especialmente de Colombia,
Venezuela y Perú.
Ninguno de los factores estructurales que determinan la inmigración va a cambiar a corto y medio plazo. Los modelos gravitacionales, los mejores predictores de los flujos migratorios,
indican que su intensidad depende fundamentalmente de las diferencias
entre la situación económica de los países de origen y los de destino,
así como de la existencia o no de redes de compatriotas y afinidades
culturales y lingüísticas. Las políticas migratorias de los países de
acogida pueden contribuir a reducir los flujos migratorios, pero para que su efecto sea significativo son necesarios cambios profundos. Hasta ahora, las propuestas del Partido Popular (PP) se han orientado a introducir criterios de selección para los inmigrantes, vinculados a su inserción en sectores con escasez de mano de obra o a la demostración de afinidad lingüística o cultural para obtener la residencia o la nacionalidad.
No se han propuesto medidas como introducir visados de entrada u otro
tipo de actuaciones con efectos reales en el flujo de entrada de
inmigrantes, medidas que, por otra parte, supondrían un cambio
importante en la relación con la mayor parte de los países
latinoamericanos que no parece estar en la agenda.
El profundo desequilibrio en niveles de renta, seguridad y expectativas entre los grandes países latinoamericanos y España no es previsible que se reduzca en los próximos años y
las redes de compatriotas no harán sino consolidarse. Por tanto, si la
economía española continúa creciendo como está previsto por encima del
2% al menos hasta 2028-2029, continuaremos recibiendo importantes entradas de población migrante, fundamentalmente de origen latinoamericano. La llegada de Trump a la Casa Blanca y su poderoso mensaje de rechazo hacia lo latino incrementarán aún más el atractivo de España como destino migratorio al otro lado del Atlántico.
De hecho, tanto el INE como Eurostat proyectan la singularidad demográfica como una tendencia estructural para la próxima década. El instituto español prevé que en 2030 la población española habrá aumentado en más de tres millones de personas,
mientras que la Comisión es más prudente y reduce el crecimiento en
torno a los 2,1 millones. Sin embargo, prevé un avance demográfico que
superará en casi un 4% al de Alemania, duplicará el de Francia y
contrastará con las importantes pérdidas de población de Italia y
Polonia.
El
tercer y no menor elemento diferencial de la realidad demográfica
española era hasta hace poco nuestra mayor tolerancia y capacidad de
acogida hacia la inmigración en comparación con otros países europeos.
Así lo venían demostrando de forma reiterada los estudios de opinión,
aunque el notable crecimiento de la percepción de la inmigración
como problema, reflejado en los más recientes barómetros del CIS, pone
en cuestión este rasgo distintivo.
La clave para poder continuar manteniendo el círculo virtuoso entre demografía y crecimiento económico reside en anticiparse y fortalecer las políticas públicas que aseguren una mejor integración de quienes están por llegar,
más allá de los estériles debates públicos sobre la inmigración que en
estos últimos meses estamos padeciendo. Gobierne quien gobierne en los
próximos años tendrá que afrontar el reto de acoger y continuar gestionando la excepción demográfica española."
(Santiago Fernández Muñoz , Agenda Pública, 16/10/25)
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